La Semana Santa en Sevilla es sagrada, seguramente más que en cualquier otra parte de la cristiandad. La devoción que se vive en la capital hispalense por la representación de la pasión, muerte y resurrección de Cristo es, junto a la Feria de Abril, esa gran fiesta por la que la ciudad suspira cada año. No hay ningún detalle trivial e irrelevante en su preparación, nada que se pueda dejar a la improvisación y todo es susceptible de ser criticado. Por eso su cartel no es solo un cartel, y cualquier nimia polémica puede magnificarse de la forma en la que lo ha hecho el de este año.

Las redes sociales, que no dejan escapar una de estas, han vuelto a convertirse en un diverso espacio de debate en el que un bando ha visto impudicia y blasfemia, el contrario transgresión y modernidad y, entre medias, los chistes y los memes.

Entre ellos, un habitual en este tipo de polémicas, Arturo Pérez-Reverte, que ha puntualizado con su particular sentido del humor que sus amigas sevillanas "van a darle siete vueltas a la ciudad con mantilla y peineta detrás de este Cristo".

Entre las numerosas respuestas que ha provocado este comentario, ha habido muchos que no han entendido así la polémica y han continuado mostrando su desacuerdo con frases como: "No se puede frivolizar con la religión", "El problema es la mirada", "Jesús es fuerte, musculoso, viril. No tiene cara de niña y sus heridas son grandes y profundas", o "¿Sus amigas son de Podemos?".

Otro creador de opinión que se ha pronunciado sobre la polémica ha sido Manuel Jabois, quien ha arremetido duramente contra "los homófobos desquiciados" que critican el cartel en el programa Hora25 de Aimar Bretos. Aunque estas palabras también han tenido su respuesta en redes. "Qué peligroso discurso sobre la masculinidad, estableciendo gradaciones valorativas entre los cuerpos bellos y los feos, como si la belleza tuviera algo que enseñarnos siempre, como si nos hiciera mejor personas", le respondía un tuitero.

Las criticas son muy variadas, casi tantas como los ojos que se fijen en la imagen, y no todas tienen por qué estar de acuerdo entre ellas. Se ha hablado de la escasez de ropa que tapa sus partes íntimas, aunque esta particularidad es similar al Cristo de la Expiración, 'El Cachorro', una de las imágenes de mayor devoción de Sevilla. También ha sido comentada la pose de la mano, la menudencia de las heridas, la juventud del modelo, su belleza y su limpieza, la personalización de sus facciones y la falta de sufrimiento en su rostro. Una de las críticas más repetidas es su "perturbadora" mirada, directa y "seductora". Todos ellos, detalles que ponen en duda la tradicional "virilidad" del Mesías y con ella la de todos aquellos que sólo conciben un único tipo de masculinidad y una única forma de representar a Jesucristo.

El artista, Salustiano García ya ha salido al paso defendiéndose a él y a su trabajo. "Es una obra amable que no quiere ser revolucionaria. Es dulzura y ternura, yo me muevo en ese territorio [...]. Creo que la gente que ha hablado mal de mi obra o que ha visto sexualidad en ella, necesita un poco de cultura artística. La escultura del Cristo Resucitado de El Greco lo representa completamente desnudo, con su pene y todo", decía en una entrevista para ABC de Sevilla. Este artista, reconocido internacionalmente, ya presentó su obra como un Cristo que "luce joven y bello. Joven, como metáfora de pureza, y bello porque, me remito a Platón, belleza y bondad son la misma cosa".

Tal y como ha explicado García en numerosas ocasiones, ha utilizado a su hijo Horacio como modelo natural para darle mayor realismo y personalización a la imagen. Una característica fundamental en su pintura, al igual que los fondos rojos y la influencia renacentista.

La devoción LGTBI por la Semana Santa en Sevilla

Seguramente la imagen tenga la intención de representar otro tipo de belleza, de tantas que hay, otro tipo de masculinidad, de otras tantas que existen. La iconicidad artística del Mesías ha jugado siempre a metamorfosearse en función del tiempo y la cultura de cada época y lugar. Hay ejemplos de Redentores negros (Cristo de Esquipulas o de Portobelo), asiáticos (Karakhoja) y también de jóvenes rubios e imberbes (El Buen Pastor). Puede que el Cristo de Salustino García beba de la influencia del colectivo LGTBI en la Semana Santa sevillana, o puede que solo lo parezca. Tampoco sería el primer artista en mezclar ambos mundos (las vírgenes de Ocaña son un gran ejemplo) y tampoco es secreta la relación entre la devoción cristiana y la pasión que le profesa gran parte del colectivo. No en vano el mayor santuario profano de la Semana Santa en Sevilla es un excéntrico bar cofrade y gay llamado El Garlochí.

En el primer volumen de sus memorias, La vida cotidiana del dibujante underground, citado por Jordi Costa en su historia de la contracultura española, el artista Nazario escribe: "A los hombres no nos dejaban jugar con muñecas, y en Andalucía muchos maricones se resarcían de esas prohibiciones dedicándose en exclusiva a vestir y adornar a las vírgenes. Pocas son las vírgenes, como la del Rocío, cuyo estilismo no corra a cargo de los maricones, y así, es fácil ver en las iglesias una extraña amalgama de curas y hombres más o menos afeminados compitiendo por la decoración y los adornos, los vestuarios y tejemanejes de muñecas sagradas, tanto masculinas como femeninas, y pasándose todo el año cambiando de sitio las imágenes: ahora bajarlas de su capilla, luego subirlas al altar mayor, en navidades formando parte de un Belén, más tarde colocándolas en el suelo para los besamanos, encaramándolas a los pasos para las procesiones y mudándoles la ropa y las joyas constantemente".

Rebatir la influencia del folclore y la tradición cristiana en el imaginario estético y simbólico del colectivo LGTBI sería negar la evidencia, y precisamente por esta razón su inclusión, en el caso de que este cartel lo representara, no debería presentar una amenaza para tan solemne celebración. Por eso, más allá de los memes, las críticas y lo que puedan decir las amigas de Pérez-Reverte, la Semana Santa en Sevilla seguirá siendo sagrada, con su cartel polémico o sin él.