La estupefacción en las filas del PNV, acostumbrada siempre a tener en sus manos el botón nuclear que decide el destino de no pocas votaciones parlamentarias trascendentales, es palpable. Y el Gobierno sabe de sobra que ese será un precio a pagar cuando vuelvan a llamar, que lo harán, a la puerta de los nacionalistas vascos. El pacto del Gobierno con EH-Bildu para salvar la quinta extensión del estado de alarma ha dejado descolocada a la formación de Andoni Ortuzar y al lendakari, Íñigo Urkullu.

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