La moción de censura que Lorena Roldán defenderá hoy en el Parlament tiene tres precedentes en la cámara catalana, los protagonizados por Josep Benet (PSUC) en 1982, Pasqual Maragall (PSC) en 2001 y Josep Piqué (PP) en 2005, las dos primeras contra Jordi Pujol y la última, contra Maragall, aunque el entonces presidente del PP catalán no llegó a sustanciarla. Dos precedentes efectivos de los que Roldán haría bien en fijarse en el protagonizado por el primer presidente catalán socialista para evitar errores y emular a otro histórico socialista, Felipe González.

La candidata de Cs a la presidencia de la Generalitat ha insistido en la urgencia de esta moción por las reiteradas amenazas de Torra sobre una eventual desobediencia institucional tras la sentencia del Tribunal Supremo sobre el proceso independentista. Pero vistos los números de la iniciativa, apoyada de momento por los 36 diputados de Cs y los 4 del PP catalán, parece claro que su éxito se medirá exclusivamente en términos de rédito político de cara a unas futuras elecciones catalanas. Sin olvidar el peso que vaya a tener en la campaña a las elecciones generales del 10N, no en vano tendrá a los líderes del partido, Albert Rivera e Inés Arrimadas, observándola atentamente desde la tribuna de invitados.

Moción en contra de la ejecutiva

En 2001, tras dos décadas de gobiernos de Jordi Pujol en Cataluña Pasqual Maragall necesitaba demostrar que el PSC tenía una alternativa viable y más atractiva para gobernar la comunidad que la coalición nacionalista de CiU. O al menos eso creía él. La ejecutiva del PSC no estaba en absoluto convencida de la necesidad del envite parlamentario, habida cuenta de que Maragall había demostrado ser menos ducho que algunos de sus compañeros de bancada en las lides parlamentarias.

Acostumbrado al ordeno y mando ejercido en el Ayuntamiento de Barcelona, donde siempre gozó de cómodas mayorías, y decepcionado por la victoria en las urnas que no se tradujo en escaños -el PSC ganó las elecciones por 5.000 votos, pero CiU obtuvo cuatro escaños más, gracias a una ley electoral que sigue primando al nacionalismo sobre representando la Cataluña interior-, a Maragall le costó adaptarse al Parlament a su regreso de Roma. También a la disciplina de partido. Por eso obvió el rechazo de la Ejecutiva socialista y anunció en el Parlament la presentación de una moción de censura contra Jordi Pujol, que acababa de ungir sucesor a Artur Mas.

No parece un error que vaya a cometer Roldán, en perfecta sintonía con la Ejecutiva que lidera Albert Rivera, al que anunció públicamente que pediría permiso al anunciar una medida que tiene mucho más sentido ahora dentro de la campaña electoral de Rivera y Arrimadas que de la propia Roldán.

Guion inútil... para Maragall

La siguiente "maragallada" llegó apenas unos minutos después de iniciar su intervención el líder socialista. Maragall había modificado la intervención preparada junto a colaboradores y dirigentes del PSC hasta media hora antes de la intervención, cuando entregó a los responsables de prensa un texto lleno de correcciones que rápidamente fue corregido para distribuirlo a los medios de comunicación. Pero en la página 10, Maragal "se fue" como recordaba estos días un antiguo dirigente socialista, y nunca volvió al texto.

Un texto que había sido distribuido a la prensa, en el que desglosaba todo su programa de gobierno, que el líder socialista olvidó para centrarse en su particular batalla política con Pujol. El problema, para Maragall, fue que la réplica no se la dio el president, sino su delfín.

CiU aprovechó la moción de censura para lanzar a su propio candidato. Y Artur Mas dedicó toda la réplica del Govern a enumerar los temas que Maragall no había mencionado... utilizando como guion la intervención preparada por el propio Maragall, que el dirigente socialista había obviado por la mañana.

Candidato sin cintura

El tercer error de bulto en la estrategia de Maragall llegó entonces. El candidato, ofendido porque Pujol no se había dignado a debatir con él, decidió dejar la réplica a Artur Mas en manos de su número dos en el Parlament, Joaquim Nadal, que había liderado la candidatura socialista en la legislatura anterior. Nadal hizo una réplica hábil, pero Maragall ya había perdido en combate por incomparecencia.

A la postre, la moción de censura presentada en contra de la opinión del partido -en el que tenía importantes detractores- se perdió y sirvió para lanzar como candidato a su principal rival en las urnas. Una derrota que sirvió además a sus detractores dentro del partido para atar más corto a Maragall en la siguiente campaña electoral, la que le llevaría a la presidencia de la Generalitat, pese a perder frente a Mas, gracias a la formación del primer gobierno tripartito con ERC e ICV.