Alberto Reyero era el consejero de Asuntos Sociales en la Comunidad de Madrid cuando estalló la pandemia. Era el responsable de las residencias de mayores, el lugar donde murió aproximadamente la mitad de las víctimas de la primera ola, más de casi 6.000 ancianos en solo dos meses.

Las residencias se convirtieron en la boca del lobo y distintos protocolos exclusivos de la Comunidad de Madrid excluían la admisión en los hospitales de los dependientes. Esa es una de las principales denuncias de Morirán de forma indigna, el libro donde el exconsejero de Ciudadanos - en aquel momento socios de Gobierno del PP de Isabel Díaz Ayuso - defiende su gestión y critica la actuación de la Comunidad de Madrid. "Yo reclamaba por activa y por pasiva asistencia sanitaria", asegura, y critica que "se tenía que haber puesto el foco en las residencias pero se puso en Ifema, que se calificaba de 'hospital milagro".

PREGUNTA. Morirán de forma indigna. ¿Por qué un título tan directo y tan crudo para su libro?

RESPUESTA. Fue una de las frases que le dirigí al consejero de Sanidad el 22 de marzo, cuando le advertía de las consecuencias que podía tener la existencia de esos protocolos. Y es la frase textual que el 5 de junio dio Pepa Bueno en su editorial en la Cadena SER diciendo que probablemente se convertiría en la frase de la pandemia. Por eso la elegí. La frase responde a la realidad de aquel día.

P. ¿Un correo que no obtuvo respuesta?

R. Ni ese, ni otro posterior que le envié ni las sucesivas cartas que le fui enviando el 31 de marzo y 12 de abril.

P. En este libro cuenta lo que sucedió cuando era consejero de Políticas Sociales en Madrid y mientras murieron en las residencias de ancianos más de 7.000 personas mayores. ¿Cree que esas muertes fueron evitables, o al menos una parte de ellas?

R. Es muy difícil saber lo que podíamos haber evitado si hubiéramos actuado de otra manera. Hubo personas que estoy convencido de que aunque hubieran ido al hospital hubieran fallecido, pues el tsunami que llegó era terrible; hubo otras que posiblemente por sus condiciones no era lo más acertado llevarlas al hospital, pero también hubo muchas otras que fueron rechazadas para entrar en un hospital y como consecuencia de eso fallecieron en unas condiciones no adecuadas. No hace falta dar muchas pistas sobre cómo fallece una personas por Covid o neumonía, las residencias no estaban equipadas y lo que se les proporcionó en el mejor de los casos fue morfina y sedación. Como lo han relatado cientos de testimonios de personas en residencias.

P. Uno de los aspectos en los que se centra el libro y que Madrid tuvo a diferencia de otras comunidades, es la existencia de estos protocolos en los que directamente se discriminaba a las personas. ¿Quién se quedó sin poder ir al hospital?

R. La diferencia de Madrid es que los protocolos estaban por escrito. Porque siempre se ha dicho que en Cataluña se aplicaron criterios similares, pero solo aquí quedó por escrito. Y sobre quién era discriminado, lo explicó muy bien en la Comisión de Investigación mientras estuvo abierta la directora de una residencia de Alcorcón. Dijo que una persona en silla de ruedas pero con las facultades cognitivas perfectamente, simplemente por el hecho de vivir en una residencia quedaba excluida de la atención hospitalaria. Por tanto las personas con una dependencia media a grave quedaban excluidas, aunque tuvieran una capacidad de autonomía bastante alta. Por ello fueron muchos los directores de residencias que llamaron a familiares a pedirles que les llevaran por su cuenta al hospital, porque así tenían posibilidad de ser atendidos.

P.  Usted no firmaba esos protocolos pero era el consejero de Políticas Sociales. ¿No pudo hacer nada por evitarlo?

R. Siempre me quedará el pensamiento de si no pude hacer más, yo advertí de lo que significaban esos protocolos, pero la única respuesta que tuve es que a los días se anunció una retirada de la competencia de las residencias, aunque realmente nunca se produjo esa retirada.

P. Ese anuncio se produjo el 26 de marzo de 2020, el mismo día que asume el mando único de la residencias el Ministerio que dirigía Pablo Iglesias, a quien también se actuó de inacción. ¿Cree usted que él hizo todo lo que pudo?

R.  Yo siempre digo que podría criticar muchas cosas de la gestión de Pablo Iglesias y en muchos casos a lo mejor no estuvo todo lo presente que hubiera sido recomendable pero en cualquier caso las competencias de las residencias no las tenía Iglesias, como se dijo en un bulo, sino las comunidades autónomas. Así lo establecía el decreto del estado de alarma. Fue un bulo que sirvió para escurrir el bulto de las competencias reales que tenía la Comunidad de Madrid.

P. A pesar del anuncio de Ayuso de apartarle, continuó con las competencias. ¿Qué fue lo que pudo hacer durante ese período?

R. Las competencias no se me quitaron y Ayuso lo confirmó tres meses después en una entrevista, cuando ya no tenía mucho valor. Yo lo que reclamaba por activa y por pasiva era la asistencia sanitaria. Nos enfrentábamos a una emergencia sanitaria, las residencias son sitios donde la gente va para ser cuidada, no para ser curada. Para ser curados, existen los hospitales, las residencias son los hogares de los mayores. Los servicios médicos que tienen algunas residencias están para atender enfermedades crónicas, patologías normales; pero cuando hay un problema grave la persona es derivada a un hospital para ser atendido como es lógico.

