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40 años de la boda de Lady Di y el príncipe Carlos: 25 cosas que no sabías

Collage de El príncipe Carlos de Inglaterra con Lady Di el día de su boda y de fondo Camilla Parker Bowles y sus hijos Harry y Guillermo de Cambridge

La princesa Diana y el príncipe Carlos. Carmen Vivas

“Aquí tenemos el material del que están hechos los cuentos de hadas”, proclamó el arzobispo de Canterbury en la llamada “boda del siglo”, el enlace del príncipe Carlos y Lady Diana Spencer, del cual se cumplen hoy cuarenta años. Un cuento de hadas: eso es lo que tenía que haber sido o, al menos, así lo quiso creer el mundo entero. Sin embargo, los dos protagonistas de la jornada, el príncipe Carlos y la jovencísima Diana (de 20 años por entonces), sabían perfectamente bien que aquello no era ninguna fábula. Más bien lo contrario: era una farsa, un teatro, el inicio de una tragedia que hubiese deleitado al mismísimo Shakespeare. Como la propia Diana reconoció años más tarde, aquel fatídico día se sentía “como una oveja que va al matadero”.

Pero hubo más que un mal presentimiento por su parte. Repasamos aquí algunas de las principales anécdotas que aquel enlace que siguieron 750 millones de personas por televisión (de 74 países diferentes).

1. Carlos y Diana tan sólo se habían visto 13 veces antes de su boda

Carlos y Diana se conocieron gracias a una hermana de ella, Lady Sarah, la cual salió brevemente con el príncipe de Gales en 1977. Sarah invitó a Carlos a Althorp, la inmensa finca campestre de la familia Spencer, y allí el príncipe vio por primera vez a la que iba a ser su esposa. Aunque hay que decir que en aquel primer encuentro no le hizo el más mínimo caso: Diana era por entonces una mera adolescente.

No sería hasta tres años más tarde, en el verano de 1980, cuando Carlos comenzó a mirarla con otros ojos. La pareja volvió a coincidir en New Grove, cerca de Petworth, en una casa propiedad de un amigo de ambos, Philip de Pass. Por la mañana se había organizado un partido de polo, luego disfrutaron de una barbacoa y, después, sentados en un fajo de heno, Diana y Carlos comenzaron a charlar. Él estaba aún muy afligido por la muerte de su tío, Lord Richard Dickie Mountbatten, asesinado por el IRA un año antes. Ella le dijo que lo había visto por televisión durante el funeral y que “parecía muy solo —alguien debería cuidar de ti”. Según la versión de la propia Diana, él se le abalanzó y comenzó a besarla.

A partir de ahí el príncipe la comenzó a invitar al ballet y a la ópera, aunque nunca eran citas a solas y siempre estaban rodeados de amigos de él. También la invitó a Balmoral, donde Diana deleitó a todos los presentes con su simpatía y espontaneidad. A nadie se le escapó que Diana era una candidata perfecta para convertirse en la nueva princesa de Gales: era aristócrata (los Spencer son una de las familias con más pedigrí de Inglaterra), joven, de religión protestante y virgen (lo cual, por entonces, era un requisito indispensable). Todos asumieron que era una jovencita ingenua y, por tanto, perfectamente maleable. No podían imaginarse lo equivocados que estaban.

Presionado por todas bandas (incluso por Camilla Parker-Bowles, su amante), Carlos sintió que debía dar una oportunidad a aquella relación, aunque no se puede decir que se implicara mucho en el cortejo amoroso: como reconoció Diana, no se vieron más que trece veces antes de pasar por el altar.

2. Diana fue traslada a Clarence House el día antes del anuncio de compromiso y luego a Buckingham

Para evitar que la agobiaran los fotógrafos, el día antes del anuncio de compromiso, Diana fue discretamente trasladada a Clarence House, la residencia de la Reina Madre (y, actualmente, del príncipe de Gales). Luego vivió hasta su boda en Buckingham, un lugar que le resultó frío, inhóspito y muy solitario. La mayoría del tiempo Diana estuvo sola sin nada más que hacer que ver la televisión todo el rato.

