Pensábamos que eramos los únicos que no habíamos resuelto nuestros problemas de memoria histórica, pero no, el pasado nos persigue a todos. Si la guerra civil estadounidense ha sido esta semana motivo de disturbios en Virginia, el XXX aniversario del suicidio del Rudolf Hess es razón de celebración en Alemania, pero para honrarle. Su tumba en Wunsiedel se convirtió en lugar de manifestaciones de extrema derecha hasta julio de 2011, cuando se exhumaron sus restos y la tumba se eliminó.

Rudolf Hess pasó los últimos 41 años de su vida encerrado en la prisión de Spandau y en 1987, siendo el único prisionero de la cárcel se suicidó. Allí permanecía desde que fue sentenciado a cadena perpetua en los juicios de Nuremberg al final de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente en el distrito de Spandau de Berlín grupos nazis han convocado una marcha el 19 de agosto para rendirle homenaje. Los nazis se pasean por el siglo XXI.

La historia de Hess ha convertido al nazi en el prisionero más emblemático del nacionalsocialismo. Fue el encarcelado de más alto nivel que pagó condena por crímenes de guerra, en una supuesta línea sucesoria de Hitler era el siguiente tras Göring. Inició su andadura más cerca del Führer pero su inteligencia, según los historiadores no era muy acusada. Probablemente, por esa razón, le debió parecer buena idea lanzarse en paracaídas en Escocia para intentar convencer al gobierno británico para que se uniera a Hitler contra los comunistas rusos a los que nazis estaban decididos a combatir. Así que Hess, en 1941, quedó preso de por vida hasta convertirse en el último prisionero de la Segunda Guerra Mundial. Göring que también fue juzgado en Nuremberg se suicidó antes de que fuera ejecutada la pena de muerte a la que fue condenado.