La Veneno ha muerto. Aquella noticia caló en España casi como lo hace su recuerdo cinco años después del fatídico día. Cristina Ortiz, La Veneno, (Andalucía, 1964 – Madrid, 2016) había muerto en las peores circunstancias, en la peor situación y cargada de sombras aún sin esclarecer. Y es que muchas son las veces que se ha escrito sobre el final de la que fuera musa de Pepe Navarro, pero pocas, las que se ha arrojado luz sobre lo que ocurrió realmente la noche del 6 de noviembre de 2016, tres días antes de que la exvedette falleciera tras ser encontrada por su novio tumbaba en el sofá de su casa seminconsciente, con el cuerpo lleno de moratones, y bajo efectos de ansiolíticos mezclados con una gran cantidad de alcohol que, según los primeros indicios, la llevaron a una caída en su domicilio.

Pero esa hipótesis fue cuestionada desde el mismo día de su muerte por fuentes del entorno de Cristina que, hasta hoy, creen que recibió una paliza ya sea motivada por un ajuste de cuentas debido a la información reflejada en su biografía publicada escasas semanas atrás, en la que se revelaban las iniciales J.B y M.M referidas a importantes personalidades de España, con las que afirmaba haber mantenido relaciones sexuales durante la etapa en la que ejercía la prostitución; o por una discusión con la que era su pareja por aquel entonces, Allin, con quien mantenía una relación tortuosa y violenta que, según describieron conocidos y amigos de La Veneno tras su muerte, había cambiado por completo a la artista.

Sea como fuere, cinco años después de su muerte, el adiós de La Veneno sigue siendo el adiós a una de las primeras caras visibles de la realidad de las prostitutas transexuales, mostrando un mundo que hasta entonces había permanecido oculto y en la sombra de una sociedad responsable del dolor ahora admirado y convertido en icono.

De Joselito 'el maricón' a «la puta que más ganaba»

José Antonio Ortiz, que es como se le conoció durante sus primeros años, nació en la localidad almeriense de Adra, «donde la que no es puta, ladra», decía, y donde desde muy pequeña confesó sentirse una mujer y decidió asumir su rol de transgénero. Aquello, de acuerdo con sus propias palabras, fue motivo de agresiones y malos tratos por parte de familiares y vecinos del pueblo que repudiaban su identidad a gritos y burla de «Joselito el maricón»: «Soy el cuarto de seis hermanos. Lo digo así porque es de cuando era niño y en esa época me sale hablar de mí en masculino; qué le voy a hacer, ya es una costumbre», contaba La Veneno en su autobiografía, Digo, ni puta ni santa, escrita junto a la periodista Valeria Vegas y publicada un par de meses antes de su muerte: «La primera vez que me gritaron 'Joselito el maricón' tenía cuatro años. Entonces no sufría. Más adelante sí, sobre todo, cuando me di cuenta de que mis padres no me apoyaban. Mi madre me estuvo pegando hasta los 28 años», relató.

Mis padres no me apoyaban, mi madre me estuvo pegando hasta los veintiocho años"

cristina ortiz, 'la veneno'

Joselito cada vez se sentía más y más Cristina y, encerrado en su cuerpo, abandonó su pueblo natal para convertir Madrid en su refugió. Era finales de los noventa cuando, en medio de la neblina de frías noches y entre los pasillos del Parque del Oeste de la capital, se abría paso La Veneno, una mujer con figura estoica y una personalidad tan enigmática como arrolladora que ya no quería saber nada de su pasado: «Un día paseando por la calle vi a una mujer espectacular. '¿Tu que eres?', le pregunté. 'Soy travesti', me dijo. Yo quiero ser como tú». Cristina empezó entonces a hormonarse y pocos meses después, a ejercer la profesión más antigua del mundo y prostituirse en el Parque del Oeste para poder permitirse las operaciones estéticas propias de un cambio de sexo de por aquel entonces. Allí, pronto se convirtió en «la puta que más ganaba: hasta 100.000 pesetas por llevármelos a casa».

Pepe Navarro y 'La Veneno' en Esta noche cruzamos el Mississippi, (1995). Imagen de archivo

En 1996 La Veneno saltó a la fama tras una entrevista en el programa Esta noche cruzamos el Mississippi, del que Pepe Navarro era el presentador. Navarro quedo fascinado por ella. Y España también. Desde entonces, Cristina Ortiz encumbró en las noches más canallas de la pequeña pantalla y apareció numerosas veces en el late night de Telecinco y más tarde, en La sonrisa del pelicano, de Antena 3: «Los hacía con gracia y un toque muy personal. Se ponía a hablar de su vida cotidiana: el sufrimiento que vivió en su pueblo, los maltratos, el sexo con un cliente o sobre sus amigas», apunta Vegas en sus memorias. «Gracias a 'La Veneno' descubrimos personajes como 'La Camellona', 'La Walkiria', o 'Paca la Piraña', además de a Marisol, la falsa cirujana del Raval que no te ponía silicona si no aceite de aviones, e inyectaba silicona con una jeringa para caballos».

