Desde que ese fatídico 14 de marzo el Ejecutivo de Pedro Sánchez decretase el estado de alarma nacional para luchar contra la propagación del coronavirus en España, se han establecido una serie de pautas. Lo primero fue el anuncio del cierre de todos los bares, restaurantes y gimnasios, entre otros. Luego se establecieron las fases, cada cual menos restrictiva que la anterior.

Ahora que las fases han llegado a su fin, los residentes en España han podido reabrir sus negocios, acudir a bares, regresar al trabajo y, en definitiva, volver poco a poco a la normalidad. Eso sí, con restricciones para así no retornar a ese 14 de marzo. Los aficionados al cine tienen la oportunidad de volver a las salas, pero con aforo limitado. Cada vez hay más gente que utiliza transporte público porque ha regresado a la oficina, aunque debe hacerlo manteniendo una distancia de seguridad.

Pese a la importancia de estas medidas para evitar que haya más muertes a causa de la crisis del coronavirus, es cierto que hay algunas incongruencias que muchos han identificado.

Por ejemplo, se permite la entrada a los cines teniendo en cuenta un aforo limitado, pero también se suceden las imágenes vagones de trenes AVE atestados de pasajeros. Encontramos controles en la piscina para que los asistentes mantengan el espacio de seguridad, y, por el contrario, las playas se llenan cada fin de semana. Si nos ponemos exquisitos, más de alguno habrá observado que la misma persona que saluda a un conocido con el codo, se hace luego fotos pegada a la cara de sus amigos.

Esto demuestra que, aunque estemos más concienciados tras esas ocho semanas de aislamiento, todavía hay situaciones absurdas tanto por parte del sector público y privado, como por la nuestra. A continuación, hacemos referencia a esos momentos de la nueva normalidad que, si no se siguen las recomendaciones, puede salir caro a más de uno.