Política

Todas las veces que se acusó a Ada Colau de sufrir el ‘síndrome de Zelig’

Las redes tiran de humor para reprocharle que se comporte como el personaje de Woody Allen: mimetizándose con cualquier debate político de actualidad

Todas las veces que se acusó a Ada Colau de sufrir el ‘síndrome de Zelig’

Ada Colau atiende a los medios de comunicación. EFE

Años 20, en la ficción. Woody Allen interpreta a Leonard Zelig, un tipo al que anuncian como en un circo: el hombre camaleón. La película se estrenó en 1983 con formato de falso documental y narraba la historia de un ser humano mimético, que replicaba al detalle la personalidad -incluso el físico- de todo aquel con quien se encontraba en cada momento. Otra historia de amor entre Allen y una psicoanalista, Eudora.

Semejante trastorno era un delirio ficcional hasta el año 2007, cuando tres investigadores italianos publican en la revista Neurocase el caso de un paciente napolitano que presenta lo que describen como "un peculiar fenómeno de dependencia ambiental". "Asume un rol social diferente en diferentes circunstancias ambientales interpretando un personaje correspondiente al contexto particular", aclaran en el resumen de su investigación.

El sujeto era un hombre de 65 años que se comportaba de manera extraña. Aseguraba ser un doctor cuando iba a la consulta del médico, y cuando le llevaron por primera vez al psicólogo también sostuvo que era esa su profesión. La imitación era creíble en todos los casos, y proporcionaba biografías completas y detalladas sobre cómo había llegado a ocupar esas posiciones. Durante su investigación, al hombre -A.D. por sus siglas- le llevaron a los fogones de un hospital e inmediatamente comenzó a comportarse como jefe de cocina, preparando y organizando menús especiales para diabéticos. En un bar, contrataron a un actor para que se acercara a pedirle un cocktail y el sujeto se transformó automáticamente en camarero: llegó a inventarse que estaba a prueba durante dos semanas.

Las redes contra Colau

Es la única vez en la historia que se ha documentado este desorden, interpretado como una "pérdida de inhibición frontal" que arrebata a quien lo padece el control sobre su propia identidad, forzándolo a adaptar una distinta en función del entorno. Se le llamó 'síndrome de Zelig' por sus semejanzas con la problemática que afectaba al protagonista de la película de Woody Allen, estrenada 24 años antes. Sin embargo, si uno busca estos días 'síndrome de Zelig' en la red, lo que emerge es más liviano: la mala baba de los usuarios que se lo diagnostican a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

La regidora ha vuelto a convertirse en protagonista política a raíz de su polémica con la Universidad de Barcelona. En una entrevista con TV3, cuestionada por Montón, Casado y Sánchez, Colau los obvió a todos para situarse en primer plano. "A mí me han ofrecido acabar la universidad fácilmente, y me lo ofreció una persona de la que no lo esperaba, una alta directiva de una multinacional", dijo la alcaldesa, a la que restan apenas unos créditos para finalizar su carrera de Filosofía. Agregó que no aceptó las facilidades y que tampoco pidió detalles, pero que la oferta revelaba "que entre algunas élites políticas y económicas era fácil hacer según que estudios, por lo menos más fácil que para la gente común".

La respuesta de Colau provocó la indignación de la UB, que vio atacado el prestigio de sus titulaciones. La propia alcaldesa de Barcelona se ha disculpado este viernes por dar valor de categoría a la anécdota y ha defendido que lo hizo en un "contexto informal", que no era otro que el prime time matinal de TV3. La polémica, probablemente, ha sido la única en los últimos años que ha unido alrededor de la chanza en las redes a independentistas y constitucionalistas de izquierda y derecha. Todos con una misma idea: el oportunismo político empuja a Colau a mimetizarse con cualquier asunto de actualidad con el que se topa, autodesignándose protagonista. "No hay problema en el mundo que antes no le haya pasado a ella y de forma más grave", le recriminó la líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, Carina Mejías.

Colau usó el 'yo también' tras la dimisión de Domènech y con el precio del alquiler: "¡Soy una afectada, me lo acaban de subir 300 euros!"

A Colau ya le pasó algo similar hace unas semanas, cuando Xavier Domènech anunció que dejaba la política y abandonaba el liderazgo de los comunes en Cataluña. "Yo también me he planteado dejarlo en más de una ocasión en el último año", fue su análisis inmediato. Fue pocos días después de que, en una entrevista en Rac1, preguntada por la situación del alquiler en Barcelona, respondiese: "¡Yo también soy una afectada, me acaban de subir el alquiler 300 euros!".

Ha sucedido otras veces: en pleno debate sobre los derechos LGTBI, Colau acudió a Salvame Deluxe para confesar que era bisexual y una novia italiana le había marcado la vida. El mismo día que la Audiencia de Navarra dejaba en libertad bajo fianza a los miembros de 'La Manada', la regidora también aprovechaba un encuentro para descubrir que en un evento judicial, siendo ya alcaldesa, había sufrido acoso sexual: "Vinieron dos hombres haciéndose los simpáticos. Me preguntaron si tenía novio y me dijeron que estaba muy buena y que si podíamos hacer alguna cosa". El año pasado, durante la entrega de los premios feministas 25 de noviembre, también usó su discurso para destapar otra situación personal: denunció que había estado cerca de ser violada en dos ocasiones durante su juventud.

Los usuarios le han reprochado en las últimas horas la tendencia a apropiarse de debates políticos de actualidad a través de experiencias íntimas o personales. Pero el reproche viene de lejos, incluso de antes de su llegada a la alcaldía barcelonesa. El 3 de marzo de 2015, Colau publicaba uno de esos tweets que resucitan cíclicamente. "Hace 41 años el régimen fascista mató a Puig Antich en Barcelona, y horas después nací yo. ¡Barcelona ciudad valiente, que nunca se resigna a la injusticia!", decía, ante el inmediato reproche de algunos usuarios que le acusaban de egocentrismo y de establecer comparaciones desafortunadas. "Comparación ninguna. Se llama memoria histórica. El asesinato de Puig Antich marcó a mucha gente, también en mi casa", zanjó la entonces aspirante municipal.

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