3. Diana escogió el traje para su anuncio de compromiso justo el día de antes

El compromiso de boda se anunció el 24 de febrero de 1981. El día antes, Diana y su madre fueron de compras para escoger el vestido adecuado. Primero fueron a Bellville Sassoon, una de las tiendas más refinadas de Londres, pero la dependienta no fue lo que se dice agradable con ellas. Tras probarse varios vestidos y no encontrar nada que le acabase de gustar, la susodicha, sin ser consciente de con quién estaba hablando, les recomendó de manera poco cortés que quizás deberían probar otra tienda más económica.

Y así lo hicieron: pusieron rumbo inmediatamente a los grandes almacenes Harrod’s y escogieron un traje chaqueta azul cobalto de una de las perchas. Estaba diseñado por la firma Cojana y consistía en una falda larga y una chaqueta entallada con un cinturón. Diana lo complementó con una blusa anudada al cuello.

4. Durante el anuncio del compromiso, ya se podía ver que algo fallaba

El día en que se anunció el compromiso, Carlos y Diana aparecieron muy sonrientes frente a las cámaras en los jardines de Buckingham. Luego concedieron una entrevista para la televisión, la cual tendría que haber sido anodina, cursi y perfectamente olvidable. Pero Carlos metió la pata: cuando el entrevistador les preguntó si estaban enamorados, ella contestó que “por supuesto”, mientras que él observó “signifique lo que signifique la palabra amor”.

5. Los dos reconocieron abiertamente tener serias dudas sobre la boda

Tanto Diana como Carlos albergaron muchas dudas sobre si estaban o no dando el paso correcto. Cuando ella se enteró que Carlos le había regalado un brazalete a Camila, llegó a reconocer a sus hermanas que quizás deberían pararlo todo, aunque éstas le contestaron: “Mala suerte, tu cara ya está en todos los souvenirs”. El propio Carlos también desveló a sus amigos que estaba confundido y muy preocupado. Según una carta que envió a uno de ellos, Carlos quería hacer “lo mejor para el país y para mi familia”, aunque sabía en el fondo “que estaba cometiendo un grave error”.

6. Diana fue la primera ciudadana británica en casarse con un heredero al trono desde… ¡1660!

Normalmente, los herederos al trono británico se solían casar con princesas, casi siempre extranjeras. De hecho, había que retrotraerse hasta el siglo XVII para encontrar un precedente de una unión entre un príncipe de Gales y una plebeya: fue el caso de Anne Hyde y el futuro Jaime II. Irónicamente, aquella unión también fue bastante problemática. Como era católica, Anne nunca se ganó la simpatía del pueblo inglés.

7. Diana quería un vestido de bodas de “princesa de cuento”

Diana escogió como diseñadores de su vestido de bodas a Elizabeth y David Emmanuel, una elección que sorprendió a todos porque eran una pareja de diseñadores sin prácticamente experiencia (hacía tan sólo un año que habían salido de la facultad de moda). Pero a Diana le gustaba su estilo romántico, desenfrenado y algo excéntrico, y no dudó en contratarlos. De hecho, fue ella misma quien los llamó por teléfono.

Se necesitaron tres meses para hacerlo y Diana acudió disciplinadamente a probárselo repetidas veces. Siempre que iba al taller de Brook Street se pasaba por el piso donde estaban las modistas para decir hola. Desde el principio dejó claro que quería un diseño “de princesa”, con una parte de arriba ajustada, mangas abullonadas y una gran falda de vuelo.

8. Diana adelgazó tanto que no se cosió el vestido hasta el último momento

Tal como se supo años más tarde, la bulimia de Diana comenzó los meses antes de su boda y adelgazó tanto que su cintura pasó de medir 74 centímetros a 58. El vestido tuvo que hacerse y rehacerse cinco veces para adaptarse a la figura menguante de la futura princesa, pero llegó un momento en que el modisto se cansó y dijo que no volvía a cortar más patrones hasta que supieran exactamente qué medidas Diana iba a tener el día de su boda. Finalmente, cuando pareció que Diana se estabilizó un poco, cortaron las decenas de metros de tafetán de Stephen Walters y la seda de Lullingtsone Silk Farm que habían encargado. El encaje vino de la firma Roger Watson y se incrustaron diez mil perlitas y pequeñas lentejuelas brillantes por todo el vestido y también por el velo.

