En la historia hay momentos cruciales que definen su desarrollo posterior. En el siglo XX, para Polonia y Europa, uno de esos momentos fue el 15 de agosto de 1920. Ese día Polonia, renacida en 1918, libró una batalla decisiva y victoriosa contra el ejército soviético, que pretendía propagar el fuego de la revolución comunista por toda Europa occidental, agotada por las pérdidas humanas y materiales de la Gran Guerra

Según el diplomático británico Edgar D’Abernon, esta fue la decimoctava batalla más importante de la Historia del mundo. La Batalla de Varsovia merece un reconocimiento semejante al que tuvo el desembarco aliado en Normandía, en 1944, ya que representa un momento decisivo en la lucha contra el totalitarismo en Europa.

Como consecuencia de la división de Europa por el Telón de Acero, pactada en Yalta, la importancia de este acontecimiento no ha tenido el lugar que se merece en la Historia de Europa y no ha quedado grabado en la memoria del mundo como sería justo. Es decir, ni en la cultura de masas ni en los textos escritos por historiadores, así que ya es hora de llenar  ese vacío en la memoria europea. 

En 1920, Polonia ganó la batalla a orillas del Vístula, y esa victoria era clave para la libertad de las naciones de Europa

El aniversario de la Batalla de Varsovia no sólo se debería celebrar en Varsovia y en Polonia, sino en toda Europa. En 1920, Polonia ganó esa batalla a orillas del río Vístula, y esa victoria era clave para la libertad de las naciones de Europa. Polonia venció frente a la oscuridad totalitaria del comunismo y liberó a Europa de caer en sus garras.

Desde el punto de vista histórico, el año 1920 cierra una serie de acontecimientos que habían empezado a finales del siglo XVIII, cuando se dividió Polonia entre Prusia, Rusia y Austria. La Batalla de Varsovia fue, pues, el momento culminante de uno de los episodios más extraordinarios que se conocen, tanto en la Historia europea como mundial, sobre la construcción de una nación moderna. Una nación sin Estado, que nacía sobre las ruinas de las derrotas militares y políticas de varias sublevaciones polacas, aplastadas por las potencias opresoras, y  sobre la caída de varios sucedáneos de Estado, en una época en la que Polonia fue borrada del mapa de Europa. Esta época duró desde finales del siglo XVIII hasta el final de la Primera Guerra Mundial.

Un fenómeno digno de mención es la transformación de la sociedad polaca que, partiendo de una sociedad feudal, se convirtió en una de las sociedades civiles más modernas de Europa, incluso sin tener sus propias instituciones de Estado. Pero sí una extensa red de entidades sociales, culturales y deportivas, como la asociación deportiva Sokół, las cooperativas financieras, las sociedades científicas, los grupos de autoformación, lo que sólo puede compararse con las reformas de la era Meiji, en Japón, pero aquí impulsadas por un fuerte poder central.

Sin la victoria en el frente de la Ilustración, en materia de educación, ciencia y pensamiento social, no habría sido posible la victoria en los frentes militares

Esta gran revolución democrática de base que se produjo en Polonia en la segunda mitad del siglo XIX se hizo en contra de las potencias que la ocupaban. Esto demuestra que los polacos supieron sacar conclusiones de su propia historia y consolidarse en torno a unos conceptos modernos: el positivismo, las reformas democráticas, el empoderamiento de las mujeres y de la sociedad como tal. Sin la victoria en el frente de las ideas de la Ilustración, en materia de educación, ciencia y pensamiento social, no habría sido posible la victoria en los frentes militares.

Este hecho extraordinario de la primera revolución democrática polaca no se conoce en Europa, a pesar de ser una historia comparable a joyas literarias como La democracia en América, de Alexis de Tocqueville. Inmediatamente después de recuperar la independencia en 1918, Polonia promulgó una de las legislaciones sociales y electorales más modernas del mundo occidental.

El sentimiento de pertenencia a una comunidad que había recuperado su libertad triunfó sobre los prejuicios y las tentaciones de discriminar a algunos grupos sociales. Polonia necesitaba consolidar la unidad y la cohesión de toda la nación. Pero la labor intelectual desarrollada a finales del siglo XIX tenía que encontrar reflejo en la labor del Estado con la recuperación de las instituciones públicas después de 1918.

La democratización y la independencia de Polonia

El fenómeno democrático de Polonia es, por tanto, diferente al de Europa Occidental. Es una historia de democratización con recuperación simultánea de la independencia y la soberanía social y política. Es una historia de modernidad construida a pesar y en contra del imperialismo, el absolutismo y el despotismo de las potencias que dominaron la Europa del siglo XIX.

Es una historia que culmina con un examen de madurez del Estado tremendamente exigente: menos de dos años después de recuperar la independencia, Polonia se enfrentó a la amenaza totalitaria de los bolcheviques.

La guerra contra los bolcheviques fue una demostración de la extraordinaria unidad política de la nación polaca. En julio de 1920, fue formado el Gobierno de Defensa Nacional con Wincenty Witos, líder del movimiento popular, como primer ministro e Ignacy Daszyński, uno de los líderes de la izquierda polaca, como viceprimer ministro.

Las diferencias políticas que había entre los padres de la independencia polaca, que pertenecían a distintos ámbitos políticos, quedaron relegadas a un segundo plano para enfocar todas las fuerzas en la defensa del Estado de la patria recién recuperada. Las élites políticas polacas aprobaron el examen de madurez en el momento más crítico para el país.