Otra cosa que yo le comunicaba al consejero era lo que estaban haciendo otras comunidades de distinto signo como Andalucía o Comunidad Valenciana, donde cuando se identificaba un solo caso de infección por Covid, no fallecimiento, la consejería de Sanidad tomaba el mando de la atención sanitaria, porque era un problema sanitario. Nosotros desde las residencias poco podíamos hacer.

Y lo que hizo la Comunidad de Madrid fue potenciar un hospital de campaña. Envió allí unos 1.000 médicos de atención primaria y no reforzó la atención sanitaria en las residencias, que era donde estaba el problema y fallecía la gente. Era donde había que poner el foco y se prefirió poner el foco en Ifema, que se calificó de hospital milagro porque se salvó casi todo el mundo. Y es verdad, en los días que estuvo abierto Ifema murieron 16 personas. En esos días en las residencias murieron 5.000. ¿Por qué? No porque era un milagro, sino porque se derivaron los pacientes leves, los que tenían pocas posibilidades de complicarse. Los que tenían realmente problemas no se les prestó la atención sanitaria que necesitaban.

P. Dice que publica este libro porque no ha podido contarlo en la Comisión de Investigación sobre residencias en Madrid, ¿por qué no?

R. La Comisión de Investigación echó a andar en julio de 2020, cuando el PP no tenía mayoría absoluta y de hecho votó a favor de que se creara, pero cuando iban a comparecer los políticos, Ayuso convocó elecciones y eso implica que para recuperar las comisiones hay que volver a votarlas, y en ese momento lo bloquearon PP y Vox. Como no han dado la oportunidad he escrito el libro, que también me sirve para reivindicar lo que yo hice. Sin embargo, otra parte del Gobierno ha optado por tapar y no dar ningún tipo de información a las autoridades y por lo que me cuentan ni siquiera tener una mísera reunión con los familiares de los fallecidos que después de dos años y medio no han podido reunirse ni con la presidenta Ayuso ni con el consejero de Sanidad.

P. Esto, además de una cuestión política, podría ser una cuestión penal. ¿Ha pensado alguna vez en denunciarlo por esa vía?

Yo lo que pensaba de los protocolos es que no eran éticos, que posiblemente no eran ilegales"

R. Desde el primer momento que me manifesté en contra de los protocolos que fue en junio de 2020 dije una frase muy clara. Yo lo que pensaba de los protocolos es que no eran éticos, que posiblemente no eran ilegales, pero que la legalidad de un protocolo no me corresponde a mí, le corresponde al juez. Ha habido más de 300 querellas y denuncias presentadas pero desgraciadamente no es que no haya prosperado ninguna, es que ni siquiera ha ido a declarar a un juzgado la persona que firmó ese protocolo [Carlos Mur, exdirector general de coordinación sociosanitaria, cesado en mayo de 2020]. Que creo que lo mínimo es que hubiera ido al juzgado a explicar por qué lo escribió, qué objetivos tenía, si fue una decisión suya o que le vino impuesta desde arriba… El caso es que nadie le ha llamado a él ni a ningún otro responsable político ya no para imputarle, ni para investigarlo, sino simplemente para dilucidar estas cosas, qué es lo que se pretendía con ese protocolo. Porque si eso no se hace, lo que puede ocurrir es que si vuelve a haber otra epidemia como aquella, vuelva a ocurrir lo mismo.

P. En aquellos momentos era muy difícil entrar a grabar y conocer desde dentro lo que pasaba en las residencias, nosotros publicamos a través de distintos testimonios el caos que se produjo en la residencia pública Nuestra Señora del Carmen, donde los ancianos llevaban pintado en la mano un número como única manera de identificarse. ¿Entró usted en alguna residencia aquellos días, que recuerdo guarda?

Yo en la primera ola visité las residencias y la situación era dantesca"

R. Yo en la primera ola visité las residencias y la situación era dantesca. Durante un Consejo de Gobierno expliqué la visita que había hecho a una residencia de Cienpozuelos y la situación es con las plantillas absolutamente diezmadas, en muchos casos 20 o 30% de las personas infectadas, con muy pocas posibilidades de atención médica y atención social. Era una situación de guerra. Ahí no se podía entrar pero muchos medios sí entraron en Ifema, que se convirtió en un plató televisivo que visitó la presidenta seis veces, se cantaba, se repartían bocadillos de calamares, estuvo el rey y el líder de la oposición… El contraste, visto con perspectiva, no puede hacer más que indignarnos.

P. El día que dimitió, hace justo dos años, dijo “el modelo de residencias necesita ser cambiado”. ¿Cree que se ha hecho algo desde entonces?

R. Que el modelo necesitaba un cambio ya lo dije antes, durante la pandemia y después. Creo que sigue necesitándose. A nivel nacional se ha hecho algo, como que las residencias no puedan tener 500 plazas, tienen que ser más pequeñas… Pero no ha cambiado gran cosa. Cuando nos fuimos pudimos empezar a cambiar lo que se paga por plaza, que era 54 euros por plaza al día. Es imposible encontrar una pensión por ese precio. Conseguimos subirlo algo por encima de 60 euros, pero no es suficiente. Tiene que haber un cambio muy importante respecto a las residencias, pero se requiere no solo voluntad política sino también presupuestos. En España le dedicamos un 0,8% del PIB mientras que países del entorno le dedican el 2%. Por tanto, si queremos tener una atención similar a otros países, donde tampoco es la panacea pero están mejor, hay que seguir invirtiendo en dependencia y en mayores, que la sociedad no puede mirar para otro lado. Que los últimos años de la vida tienen que desarrollarse con absoluta dignidad.