9. Hubo un segundo traje de novia listo por si acaso

Como la prensa estaba continuamente husmeando por las ventanas y todos querían conocer el diseño antes del día de la boda, se llegó a temer que alguien consiguiera una fotografía del traje. Para evitar que el vestido no fuera una sorpresa, se hizo otro “por si acaso”. También se hizo una réplica exacta de la falda del vestido que finalmente llevó Diana “por si acaso se lo manchaba tomando una taza de café”.

10. Había un paraguas especial diseñado por si acaso llovía

Lo cual era una posibilidad muy real en Londres. Elizabeth y David Emanuel diseñaron un paraguas de encaje con perlas incrustado que hubiese quedado bastante victoriano.

11. Mientras la arreglaban, Diana iba en tejanos

Antes de enfundarse el enorme traje, Diana atendió a la maquilladora y los peluqueros. Una de las que iban a ser sus damas, India Hicks, recordaría años más tarde que Diana estaba tranquilamente sentada en una silla vestida con tejanos mientras todo a su alrededor era un auténtico bullicio de gente que iba y venía. También recordaría que había un pequeño televisor en la sala y que Diana lo iba mirando mientras le acaban de poner la tiara Spencer que llevaría. En un momento determinado hubo un anuncio de los helados Just One Cornetto y Diana se puso a cantar el estribillo de la canción comercial.

12. Diana llevó la cola más larga de cualquier vestido de novia real de la historia

Medía más de siete metros y medio. Como no tenían espacio suficiente en su taller para extenderla por el suelo, Elizabeth y David Emanuel ocuparon un pasillo de Buckingham poco frecuentado y allí pudieron coser la cola tranquilamente.

13. Diana llevó unos zapatos casi planos

Diseñados por Clive Shilton, uno de los zapateros favoritos de las celebrities, Diana llevó unos zapatos con muy poco tacón para no parecer más alta que su marido. Los zapatos se hicieron de satén y fueron adornados con 500 pequeñas lentejuelas y 100 perlas. Las suelas interiores eran de terciopelo y llevan las letras “C” y “D” grabadas, por Carlos y Diana. En la solapa llevaban un gran corazón con un ribete de encaje.

14. Diana llevó una herradura cosida al vestido para darle suerte

Era de oro de 18 quilates con pequeños diamantes. Iba cosida a la etiqueta del vestido y los diseñadores la pusieron allí como amuleto para darle suerte.

15. Sin querer, Diana derramó perfume por encima del vestido

Diana escogió para su boda el perfume Quelques Fleurs de la casa parisina Houbigant. Mientras se lo ponía en las muñecas, se le cayó bastante por el vestido y le creó una pequeña mancha en la falda. Como no había tiempo de cambiársela, su maquilladora ese día, Barbara Daly, le dijo que lo tapara todo el rato con el ramo o con su mano. Es por eso que, durante gran parte de la ceremonia, se ve a Diana taparse un trozo de la falda repetidas veces.

16. Fue la primera boda real en la catedral de San Pablo desde 1501

Tradicionalmente, las bodas de la realeza se organizaban en Windsor o el palacio de San Jaime, en Londres. No fue hasta que se casaron los padres de la actual soberana (el príncipe Alberto, entonces duque de York, y Elizabeth Bowes-Lyon) que se comenzó a usar la abadía de Westminster. Desde entonces, es el lugar preferido de los royals para casarse.

Sin embargo, para la boda de Carlos y Diana se esperaba tanta gente que no hubiesen cabido en la abadía (sólo caben 2.200 personas) y se pensó que la catedral de San Pablo, con capacidad para 3.500 personas, era mejor opción. De nuevo, para buscar un antecedente había que ir a los tiempos de los Tudor: la catedral de San Pablo no acogía una boda real desde 1501, cuando Catalina de Aragón se casó con Arturo, entonces príncipe de Gales. (Explicación necesaria: Catalina primero se casó con Arturo, pero éste murió enseguida y, por ello, se decidió que se casara con Enrique, futuro Enrique VIII).