El ejército bolchevique se enfrentó a una nación que de ninguna manera iba a renunciar a su independencia conquistada con tanto esfuerzo

La sociedad polaca apoyó masivamente el esfuerzo bélico, y también hubo un fuerte compromiso por parte de la Iglesia Católica. El ejército bolchevique se enfrentó a una nación que de ninguna manera iba a renunciar a  su independencia conquistada con tanto esfuerzo.

El momento clave de la guerra polaco-soviética fue la Batalla de Varsovia, un audaz contraataque a las fuerzas bolcheviques, que estaban avanzando hacia el interior de Polonia, dirigido por los mandos militares: el mariscal Józef Piłsudski y el jefe del Estado Mayor, Tadeusz Rozwadowski, y los mandos operativos: los generales Władysław Sikorski y Edward Śmigły-Rydz.

Para el destacado historiador militar francés Hubert Camon, la maniobra de envolvimiento que dio la victoria a los polacos en la Batalla de Varsovia fue una emulación de una maniobra napoleónica. Con unas pérdidas propias mínimas, los polacos consiguieron rechazar al poderoso ejército soviético, que avanzaba con gran ímpetu hacia Europa Occidental.

Teniendo en cuenta que Polonia fue uno de los países más destruidos por la Primera Guerra Mundial, la movilización bélica de la sociedad polaca fue extraordinaria. La respuesta de los polacos fue también extraordinaria. Prueba de ello es la rapidez con la que fue organizado el Ejército de Voluntarios bajo el mando del general Haller, que en poco tiempo superó los 100.000 soldados.

La prensa calificó la victoria de los polacos como el Milagro del Vístula, en referencia al Milagro del Marne, ocurrido durante la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército franco-británico logró detener a los ejércitos alemanes.

La guerra polaco-soviética no fue sólo un choque de grandes ejércitos, un esfuerzo espectacular de toda la sociedad o el genio estratégico de los mandos militares. También fue una gran batalla en el plano de la inteligencia militar, es decir, de los códigos secretos, de ingenio y de intelecto.

Un héroe silencioso

El gran héroe del frente secreto de la batalla de Varsovia fue Jan Kowalewski, un oficial de la inteligencia militar polaca que descifró las claves secretas soviéticas. Su trabajo permitió obtener información clave para el desarrollo de la estrategia de las operaciones polacas. Fue un héroe silencioso que desempeñó un papel crucial en la detención de la agresión soviética contra Europa, en 1920.

Además, durante la Segunda Guerra Mundial, fue una figura destacada en la Operación Trípode del gobierno polaco exiliado en Londres, cuyo objetivo era preparar la invasión aliada de los Balcanes, cambiando las alianzas de Italia, Rumania y Hungría. Finalmente, bajo la presión de Stalin, Roosevelt abandonó el plan de desembarco en los Balcanes, impulsado por Winston Churchill. De haber transcurrido la historia de otra manera, Jan Kowalewski podría haber salvado dos veces a Europa Central y Oriental de la dominación totalitaria de la Unión Soviética.

El centenario de la Batalla de Varsovia es uno de los aniversarios más importantes para la Europa libre contemporánea. Los polacos salvaron a Occidente del genocidio totalitario, descrito por destacados historiadores franceses en el célebre Libro Negro del Comunismo.

El legado del poscomunismo es un problema real, que deforma la realidad social e institucional de los países que experimentaron una transformación democrática

La experiencia polaca del comunismo, con sus trágicas y duraderas consecuencias tanto para el país como para la sociedad polaca, a menudo resulta incomprendida. El legado del poscomunismo es un problema real, que deforma la realidad social e institucional de los países que experimentaron una transformación democrática.

Después de la Batalla de Varsovia, Władysław Reymont, un gran escritor polaco, galardonado con el Premio Nobel, escribió un libro titulado Bunt (La rebelión), que representa, alegóricamente, la rebelión de los animales contra el hombre y en el que se describen los mecanismos totalitarios. Lo hizo 20 años antes de que George Orwell escribiera su famosa novela, Rebelión en la Granja. Orwell pudo escribir este libro porque los polacos experimentaron la confrontación con el comunismo mucho antes que Occidente.

La Batalla de Varsovia fue, también, la culminación de más de 50 años de revolución democrática de base polaca, una de las historias más extraordinarias y, al mismo tiempo, menos conocidas de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, llena de patriotismo, devoción religiosa y genio e inteligencia militar.

La guerra polaco-soviética constituye el momento fundacional de la Polonia contemporánea y uno de los momentos cruciales para toda Europa, aunque, tal vez, ésta no sea consciente de ello. Fue un verdadero  choque entre dos civilizaciones diferentes.

Nadie lo sabía mejor que Karol Wojtyła, más tarde el Papa Juan Pablo II, nacido en 1920, quien dijo: “Desde mi nacimiento, he llevado dentro de mí una gran deuda con aquellos que emprendieron entonces la lucha contra el invasor y la ganaron, pagándola con sus vidas”.

La obligación de pagar esta deuda recae sobre todos nosotros. El centenario de la victoriosa Batalla de Varsovia es una excelente ocasión para recordárnoslo a nosotros, los polacos, y a toda Europa.


Mateusz Morawiecki es presidente del Gobierno de Polonia. Este texto se publica de forma simultánea en la revista mensual polaca, Wszystko Co Najważnniejsze (Todo lo más importante), en el marco de un proyecto desarrollado conjuntamente con el Instituto de Memoria Nacional polaco.