Jesús López-Terradas es uno de los tres expertos -junto con Pedro y Santiago Ortiz de la Relojería Losada- que cuida semanalmente del reloj de la Real Casa de Correos en Puerta del Sol y cada 31 de diciembre supervisa su funcionamiento mientras el resto de españoles toma las uvas.
Tiene 76 años y desde 1997 su relojería se encarga del mantenimiento semanal para que no se pare. Se hacen fuertes detrás del mecanismo del reloj, frente al reverso de la esfera con los números romanos que da a la concurrida plaza madrileña. Vigilan los segundos y los minutos del reloj que cambian los años de nuestras vidas.
“Llegamos a las once de la noche y comprobamos los micrófonos y el sonido, vemos que todo funciona y luego estamos muy pendientes del mecanismo de la bola”, explica el relojero. Todos los sábados del año hacen el mantenimiento del mecanismo que marca el tiempo de la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid.
El histórico reloj no es infalible y en cualquier momento puede producir un percance. “Si se produce un error técnico en ese momento no tenemos margen de maniobra. Si se para, se para. Nosotros podemos arreglarlo, pero requiere su tiempo”, afirma.

Cada año reciben puntualmente a los periodistas que se interesan por su trabajo porque son conscientes del protagonismo que adquieren en Fin de Año y su funcionamiento. “No hablo de las cosas técnicas porque eso aburre a todo el mundo”, asegura. Así que nos cuenta que vive con normalidad toda la expectación que rodea al momento en el que todo el país está pendiente del reloj que cuidan. “Estamos pendientes del trabajo, de los segundos para que caiga la bola... Luego, nada más terminar la última campanada, de encender el luminoso de Feliz 2024”, relata el relojero.
En la rutina de este artesano del tiempo no está presente ni el glamour impostado, ni el brilli brilli de las cadenas de televisión que al otro lado de la plaza retransmiten con sus cámaras a todo el país los últimos segundos del año.
Fundador de la emblemática Relojería Losada, con 76 años, cada vez tiene más cerca el día que verá las uvas desde casa. “Mi problema no es estar aquí ahora, el problema será cuando tenga que estar en casa y ver las campanadas en la televisión, la sensación que voy a tener será distinta después de tanto tiempo aquí”, reflexiona.
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