Durante su etapa de colaboración televisiva, Cristina se lanzó como cantante con los sencillos Veneno pa tu piel y El rap de La veneno. Además, también obtuvo varios contratos y comenzó a actuar como vedette en diversos centros nocturnos que le llevaron desde a una gira de pueblos por España, hasta protagonizar varias cintas pornográficas como El secreto de La Veneno y La venganza de La Veneno, o desfilar como modelo del diseñador de moda español, Antonio Alvarado, que cambió la imagen internacional de la moda española en los años ochenta con iniciativas como la Pasarela Cibeles.

Me raparon porque decían que con el pelo suelto y largo iba a provocar a los hombres"

cristina ortiz, 'la veneno'

Pero los aparentes cielos despejados en los que vivía Cristina Ortiz pronto se convirtieron en su peor pesadilla. Apurada por sus deudas, la cantante, actriz y vedette, prendió fuego a su propia casa para poder cobrar el seguro del hogar. La Veneno fue entonces juzgada y condenada a tres años de prisión en una cárcel de hombres, dado que en esa época las personas transexuales no podían elegir si cumplir condena en una penitenciaria masculina o femenina. Y allí permaneció hasta el año 2006: «Ella no tuvo elección y la cárcel no le vino bien, le hizo más daño. Cristina venía de un mundo hostil y de una violencia que no dejaba de repetirle que no encajaba en la sociedad. Pero La Veneno no solo era fuerte, siempre fue resiliente».

A su salida, con un visible deterioro físico y 41 años, La Veneno volvió a los platós de televisión a contar su dura experiencia entre rejas, de la que habló de violaciones y maltrato por parte de los funcionarios de prisiones: «Pensé que era una pesadilla. Lloraba lágrimas de sangre. Me prohibieron la ropa de mujer, me lo quitaron todo. A los seis días de ingresar en prisión me raparon la cabeza porque decían que con el pelo suelto y largo provocaba a los hombres. Me pegaron y violaron, cuatro funcionarios y un jefe de servicio», declaró.

Cristina Ortiz, 'La Veneno' en una imagen de archivo. EFE

Icono LGBTIQ+: Cristina Ortiz antes que 'La Veneno'

Su vida fue una lucha contra los convencionalismos que le impedían ser mujer. La televisión la convirtió en estrella, pero ella era Cristina, y Cristina de puertas para dentro se enfrentaba a las consecuencias de la violencia familiar, el desarraigo, la falta absoluta de oportunidades y la incomprensión de una sociedad que tanto la admiró como machacó por ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. La historia de La Veneno ha trascendido como la segunda mujer trans conocida en España a nivel popular después de Bibiana Fernández y, lejos de lo que provocó su mera existencia, su historia va más allá de lo que una mujer trans de un pequeño pueblo de Almería podía imaginar: «Cristina apareció en nuestras vidas en 1995, en la dura década de los 90, cuando en Barcelona fue asesinada Sonia Rescalvo por ser trans, y en nuestro Madrid, Mariano Gómez, en la Casa de Campo, por ir a conocer otros chicos gays. Cristina hablaba sin tapujos, sin miedo, justo lo que necesitábamos. Y por ello fue un halo de viento fresco. Un impulso para recordarnos que se podía vivir ahí afuera».

Convertida en el icono reciente de mayor trascendencia de la comunidad LGTBIQ+, el legado de La Veneno se ha traducido en una placa colocada en el lugar donde fue libre, el Parque del Oeste, y en una serie original de ATRESplayer PREMIUM que «narra, a través de una heroína implacable, la historia de la realidad LGBTI en España desde los años 60 hasta la actualidad. Es la historia de una mujer luchadora, y un relato muy local, cuya asombrosa vida y sus valores universales, con los que se pueden identificar personas de todo el mundo, la convierten en una serie de interés global».

La serie, Premio Iris de la Crítica 2020 «por visibilizar con su historia la transexualidad y ser un referente», es una ficción inspirada en ¡Digo! Ni puta ni santa y, creada por Javier Calvo y Javier Ambrossi, y protagonizada por Lola Dueñas, Goya Toledo, Ester Expósito, Paca La Piraña, Sophia Lamar, Mariona Terés o Mercedes León, entre otras, ha llevado el nombre de Cristina Ortiz por todo el mundo tras su reciente publicación en HBO Max y medios de comunicación como Variety, Time y Los Angeles Time, que señalan a la ficción como «un documental en forma de precioso homenaje hacia alguien que fue muy importante en la vida de muchas personas».