Es el motor de motores. Dicen que es capaz de mover el mundo, que está detrás de su capacidad de avance y retroceso y que cada uno de nosotros debe aprender a manejarlo. Lo identificamos con el corazón, pero a veces está oculto en la cabeza, otra en el alma y siempre, dispuesto a abrirse a la pasión o al drama. Es escurridizo, capaz de esconderse, proclamarse a los cuatro vientos o de diluirse en silencio. El motor del amor es extraño. Actúa de modo diferente en hombres y en mujeres. Existió siempre pero no del mismo modo ni con las mismas reglas, códigos y límites.

La periodista y escritora Karmele Jaio se ha hecho estas y otras preguntas para intentar descubrir qué se esconde bajo nuestra manera de amar. Lo ha hecho en forma de novela, de relato en su último trabajo, Amor capital (Editorial Destino). “Amor es una palabra grande. Llamamos amor a muchas cosas cuando quizá en algunos casos en realidad deberíamos estar  hablando de otra cosa. Quería descubrir qué hay debajo, cuáles son los mecanismos que definen nuestra forma de amar”, asegura la autora.

El viaje por esta suerte de auditoria del amor lo hace a través de la historia de Olga, una mujer madura, profesora de literatura en la Universidad que asiste al funeral de su amante, Martín. El final abrupto de aquella relación le lleva a reflexionar sobre cómo fue posible que una mujer empoderada como ella pudiera diluirse como persona, cómo pudo dejarse llevar de ese modo por la pasión hacia él. ¿Era eso amor?

Dos modos de amar

Profundizar en ello es un proceso difícil, un temor a descubrir haber vivido cegada de amor, cediendo la autonomía personal víctima de una sumisión por amor. Un recorrido en Amor capital en el que Jaio se apoya en la representación que a lo largo del tiempo del amor ha hecho el arte y la literatura. “Al amor hay que mirarlo de lejos y de manera honesta. Creo que cada uno de nosotros debería intentar mirar su modo de amar y hacerlo de modo sincero. En muchos casos quizá llamamos amor a lo que es una atracción física o a un juego de autoestima en el que necesitamos un espejo en el que vernos reflejados para vernos más bellos. Quizá deberíamos preguntarnos si estamos más enamorados de una persona o del reflejo que nos devuelve”.

Jaio se centra en el modo de amar y de entender el amor en las mujeres y, en menor medida, en los hombres. Asegura que unos y otros ni aman ni entienden el amor del mismo modo. No en vano, la educación recibida y una inercia social que espera de unos y otros comportamientos diferentes ha ido moldeando a uno y otro género. “En realidad, unos y otros amamos como nos han enseñado a amar. Viene condicionado por la sociedad, por los valores que predominan. Diría que lo íntimo y lo social están muy relacionados”.

En el caso de ellas, Jaio señala que se les ha inculcado que el amor debe ser el centro de su vida. A las mujeres se les ha negado poder, presencia y protagonismo en multitud de ámbitos, “y, de algún modo, se les dice que en el amor incluso van a poder dominar”: “Serán amantes y cuidadoras. A ello se suma que desde pequeñas se nos dice que sin amor no estaremos completas, que cuidado que te quedas sola… y ese tipo de cosas”. En el caso de los hombres la actitud que socialmente se espera de ellos nada tiene que ver. “Se les dice que el amor es importante pero que debe convivir con el trabajo y otros ámbitos. De alguna manera, también se les ha inculcado que deben defenderse del amor, del compromiso. Esa idea tan extendida de que ‘cuidado, que no te pillen’ o ‘cuidado con el amor’”.

'Consumo' de amor

Y todo se complica en una sociedad como la actual, apunta Jaio, en la que se extiende un “ansia de consumo de amor”. Es ahí donde la irrupción de las redes y las nuevas formas de relacionarse suscitan un sentimiento casi continuado de insatisfacción, “como cuando buscamos una película en una plataforma, que siempre terminamos pensando que hemos elegido mal, que ahí fuera hay muchas más oportunidades y no hemos elegido la mejor opción”.

A la idea del amor siempre le sobrevuela que debería aspirar a la felicidad plena, que un concepto y otro deben ir siempre de la mano. “Todo se presenta en términos absolutos, cuando no es así. En el amor es evidente que hay momentos de alegría pero también momentos difíciles y eso termina por frustrarnos por esa idea de que debemos vivir y sentirnos siempre en una nube”.

En Amor capital las protagonistas reflexionan sobre el papel de la amistad en el amor. “Se preguntan que preferirían, ser primero amigas y luego amantes o al revés”: “Creo que en una relación de amor es necesario que primero sean amigos. La amistad es importante”. Y la amistad incluso fuera de la pareja: “En el libro hago un alegato por la amistad. Nos han enseñado que hay que priorizar la amistad y dejar al margen a los amigos. Todos conocemos a mujeres que cuando han iniciado una relación han dejado al margen a los amigos y se han quedado algo aisladas”.