La lucha encarnizada que durante horas han mantenido los partidarios y detractores de Pedro Sánchez, saldada con su dimisión, deja a unos supuestos ganadores que tendrán que administrar los restos del naufragio, “coser” las heridas sangrantes de una batalla fratricida y presentarse ante los ciudadanos algo recompuestos y no como el partido a la deriva que se ha visualizado estos últimos días.

Y decimos supuestos ganadores porque lo que queda del maltrecho timón no deja de ser una herencia envenenada. Sánchez echó un pulso y lo perdió. Ahora habrá que ver cómo administra esta situación la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, para quien ya no hay marcha atrás. En lo político, no le queda más remedio que dar el salto a Madrid cuando se convoque el Congreso federal del PSOE, o incluso, abandonar antes su tierra si al final hay una nueva cita ante las urnas y tiene que encabezar la lista a la presidencia del Gobierno. Se acabaron los amagos. Le ha llegado la hora de la verdad.

Ya no hay marcha atrás para Díaz, debe aspirar al liderazgo del PSOE o encabezar la lista si, al final, hay elecciones

De su lado tendrá a todos los presidentes autonómicos del partido salvo a la balear Francina Armengol, partidaria del dimisionario. El asturiano Javier Fernández presidirá la nueva gestora. El castellano-manchego Emiliano García-Page; el valenciano Ximo Puig; el aragonés Francisco Javier Lambán y el extremeño Guillermo Fernández Vara completan el cuadro de barones territoriales, con mando en plaza, obligados a asumir el destino de un partido hoy herido.

Fernández, García-Page, Fernández Vara, Puig y Lambán, entre los que han ganado el pulso a Sánchez

Satisfechos pueden sentirse también los que durante las últimas dos semanas no dejaron de exigir responsabilidades políticas a Sánchez aferrados al argumento, por otro lado, real, del batacazo sin paliativos en las vascas y gallegas. Los ex secretarios generales del PSOE Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba se alinearon con Díaz. Entran, por tanto, en la categoría de maltrechos triunfadores. Quien se mantuvo en silencio fue Joaquín Almunia.

Pero éste no era solo un movimiento de las oligarquías del PSOE como muchos han querido vender. El diputado Eduardo Madina es la cabeza más visible de un grupo parlamentario también fracturado y al que muchos quieren como portavoz en el Congreso en sustitución de Antonio Hernando; ex ministros como Carme Chacón, José Blanco y Miguel Sebastián; la que fuera presidenta del partido, Micaela Navarro, son algunos de los ejemplos de la fuerte contestación interna que ha ido cosechando Sánchez.

Del bochornoso espectáculo socialista se benefician Rajoy e Iglesias

Pero si hay que hacer una radiografía realista de quién gana después de este Comité federal para la historia, hay que incluir los nombres de Mariano Rajoy y de Pablo Iglesias. Del primero porque, bien se incline finalmente la gestora a facilitar su investidura o se vaya a unas nuevas elecciones, todo son ganancias, aunque una candidatura de Díaz podría ser más peligrosa para él que una nueva repetición de Sánchez. Pero como decía este sábado el también ex ministro Javier Solana en un lacónico tuit “cuando se tome conciencia del destrozo, todos preferirán 85 diputados”. Rajoy quiere formar gobierno, aunque a estas alturas hasta le viene mejor una cita ante las urnas por incomparecencia del contrario.

Por su parte, a Pablo Iglesias se le abren las puertas para el tan anhelado sorpasso o, al menos, para acortar distancias con un socialismo que ha dirimido sus diferencias a garrotazos dentro de un rompecabezas por aferrarse Sánchez a la secretaría general, según los críticos, o por un “golpe” interno, según los sanchistas.