Cuando llegó todo cambió. Cuando se fue, también. Llevó el órdago soberanista vasco al punto de ebullición más caliente jamás vivido en Euskadi. Y se quemó para siempre. Tras el portazo que recibió Juan José Ibarretxe aquella tarde del 2 de febrero de 2005, nunca más fue el mismo. Su gran obra, su aspiración a hacer historia se diluía, el plan que llevaba su nombre y con el que soñaba con convertir al País Vasco en un Estado libre asociado de España acababa de recibir un varapalo contundente en el Congreso de los Diputados. Ni siquiera sería tramitado para su debate. Era la culminación al desgaste, tensión y duro enfrentamiento que había librado durante un lustro con los poderes del Estado.

Esta semana Ibarretxe ha reaparecido. Lo ha hecho para fundirse en un abrazo con su álter ego catalán, Artur Mas, en un acto por el derecho a decidir celebrado en San Sebastián. Tienen mucho en común. Los dos representan el pasado están fuera de los gobiernos que presidieron; los dos dan conferencias hoy por el mundo defendiendo el derecho a decidir de los pueblos y los dos tienen la vivencia de verse ante un juez por decisiones adoptadas mientras ejercían como lehendakari y president, uno por hablar con Batasuna –salió absuelto- y el otro por organizar la consulta soberanista del 9-N –a la espera de sentencia-. El político catalán dejó hundido al partido que presidía y que ahora ha refundado y el vasco lo abandonó con un nivel de desgaste interno desconocido desde los tiempos de la escisión.

El pasado miércoles la sala central del Kursaal de la capital guipuzcoana se quedó pequeña para recibirlos. Cerca de 2.000 personas les acogieron ansiosas por escuchar al ex president, aclamado al grito de “independentzia, independentzia!!” y que él correspondió prometiendo que “no vamos a tirar la toalla”. También les prometió que cualquier oferta que llegara a plantear el Gobierno se verá las caras en las urnas con la opción de la independencia. Su alma gemela, Ibarretxe no pudo disimular, una y otra vez, la envidia que le provocaba el pulso catalán en comparación con la situación de stand by de Euskadi.

“Dije que lo dejaría y lo he dejado”

Pero a Mas e Ibarretxe algo les diferencia. El primero aún no ha cerrado la puerta de la política. Incluso afirmó el viernes que no ha descartado volver a presentarse. En cambio, el ex lehendakari hace años que dijo adiós. Ya no se define como político, “dije que lo dejaría y lo he dejado”, suele repetir. Renunció incluso a los privilegios que le correspondían como ex presidente del Gobierno vasco –coche oficial, secretaria, oficina…- y puso mucha tierra y frialdad de por medio con el partido en el que sigue militando. No quiere ser un jarrón chino más para el PNV.

Pero en realidad, la política sigue moviendo su vida. Es una política disfrazada con pátina académica y con la que se ha propuesto recuperar las esencias del viejo plan que alumbró y que terminó con él. Hoy Ibarretxe mira con admiración a Cataluña. “Nos han tomado el relevo”, aseguró el miércoles con cierta nostalgia. Incluso no dudó en reconocer que él no pudo y no supo alcanzar el reto de lograr mayores cotas de autogobierno pero que como el lehendakari José Antonio Agirre decía, “catalanes y vascos sufrimos las mismas adversidades” pero “viviremos la satisfacción del triunfo”.

El ex lehendakari ha renunciado a los privilegios de su cargo y apenas participa del día a día del PNV

A tres meses de cumplir 60 años, el otrora tecnócrata de la economía, que ejerció de lehendakari durante una década, se ha transformado en docente e investigador universitario profesional y en conferenciante ocasional. A Ibarretxe aún se le ve en su Llodio (Álava) natal pero con menos frecuencia de la que se pueda pensar. Su actividad académica le obliga a viajar desde Euskadi a Estados Unidos con frecuencia. Tampoco es fácil verle en los actos de partido.

Apenas un año después de ser relevado por Patxi López, en mayo de 2009, Ibarretxe ya se había convertido en doctor universitario con la defensa Cum Laude de una tesis referida a su tema favorito, que hoy denomina “el caso vasco”. Bajo el título Principio ético, principio democrático y desarrollo humano sostenible: Fundamentos para un modelo democrático su trabajo de investigación fue el inicio de un proyecto más ambicioso. Lo impulsa junto a la Columbia University de Nueva York y la George Mason University de Virginia –y a la que luego se sumaron la Seton Hall University y la Universidad del País Vasco-. Se trata del Agirre Lehendakari Center (ALC) a través del cual divulga por el mundo las virtudes del modelo social, económico y cultural que hacen del País Vasco “un modelo exitoso de transformación socioeconómica” que le sitúan, recuerdan en el ALC, como un “referente internacional” por sus buenos indicadores de desarrollo sostenible en ámbitos como la salud, la educación o la renta per cápita.

