El 11 de noviembre de 1972 Barbara Daly Baekeland, nuera del creador del plástico, moría apuñalada en Londres por su hijo. Miembro de la aristocracia estadounidense, intento de actriz, modelo en su juventud... se destapaba entonces una de las historias más polémicas de las últimas décadas: la mujer que yacía muerta con 12 agujeros en el cuerpo llevaba años violando a su asesino. Llevaba años obligándole a acostarse con ella para "curar" su homosexualidad.

La historia llenó páginas de periódicos, destruyó la reputación de una familia y acabó en la gran pantalla de la mano de Tom Kalin, que dirigió 'Savage Grace' (protagonizada por Julianne Moore) pese a férrea oposición que se encontró con los productores americanos.


A Barbara Daly Baekeland (Boston, 1922) la vida le daba siempre una de cal y otra de arena. Había nacido en una familia humilde y desestructura, con un padre con fuertes problemas mentales que decidió acallar los ruidos de su cabeza llenándose los pulmones con dióxido de carbono. Cuando él se suicidó, ella tenía 11 años y un seguro de vida que les permitió, a ella y a su madre, mudarse a Nueva York donde nadie conocía su historia.

Era guapa, alta, espigada, fuerte de carácter y no tardó mucho en llamar la atención de pintores y fotógrafos que convirtieron a aquella ya adolescente en la modelo perfecta para su pinturas y fotografías. Su cara empezó a ser un reclamo y apareció en revistas como Vogue o Happer's Bazaar.

A medida que crecía en presencia y edad, la alta sociedad estadounidense comenzó a invitarla a fiestas. Se enganchó rápido a trasnochar y a derrochar y más aun cuando el hijo de un empresario multimillonario la agarró de la mano.

Se hicieron amigas y así conoció a su hermano pequeño, Brooks, un piloto nieto del inventor de la resina sintética llamada baquelita

El actor de cine negro Dana Andrews, que le había ayudado a conseguir un papel menor en una película hollywoodiense, también le había presentado a otra aspirante a actriz, Cornelia Baekeland. Se hicieron amigas y así conoció a su hermano pequeño, Brooks, un piloto nieto del inventor de la resina sintética llamada baquelita.

A los pocos meses ella le dijo que estaba embarazada y se casaron rápidamente. Algunos dicen que mintió, otros que perdió a ese niño que esperaba, pero al cabo de 1 año, en 1946, el vientre le ensanchó del todo y dio a luz a Anthony.

La paternidad no alteró la vida de los Baekeland, o sí pero al extremo opuesto. Si antes habían sido asiduos a fiestas, ahora su vida era ir de coctel en coctel pero también de amante en amante. Se habían instalado en Nueva York, en un apartamento imponente del Upper East Side, y su casa se había convertido en el centro de las juergas nocturnas. Por allí pasaron desde Greta Garbo a William Styron que vieron como su joven anfitriona pasaba de la felicidad al grito angustioso en cuestión de minutos.

Pero la inestabilidad de Barbara no fue un problema para su matrimonio. Ambos viajaban constantemente con el pequeño Anthony como carabina, iban a fiestas en cada ciudad y al final decidieron asentarse en París en la década de los 60 donde toleraban los deslices del otro... hasta que Brooks se enamoró de uno de ellos.

Era una chica más joven que él y las malas lenguas aseguraban que había sido novia de su hijo. Dejó a Barbara, que intentó suicidarse y acaba arropándose en su hijo, que ya tenía 21 años. Se fueron a vivir a Londres y pasaron los veranos en Cadaqués. Siguieron de fiesta en fiesta, de casa en casa, hasta que ella se dio cuenta de que a su hijo le atraían más los hombres que las mujeres.

Le mandó a un psiquiatra para curarle y este le dijo que el problema de Anthony no era la homosexualidad sino la esquizofrenia

Entró en pánico y se lo contó a todo el mundo. Le mandó a un psiquiatra para curarle y este le dijo que el problema de Anthony no era la homosexualidad sino una esquizofrenia que parecía haber heredado de su abuelo materno. Barbara negó la mayor y optó por buscar otra solución.

Primero probó con amigas de su hijo, luego con prostitutas... pero él lo rechazaba todo. Al final pensó que o lo hacía ella o no lo haría nadie y obligó a su hijo a acostarse con ella. No fue una ni dos veces y el comportamiento de Anthony, que iba fácilmente de la felicidad a la ira, comenzó a empeorar.

Pasaron así cuatro años y, tras intentar tirar a su madre a la carretera con el coche en marcha, en noviembre de 1972 acabó asesinándola. Se lo encontró la policía con el cadáver al lado, tranquilo, había pedido comida para cenar.

El juicio se celebró algo más tarde y varios testigos aseguraron que el abuso sexual era conocido por todos, que el incesto era la comidilla del grupo de amigos. Que la propia Barbara contaba que se acostaba con su hijo para curarle. Anthony se libró de la cárcel para ir a parar a un centro psiquiátrico, donde pasó casi cinco años.

Salió gracias a la ayuda de varios amigos y se fue a vivir con su abuela. Unos días más tarde, la apuñaló con un cuchillo de cocina. Él decidió quitarse la vida poco después, en 1981, asfixiándose dentro de una bolsa de plástico.