Que Josep Borrell abrazara una bandera de la Unión Europea en el primer acto masivo contra la independencia de Cataluña, dice mucho de su talante político. Que su nombramiento como ministro haya sido el primero en anunciarse, lo dice todo sobre el Gobierno que quiere dibujar Pedro Sánchez.

Borrell se crió en el primer gabinete de Felipe González como secretario de Estado y se curtió en el exterior como presidente del Parlamento Europeo. Es esa experiencia internacional, y el haber sabido avanzar con sensatez en las siempre revueltas aguas del socialismo, lo que le ha garantizado amplios apoyos dentro del partido y relativo respeto fuera de él.

Un buen ejemplo de lo segundo es la tremenda ovación que recibió el pasado 8 de octubre en Barcelona. Ese día decidió regresar a los focos para posicionarse con firmeza frente al desafío independentista catalán. Compareció, una semana después del referéndum, frente a cientos de miles de personas, en un acto organizado por Societat Civil Catalana. Ahí es donde mostró la enseña de la UE, antes de arengar a un auditorio plagado de banderas de España y de Cataluña. "Esta es es nuestra estelada. Tiene las estrellas de la paz, de la convivencia y del derecho", bramó el ex presidente del Parlamento Europeo.

Lo que vende Borrell es un 'unionismo' construido más a base de diálogo que de mano dura

En el acto, Borrell atizó a los promotores de la consulta ilegal y a los medios de comunicación públicos afines al procés. Pero también hizo una llamada -ligera, eso sí- a la autocrítica y a la necesidad de diálogo: "Esto no lo arreglaremos tomando decisiones unilaterales", aseveró, en alusión a quienes habían puesto las urnas en los colegios siete días antes, pero también a la actitud del Gobierno del hoy expulsado Mariano Rajoy.

Lo que vende Borrell es un unionismo construido más a base de diálogo que de mano dura. Viene con talante, esa virtud que adoraba el anterior presidente socialista (José Luis Rodríguez Zapatero) y que él mismo se ha encargado de cultivar -al menos de cara a la opinión pública- tras su paso por Bruselas y Estrasburgo.

Cuando concluya su mandato como ministro de Exteriores (es difícil pronosticar cuándo), Borrell habrá trabajado con dos de los tres presidentes que el PSOE ha colocado en La Moncloa. Catalán, con 71 años y formación técnica (es ingeniero aeronáutico) y pareja de la también ex ministra socialista Cristina Narbona, inauguró su carrera política a las órdenes del todopoderoso Felipe González de 1982. Entró como secretario de Estado de Presupuestos y se rodó en las filas del Ministerio de Hacienda. Allí logró cierta cota de popularidad al convertirse en azote de la Lola Flores, a la que el Fisco le había abierto un procedimiento que acabó en multazo.

Borrell se movió con éxito entre bambalinas en Bruselas, gracias al olfato político y al dominio de los idiomas

Borrell siguió ascendiendo hasta lograr su primera cartera de ministro. Tomó las riendas del Ministerio de Obras Públicas y Transportes, y en él permaneció hasta que se hundió el gabinete de Felipe González, lastrado por los casos de corrupción.

El ingeniero catalán se mantuvo activo en la oposición, cuando José María Aznar vivía ya en el Palacio de La Moncloa. Tanto fue así, que en 1988 dio un paso al frente y compitió con Joaquín Almunia en las elecciones primarias con las que el PSOE pretendía elegir nuevo líder.

Borrell derrotó a su compañero de partido con el voto de las bases, pero acabó dando un paso atrás poco después, debilitado por la falta de apoyo en los círculos de poder de Ferraz y salpicado colateralmente por un brote de corrupción que afectada a un ex colaborador (José María Huguet).

Será la sombra del nuevo presidente en los encuentros internacionales, empezando por el de la OTAN, donde coincidirán con Trump

Con pocas posibilidades ya en la política nacional, decidió cambiar de aires y cruzó la frontera. Se movió con éxito entre bambalinas en Bruselas, gracias al olfato político y al dominio de los idiomas. El PSOE le encomendó la misión de ganar las elecciones europeas de 2004 y Borrell cumplió. Los socialistas vencieron en los comicios y él acabó aupado al sillón de presidente del Parlamento europeo.

Ahí, en los hemiciclos de Bruselas y Estrasburgo, Borrell se esforzó por trabar ese aura de independiente que tanto le ha favorecido hoy para que Sánchez le nombre ministro. El catalán será la sombra del nuevo presidente en los encuentros internacionales, empezando por la inminente cumbre de la OTAN de Bruselas, donde coincidirán con el presidente estadounidense Donald Trump.