"Ellos tienen los dólares y nosotros tenemos a Alá". Así ve el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, la "guerra económica" en la que se presenta como víctima del unilateralismo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Con la lira en caída libre, y el país inmerso en una crisis económica tan anunciada como de imprevisibles consecuencias, Erdogan ha encontrado en Trump el enemigo perfecto para intentar salvar su tambaleante trono.

Los dos, Trump y Erdogan, representan ese nuevo liderazgo fuerte, marcado por un nacionalismo a ultranza. Estos titanes que acaparan el  poder en el nombre del pueblo suelen llevarse bien, siempre y cuando sus intereses no entren en colisión.

Turquía y EEUU llevan ya tiempo distanciados. La esperanza era que entre Trump y Erdogan hubiera química y lo parecía en principio, pero no ha sido así. El más beneficiado es el presidente ruso, Vladimir Putin, tan temido como cortejado.

Veamos cuáles son las claves de la situación y las razones del enfrentamiento entre EEUU y Turquía, que van más  allá del choque entre el tuitero-en-jefe y el sultán del siglo XXI, que lo alimentan para apagar fuegos internos.

1. Trump como enemigo exterior culpable de la crisis económica

En realidad, Trump de momento le sirve a Erdogan como el enemigo exterior a quien culpar de una crisis económica que puede llevárselo por delante. Desde enero la lira turca ha perdido un 40% de su valor.

"Problemas estructurales de la economía y el contexto internacional (dudas sobre emergentes, precio de la energía, Irán) son el factor principal. Pero los mensajes de Trump y Erdogan han precipitado el colapso" del viernes negro, decía en un tuit Eduard Soler i Lecha, investigador del CIDOB. Solo esa jornada la moneda llegó a caer un 14%. Y los bancos españoles, sobre todo el BBVA, están entre los más afectados.

Según Soler i Lecha señala en Twitter, "es una crisis económica agravada por decisiones políticas: la negación de la crisis, los nombramientos en puestos clave tras las elecciones y el desafío a la primera economía del mundo (EEUU) sin haber recuperado la confianza del primer socio comercial (UE)".

Erdogan, tras ganar las elecciones del 24 de junio, anticipadas un año y medio por prever que la crisis económica iba a ir a peor, nombró a su yerno, Berat Albayrak, como ministro de Finanzas. Los mercados reaccionaron a la baja con el nombramiento y volvieron a hacerlo cuando este viernes expuso su plan para afrontar la crisis. En junio Erdogan ganó de nuevo, pero el país se mostró más dividido que nunca con una oposición en creciente ascenso.

Trump y Erdogan coinciden en cómo conciben el poder como algo de su propiedad. Así promueven a sus parientes (el yerno de Trump, Jared Kushner, también es su asesor, así como su hija Ivanka) porque son de quienes más se fían. Saben que actuarán a la orden sin recelos.

2. El pastor de la discordia acusado en Turquía

El presidente de EEUU anunció el 26 de julio que aplicarían sanciones a Turquía por mantener el arresto de Andrew Brunson, un pastor evangélico de Carolina del Norte, a quien Turquía acusa de espionaje y de estar vinculado al fallido golpe contra Erdogan del verano de 2016. En sus tuits, Trump ha salido continuamente en defensa de Brunson, de 50 años, "un buen hombre, al que llaman espía y lo es tanto como lo sería yo". La paciencia de Trump con Erdogan, en quien confiaba para liberar a Brunson, se acabó.

Brunson lleva más de 20 años en Turquía. Regentaba una iglesia en Izmir, en la costa del Egeo, cuando le arrestaron. Desde el mes pasado está bajo prisión domiciliaria, pero todavía se enfrenta a cargos que podrían suponer una condena de 35 años de cárcel. Los cristianos evangélicos han apoyado a Trump. Tanto el vicepresidente, Mike Pence, como el secretario de Estado, Mike Pompeo, son evangélicos.

