Política

Las antorchas no salvan un 1-O sin fuerza engullido por la campaña del 10-N

Marchas de antorchas hasta la prisión del Lledoners y unas 18.000 personas clamando consignas independentistas frente a la delegación de la Unión Europea en Barcelona son el principal balance de la conmemoración del 1 de octubre dos años después de la proclamación de la república catalana. Un triste balance en el que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha tenido un papel tan secundario como el resto de su Govern, eclipsados en lo político por Carles Puigdemont desde Waterloo y, sobre todo, por los líderes de los partidos nacionales.

En la manifestación de Barcelona se repetían las consignas a favor de la independencia y en contra, por este orden, de la Policía y la Guardia Civil, la justicia y los medios "españoles". Con el añadido de vivas a Terra Lliure -lanzados por los más jóvenes, ajenos al parecer a las proclamas de pacifismo de sus líderes políticos- y el lema "1 de octubre, ni olvido ni perdón", cantado con especial énfasis ante la Delegación del Gobierno y la de la Unión Europea.

"Puigdemont, el nostre president" deja claro en cada manifestación quien sigue liderando el independentismo pese a los esfuerzos de lo actuales inquilinos del Palau de la Generalitat por asumir el protagonismo del movimiento. Y las apelaciones a la vía unilateral que cierran la marcha en Barcelona demuestran hasta qué punto se han alejado el independentismo institucional de sus bases.

En este contexto, Pedro Sánchez y Albert Rivera ayer, y Pablo Casado el lunes, han hecho suya la "celebración" del 1-O imponiendo el debate sobre la aplicación del 155 o medidas similares -Sánchez y Casado- y sobre la moción de censura impulsada por Cs contra Torra. Hasta el líder de Vox, Santiago Abascal, ha acudido a Barcelona este 1 de octubre para reclamar la detención de Torra por rebelión y asociación con grupo terrorista.

Frente a este despliegue, obligado por el inicio de la precampaña electoral, el presidente de la Generalitat prometió "avanzar hacia la república sin excusas" en el enésimo intento de mostrar unidad en su gobierno con una foto de grupo en el Pati dels Tarongers.

Una intervención eclipsada por la de Puigdemont, que primero en Catalunya Radio y después en comparecencia ante la prensa en Bélgica, se encargaba de responder a Pedro Sánchez que el 155 no se puede aplicar con el Senado disuelto. Aunque su principal objetivo era dejar claro que no permitirá que lo asocien con el terrorismo para justificar una tercera euroorden, desmarcándose de los CDR detenidos en la Operación Judas como no había hecho hasta ahora ningún independentista.

Así, el segundo aniversario del referéndum ilegal de 2017 ha servido para constatar el desconcierto del independentismo, que dos años después aboga por volver al 1-O como el último clavo ardiendo de una unidad imposible entre partidos y entidades, mientras Cataluña vuelve a marcar la campaña electoral de las generales del 10-N. El resultado: Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Casado mandan en las portadas mientras Quim Torra y Pere Aragonés se conforman con emular a Carles Puigdemont y Oriol Junqueras con una foto en el Palau de la Generalitat para solemnizar su "Compromiso Uno de Octubre".

Desobediencia masiva

En un día en el que las entidades y partidos independentistas se han conjurado de nuevo para dar una respuesta unitaria a la sentencia, apelando a la "desobediencia social masiva", las movilizaciones "descentralizadas" convocadas por la ANC han tenido como punto culminante las marchas de antorchas hasta la prisión de Lledoners, donde se encuentran recluidos a la espera de la sentencia Oriol Junqueras, Jordi Sánchez, Joaquim Forn, Josep Rull, Jordi Turull, Raül Romeva y Jordi Cuixart.

Un acto al que han asistido dirigentes de JxCat, como de la ANC y Ómnium, pero no de ERC. El partido de Junqueras ha optado por un municipio vecino para un acto protagonizado por sus nuevos líderes, Pere Aragonés y Roger Torrent, cerrado con una carta del ex vicepresidente catalán que apela al diálogo y acusa a Pedro Sánchez de "preferir la amenaza".

La CUP, por su parte, defiende volver a 2017 y reeditar las asambleas populares que se organizaron entonces para "organizar la respuesta en defensa del derecho de autodeterminación". En otras palabras, los antisistema dan por sentada que la prometida respuesta institucional orquestada por Quim Torra se quedará en agua de borrajas y quieren volver a la movilización popular dispuesta a "desobedecer al Estado".

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