Ibarretxe, aplaudido por la izquierda abertzale

Pero en sus conferencias Ibarretxe teoriza sin cesar sobre los derechos de los pueblos y reivindica su capacidad para decidir. En un empeño por reivindicar su apuesta unilateral para elevar los niveles de soberanía de “Vasconia”, como gusta referirse ahora a “Euskal Herria”, recuerda que esta demanda es imparable y que se debe ejercer incluso si no se alcanza acuerdo con el Estado. Ibarretxe no es un jarrón chino para el PNV pero sí una mosca algo molesta que aparece en el momento más inoportuno. Su salida de la escena política vasca fue un golpe para los suyos, pero también una oportunidad para virar. Así lo vio Iñigo Urkullu, quien aprovechó los cuatro años de oposición forzada por el pacto PSE-PP que aupó a Patxi López a la Lehendakaritza para renovar, modernizar y resituar el rumbo del PNV. El suelo del PNV había quedado dialécticamente arrasado, los puentes de comunicación rotos y el horizonte hacia un nuevo ciclo de autogobierno prácticamente noqueado.

La ‘vía vasca’ que, a semejanza de la que hoy lidera en Cataluña Carles Puigdemont defiende Ibarretxe, ya no gusta en Sabin Etxea. No dio resultado y nunca los dará, repiten. En la renovación y actualización ideológica impuesta por Urkullu sólo cabe la bilateralidad, el acuerdo transversal y el respeto al marco legal. Pragmatismo por un mayor y mejor autogobierno frente órdagos unilaterales hacia la independencia por encima de todo. Por eso hoy el discurso de Ibarretxe tiene casi más adeptos en el entorno de la izquierda abertzale que entre los suyos. Al exlehendakari se le ha visto participar en más de un acto con la plataforma Gure Esku Dago (Está en nuestra mano), afín al entorno más cercano a Arnaldo Otegi que al de Andoni Ortuzar. El último ejemplo, el acto del miércoles en Donostia, organizado por esta plataforma por el derecho a decidir y el centro de Ibarretxe, el ALC.

Ibarretxe reivindica el modelo catalán, en contra de la teoría de búsqueda de acuerdos que propugna Urkullu

Sin embargo Ibarretxe fue lehendakari y eso para los nacionalistas son palabras mayores. El respeto y el agradecimiento a su labor durante el periodo 1999-2009 al frente del Ejecutivo vasco sigue intacto. Muestra de ello es la presencia de altos cargos del partido en el acto del miércoles, si bien ni el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, ni el propio Urkullu acudieron. Tampoco la presencia de Ibarretxe en actos del partido se prodiga, ni su voz tiene peso. Y su frustrado plan quedó en un cajón olvidado de la sede del partido. Ahora el PNV la relevará con una propuesta por un nuevo estatus jurídico-político que quiere negociar con el PSE e intentar sumar a Bildu, Podemos y, aunque parece imposible, incluso al PP.

Gran aficionado a la bicicleta, Ibarretxe ha optado por la escapa en solitario y por hacer la carrera por otra ruta y cerca de otro pelotón.  En sus intervenciones insiste en que el ejercicio del derecho a decidir no puede depender de estar esperando gestos de nadie. “El proyecto no se encalla por lo que haga Madrid, París o Bruselas”, aseguró el miércoles, basta de “excusas” el ejercicio del derecho de los pueblos depende de ellos, dijo. Por eso felicitó, alentó y prometió apoyo incondicional a Cataluña por haber mostrado el ejercicio de la unilateralidad. Una apuesta soberanista “que nos ha tomado el relevo” e incluso ha superado el campo dos al que él llegó con su plan, “ellos ya están en el campo tres” y mirando con optimismo a la “cima del Everest”.

Una arenga de apoyo que hubiera rubricado Otegi pero nunca Urkullu, empeñado en subrayar que las de Euskadi y Cataluña son realidades diferentes que merecen caminos diferentes y dedicado a reforzar los puentes destruidos de tiempos de Ibarretxe, dar pequeños pasos y dominar la centralidad perdida.