Pero Erdogan no entiende que para Trump es una muestra de amistad y confianza. "Solo nos inclinamos ante Dios. Está mal intentar castigar a Turquía por un religioso que está aquí... Están intercambiando a un socio estratégico en la OTAN por un pastor. Solo haremos lo que la Justicia requiera", dijo el presidente en un discurso en Rize.

Erdogan emprendió una purga sin precedentes después del fallido golpe del 15 de julio de 2016. Como Brunson, fueron miles los turcos que fueron acusados de complicidad. Los inversores hicieron una lectura negativa de estas medidas represivas.

"La táctica de usar a inocentes como monedas de cambio, una política que ha practicado Teherán o Pyongyang, ha dañado la imagen de Turquía, y ha llevado a la peor crisis entre Washington y Ankara desde el embargo militar entre 1975 y 1978", afirma en Politico Aykan Erdemir, ex miembro del Parlamento turco. Erdemir, que describe lo que llama "tormenta perfecta", subraya cómo la actitud de Erdogan en el caso Brunson ha conseguido lo imposible, que estén de acuerdo demócratas y republicanos con Trump.

El presidente turco suele reprochar a EEUU su falta de apoyo cuando fracasó el golpe. Entonces era presidente Barack Obama, pero es algo que se le quedó grabado.

"El pueblo turco esperaba que EEUU condenara inequívocamente el ataque y expresara su solidaridad con el liderazgo que había elegido. La reacción de EEUU estuvo lejos de ser satisfactoria. En lugar de ponerse de lado de la democracia turca, los funcionarios estadounidenses hicieron un llamamiento a 'la estabilidad y la paz y la continuidad' en Turquía", recordaba Erdogan en un artículo publicado el 10 de agosto en The New York Times, titulado Cómo Turquía ve la crisis con EEUU.

3. El clérigo 'golpista' al que ampara EEUU

El mayor de los agravios que ha cometido EEUU con Turquía, a juicio de Erdogan, es la protección que otorga al clérigo Fethullah Gülen, antiguo aliado del presidente, a quien considera autor intelectual del intento de golpe de 2016. Por esa razón, el presidente turco sospecha que EEUU no veía con malos ojos que hubiera sido depuesto.

La Administración Obama se negó a extraditarle. Reside en Pensilvania y siempre ha negado su implicación en los hechos. Erdogan confiaba en que el presidente republicano cambiara su visión del asunto y accediera a que Gülen fuera extraditado. Pero sus demandas siguen sin atenderse.

"Los gülenistas intentaron derrocar mi gobierno. Esa noche millones de ciudadanos salieron a las calles con un sentimiento de patriotismo similar al de los americanos después de Pearl Harbor y en los ataques del 11 de septiembre", señala Erdogan en el New York Times. Lamenta que no haya podido negociar un acuerdo de extradición de Gülen, a quien acusa de dirigir desde su retiro en Pensilvania la Organización Terrorista Fethullah.

Gülen vive desde hace más de 15 años en Estados Unidos. Su movimiento se equipara con el Opus Dei por su gran influencia. Es conservador en lo social y muy liberal en lo económico.

4. Siria y el conflicto kurdo

El presidente turco expone con claridad cómo "otra fuente de frustación" en su relación con EEUU es el apoyo que ha dado su aliado en la OTAN a las fuerzas kurdas en Siria (PYD / YPG), ligados al PKK turco, a quien Erdogan considera responsable "de las muertes de miles de turcos desde 1984 y que EEUU considera un grupo terrorista". El líder turco reprocha a Trump que Washington ha entregado armas a los kurdos en Siria. "Nuestras quejas han caído en saco roto", remarca.

EEUU ha apoyado a los combatientes kurdos en Siria para ganar la batalla al autoproclamado Estado Islámico (Daesh). De hecho, han recibido entrenamiento y armas de Washington. Han sido cruciales para reducir al Daesh y por ello EEUU considera práctica la inversión. Para Erdogan los kurdos son el enemigo, en Siria y en Turquía. A su vez, Washington sospecha que Turquía es condescendiente con los yihadistas del Daesh.