17. Fue la tercera boda de la realeza en ser retransmitida por televisión en directo

Las televisiones tuvieron un protagonismo especial aquel 29 de julio de 1981. Pero, aunque ahora nos resulte extraño, aquella era tan sólo la tercera vez que se retransmitía en directo la ceremonia dentro de la iglesia. En el caso de la reina Isabel, las cámaras no habían sido admitidas dentro de la abadía de Westminster y hubo que esperar a la boda de su hermana, la princesa Margarita, con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones para que la BBC hiciera acto de presencia. A partir de ahí, eso sí, las cámaras estuvieron presentes en el enlace de la princesa Ana, hija de la Reina, en 1973 y, por supuesto, en la de Carlos y Diana.

18. Diana se equivocó al dar el “sí, quiero”

La novia estaba tan nerviosa que, a la hora de hacer su juramento, en vez de decir “te tomo a ti, Charles Arthur George”, dijo “Charles Philip”. El príncipe Carlos se lo tomó a risa y dijo que, en realidad, Diana se había casado con su padre.

19. ¿Y Camilla?

Sí, Camilla Parker Bowles fue invitada a la ceremonia religiosa, aunque no al almuerzo posterior. Diana siempre diría años más tarde que, mientras avanzaba hacia el altar, se fijó en ella (“Iba vestida de gris, con un sombrero a caja”, recordaría).

20. El suyo fue el primer beso de unos recién casados en el balcón de Buckingham

A pesar de que, generalmente, las parejas reales nunca se besaban en el balcón de palacio, en cuanto la pareja apareció delante de la multitud, ésta comenzó a chillar “Kiss, kiss”, es decir, “beso, beso”. El príncipe Andrés le dijo a su hermano en broma: “Vamos, bésala”. Carlos, siempre respetuoso con el protocolo, le pidió permiso a su madre, la Reina: “May I? ¿Puedo?”. Al contestar Isabel II que sí, Carlos y Diana se besaron.

21. Sólo 120 personas acudieron al almuerzo

A pesar de que a la catedral asistieron miles de personas, al almuerzo posterior en el palacio de Buckingham sólo fueron invitadas unas ciento veinte.

22. El menú se escribió en francés

Desde los tiempos de la reina Victoria, todos los menús que se ofrecen en palacio de Buckingham se escriben en francés. Para la boda de Carlos y Diana, se ofrecieron Quenelles de Barbue Cardinal, seguido de Suprême de Volaille acompañado de Fêves au Beurre, Maïs à la Créme et Pomme Nouvelles. Luego se sirvió una ensalada y se acabó con fresas con Crème Caillée.

Según los expertos en realeza, el menú que se ofreció en la boda de julio de 1981 fue de una gran sencillez si lo comparamos con el de otros enlaces. Sin embargo, la selección de vinos fue de altísima calidad: un Brauneberger Juffer Spätlese de 1976, un Château Latour 1959, seguido de champán Krug de 1969.

23. Hubo 27 tartas

Después de degustar la fresas, los invitados al almuerzo pudieron escoger un trozo de entre las veintisiete tartas gourmet que se prepararon para la ocasión. La tarta oficial de bodas fue una creación del pastelero David Avery, jefe de la Royal Naval Cookery School. Estaba hecha de bizcocho de frutas, medía más de metro y medio de alto y estaba compuesta por cinco pisos con forma de pentágono. Como adornos se escogieron columnas corintias, flores y los escudos de armas de ambas familias.

24. Después del almuerzo, la pareja fue hasta la estación de Waterloo

Los novios se cambiaron de ropa y se montaron en una carroza que los llevó hasta la estación de tren de Waterloo. Allí tomaron un tren que los llevó a Broadlands, una casa de campo propiedad de los Mountbatten donde Carlos y Diana pasaron sus primeros días de casados.

25. La boda costó la friolera de 135 millones de dólares

Actuales, abría que apuntar. La cifra que se barajó en 1981 fue de 48 millones de dólares de la época.

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