Aún es un territorio de penumbras. La luz apenas ha entrado y las ventanas siguen cerradas. Han pasado más de cuarenta años y el polvo sobre su historia, sobre su pasado, sigue acumulándose al calor de viejas leyes. Fue el Cuerpo que la dictadura constituyó para controlar a la oposición, para impedir que los movimientos de izquierda o críticos con el régimen pudieran poner en peligro su continuidad o simplemente el desarrollo de sus proyectos, mensajes y jerarquía. La Brigada Político-Social, la policía ‘política’ del Franquismo, cerró la etapa de la dictadura y se integró en la débil democracia de finales de los 70.

Desde entonces, las preguntas y petición de responsabilidades han continuado sin ser satisfechas. También sin ser apenas investigadas. Ha sido precisamente esa ausencia de información, de investigaciones y la pervivencia de la impunidad con la que el tiempo ha tapado su pasado lo que ha llevado al doctor en Historia, Carlos Alcántara (Avilés, 1992) a investigar qué fue, cómo actuó y cómo se desarrolló lo que define como ‘La policía secreta de Franco’ (Ediciones España).

En su entorno nadie la padeció ni mucho menos perteneció a ella, pero siempre le llamó la atención las historias que rodeaban a aquella unidad de la dictadura. Los relatos sobre sus excesos y la ausencia de investigaciones llevaron a este historiador a dar el paso. Fue la investigación de su tesis doctoral, una labor en la que topó no sólo con una ausencia de trabajos previos sino con resistencias a facilitar su labor más de cuatro décadas después de su disolución.

El último decreto que puso fin a la Brigada Político Social data de 1981, poco después del Golpe de Estado. Fue el momento en el que se cerró una historia que comenzó en 1938. “Ya entonces había un pacto con la policía alemana de Hitler, con la Gestapo, para cooperar económica y policialmente”, asegura Alcántara. Después vendría la Ley General de Policía de 1941, “que le dio carta de legalidad” y un año más tarde la norma “por la que la Brigada Político Social debía adherirse a los principios del Movimiento”.     

Unidad de represión y propaganda

Es precisamente este uno de los elementos singulares de la ‘policía política’ de Franco en comparación con otros cuerpos similares de otros regímenes totalitarios: “Evidentemente, todas las policías políticas están vinculadas al régimen que representan pero en este caso lo hizo de un modo mucho más férreo. Nunca hubo fracturas o cuestionamiento del régimen, como sí ocurrió en otros ámbitos, como el judicial, en los últimos años de la dictadura”, señala Alcántara. “La brigada actuó como un aparato de represión contra la oposición pero también como un aparato de propaganda. Estaba integrado por policías con una adhesión total, debían estar vinculados al Movimiento Nacional. Este elemento de ideologización tan fuerte no aparece en otras policías”.  

La práctica policial abusiva, con el empleo de las torturas, siempre ha sobrevolado la historia de esta unidad. Alcántara asegura que es precisamente eso lo que la ha convertido en un organismo sobre el que no se quiere arrojar luz ni información. “Es muy difícil hablar con policías que pertenecieron a esa unidad, con sus entornos o acceder a cierta información. No quieren enfrentarse a ese pasado”.

Una historia de denuncias de abusos y excesos policiales que ha quedado impune, señala: “Hubo muchas denuncias y juicios por torturas pero la mayoría quedaron impunes. El régimen paraba esas denuncias y en la Transición, con la Ley de Amnistía, quedaron impunes. Por eso no ha habido ningún tipo de justicia ni reparación, todo eso sigue en un cajón”, asegura.

Aún hoy el acceso a ciertos archivos no se permite y la Ley de Secretos Oficiales blinda esa oscuridad sobre gran parte de la historia de esta unidad policial, “tienes que irte a fuentes del extranjero para conocer ciertas cosas”, señala: “En mi caso he acudido a documentos de la CIA y el FBI.

Integrados en la Transición

En realidad, ‘La Policía secreta de Franco’ es una primera aproximación. Queda mucho más por saber, como las relaciones con otras policías de otras dictaduras, los vínculos con la extrema derecha, sus actuaciones en otras regiones de España que no sean Euskadi, Cataluña o Madrid, donde se conoce algo más…”. Entre los casos más conocidos figuran el del jefe de la Brigada Político Social de San Sebastián, Melitón Manzanas, quien fue asesinado por ETA el 2 de agosto de 1968 o el de Antonio González Pacheco, Billy el Niño, que falleció hace dos años.

El investigador señala que las actuaciones al margen de la ley también perduraron tras la dictadura. Durante la Transición la mayor parte de los miembros de la Brigada Político-Social se integraron en diversos cuerpos policiales. Sus modos de actuar, de funcionar, no se logró erradicar de la noche a la mañana. “En algunos casos incluso llegaron a ocupar puestos de responsabilidad, en tiempos del ministro Martín Villa, por ejemplo. Hablamos de policías que formaron parte de la llamada ‘guerra sucia’ que se planteó en la lucha antiterrorista, los GAL…”.

Alcántara confía en que la ligera apertura iniciada en los últimos años, fundamentalmente por la presión mediática, se amplíe y permita conocer mucho más. Espera que no sólo los medios de comunicación sino los partidos políticos, las asociaciones de memoria y las entidades públicas impulsen ese paso: "Mi trabajo sólo es una primera piedra. Aún queda mucho por desvelar de lo que sucedió en aquella época".