El cuento de la criada  (The Handmaid’s Tale), la serie de HBO que triunfó en los Emmy y en los Globos de Oro, basada en el libro de Margaret Atwood, inicia su segunda temporada. Elisabeth Moss, ganadora de un Globo de Oro por su interpretación de June, vuelve a introducirse en el mundo distópico que concibió la escritora norteamericana para enseñarnos cómo todos los logros que tenemos en nuestra democracia, seguramente imperfecta, se pueden acabar de un día para otro y nuestra vida transformarse en un infierno.

En la segunda temporada de El cuento de la criada conocemos más detalles del origen de Gilead, la dictadura de ultracristiana que controla EEUU y cómo lo vive June quien, como se ve en la primera temporada, es obligada a convertirse en esclava reproductora y adoptar un nuevo nombre: Defred.

En los dos primeros capítulos de la segunda temporada se muestran aspectos de la persecución a todo tipo de libertades como la libertad sexual, de pensamiento, de expresión y hasta movimiento. Es significativa la aparición de un represaliado Boston Globe, el diario conocido por destapar la pederastia en la iglesia.

El universo estético tan logrado en la primera temporada continúa intacto, así como la tensión narrativa y el dolor compartido con los protagonistas. Pero ampliamos sufrimiento al conocer a las Colonias. El lugar donde terminan quienes no se pliegan a nuevo orden impuesto, cuando no son asesinados. No es una serie fácil de ver, pero sí necesaria.

Las torturas y los horrores que se pueden ver en la segunda temporada contienen una terrible verdad, es que parten de hechos reales. Lo único distópico que tiene El cuento de la criada es que no ha ocurrido en EEUU. Pero a poco que sepamos de historia contemporánea y actualidad, nos son familiares los estadios deportivos donde se ejecuta y se tortura a la gente, la criminalización, persecución y ejecución de personas que no profesan una religión, una educación o poseen una orientación sexual distinta. Y, por supuesto, la aniquilación de la libertad de expresión, eliminando a los medios de comunicación, a los periodistas y a los profesores universitarios.

El robo de bebés para su entrega a la élite dominante y asesina, no es distopía, es historia reciente.

Ni siquiera pertenecen al imaginario de Atwood los horrores más grandes de la serie. El robo de bebés para su entrega a la élite dominante y asesina, no es distopía, es historia reciente. ¿Y las Colonias? Un campamento de verano comparadas con Auschwitz.

La mayor de las ficciones de El cuento de la criada se produce en Canadá, en la realidad uno de los mejores destinos para refugiados de todo el mundo, es lugar de acogida de los estadounidenses que huyen de la dictadura ultra. Pasaporte, ayuda económica y un techo digno hasta que el refugiado se valga por sí mismo. Siempre hay sitio para la utopía.