Política

Aznar-Rajoy: Divorcio a la genovesa

José María Aznar y Mariano Rajoy en una imagen de archivo EFE

Si José María Aznar no acude al XVIII congreso nacional del PP, se terminará de consumar uno de los divorcios políticos que más ríos de tinta ha hecho correr. Ni siquiera el proceso de ruptura entre Felipe González y Alfonso Guerra duró tanto en el tiempo como el de Aznar con Mariano Rajoy, justo la persona que eligió en 2003 para que le sucediera. La situación parece haber llegado a un punto de no retorno en el que caen todas las caretas. La ausencia del ex presidente de las dos últimas campañas de las generales, unido a la desvinculación jurídica de FAES con el PP y su más que cuestionada presencia en el congreso del partido tras un demoledor escrito que presentaba a Génova y a Moncloa rendidos al discurso del adversario, parecen marcar los últimos compases de una historia común.

Hay que subrayar para entender el proceso de distanciamiento que Aznar y Rajoy nunca fueron amigos. Amigo de Aznar era Rodrigo Rato, que no le perdonó que no le eligiera sucesor. Rajoy era un buen colaborador, fiable, seguro y estable. Aterrizó en la órbita genovesa en 1990 después de que Pío Cabanillas padre le diera su nombre a Aznar tras forzar la dimisión de Arturo Moreno por el “escándalo Naseiro”. Sin apenas conocerse, le nombró vicesecretario de Acción Electoral y Formación del partido. A partir de ahí Rajoy se convirtió en pieza clave de la cosmogonía popular, pero no necesariamente la más rutilante de ese universo. Él era, y es, un hombre mucho más discreto que Rato, también que Francisco Álvarez-Cascos, otro de los “pesos pesados” de la época.

"Yo no he perdido las elecciones", dijo Aznar tras la derrota de 2004 para marcar distancias con Rajoy

Aznar se arrepintió muy pronto de su elección “sucesoria”, en agosto de 2003. De hecho, la misma noche electoral del 14-M de 2004, en que vio cómo el PP resultaba desalojado del poder en mitad de la tormenta y el shock por los atentados del 11-M. En una entrevista concedida a Telecinco ocho días después de la derrota electoral del 14 de marzo de 2004, marcó distancias: “Yo no he perdido las elecciones”, respondió al periodista Juan Pedro Valentín. Ni un asomo de autocrítica por la gestión política de aquellos días ni, mucho menos, por la implicación de España en la Guerra de Irak  con el pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva. Él se distanció de aquella derrota e inició el camino de extrañamiento de Rajoy.

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