En la zona a EEUU le conviene contar con Turquía. Y a la UE también, dado su papel para contener el aluvión de refugiados en 2015. De ahí que Erdogan haya respondido al castigo de las sanciones con una amenaza de cambiar de bando, que desestabilizaría aún más Oriente Próximo, donde EEUU se alía con Israel contra Irán, país al que Trump acaba de reimponer sanciones tras desmarcarse del acuerdo nuclear.

5. Un aliado de la OTAN rebelde y que se insinúa a Putin

Hay quienes creen que las fricciones entre Washington y Ankara se remontan a 2003, cuando Turquía se negó a que pasaran por su territorio los soldados estadounidenses en la invasión de Irak. Sin embargo, ahora nos acercamos al precipicio, aunque Erdogan sea el primero en no verlo. Tampoco los de su alrededor. Su portavoz, Ibrahim Kalin, advierte que EEUU puede perder a Turquía "por completo" y que su país ha mostrado siempre "su resiliencia".

Desde las páginas de The New York Times el presidente turco ha amenazado con buscarse "nuevos amigos y aliados". Turquía ha desempeñado un papel estratégico como miembro de la OTAN y su enclave entre Asia y Europa. Sin embargo, a Trump las alianzas le parecen una losa y desprecia a la OTAN, como se vio en la reciente cumbre de Bruselas en junio.

El presidente turco está pensando en el líder ruso, Vladimir Putin, como nuevo aliado y no lo esconde. Putin y Erdogan firmaron un acuerdo en septiembre pasado con el que Turquía adquiría misiles S-400 tierra aire justo cuando también negociaba con EEUU la compra de aviones de combate F-35. El Congreso de EEUU suspendió la venta y la condicionó al acuerdo con Moscú.

Cuando la lira turca vivía su viernes más negro, Trump confirmaba el aumento de aranceles a la importación de acero (20%) y aluminio (50%) turco, Erdogan lo interpretaba como una declaración de guerra económica. Habló por teléfono con Putin de inmediato y el Kremlin emitió un comunicado en el que señalaba que habían tratado sobre "cooperación económica y comercial".

A Putin le viene muy bien contar con Turquía para debilitar a la ya frágil Alianza Atlántica. A su vez, Rusia y Turquía son dos potencias que juegan sus bazas en Oriente Próximo y contar con Turquía de pleno ayuda a Rusia a consolidar posiciones en Siria. A Turquía siempre le ha sublevado el apoyo de EEUU a los kurdos.

Si tienen dólares bajo sus colchones, sáquenlos. Si son euros, también. Conviértalos en liras turcas. Es la guerra", dijo Erdogan

"Si tienen dólares bajo sus colchones, sáquenlos. Si son euros, también. Llévenlos a los bancos y conviértalos en liras turcas. Al hacerlo estaremos librando esta guerra de independencia. Es el lenguaje que entienden", dijo Erdogan en un discurso el viernes en Unye, en la costa del Mar Negro. Es decir, es la guerra económica contra EEUU y contra la UE. Según el presidente del Parlamento, Binali Yildirim, las sanciones de EEUU podrían desencadenar "una guerra económica mundial".

"Antes de que sea demasiado tarde, Washington debe dejar de considerar esta relación de manera asimétrica y reconducirla. Turquía tiene alternativas", ha sentenciado Erdogan, quien justo ascendió al poder en 2001 en medio de una crisis económica que se llevó a otros líderes políticos por delante.

Cuando el Fenerbahce, el club de sus amores, depuso en junio a Aziz Yildirim, tras 20 años en el cargo, por Ali Koç, un hombre de negocios miembro de uno de los clanes turcos más adinerados, educado en Harvard, algunos quisieron ver una premonición.

Como un sultán de leyenda, se considera eterno. No se ve en el espejo que refleja cómo fue elegido como un garante del bienestar y ahora está desnudo. Los inversores no están a su servicio. Trump tampoco.