A Jonathan Glazer, director británico de origen judío, le temblaban mucho las manos mientras sostenía el papel en el que se había escrito el discurso preparado en caso de recibir el Oscar a Mejor Película Internacional por La zona de interés. Su película, capaz de mirar el Holocausto desde un prisma revolucionario y actual, sirvió como aviso de que no estamos tan lejos de aquellos monstruos que perpetraron uno de los genocidios más crueles de la historia.

"Nuestra película muestra hacia dónde conduce la deshumanización. Llevada a su peor versión ha dado forma a todo nuestro pasado y presente. Ahora mismo estamos aquí como hombres que rechazan que su condición de judíos y el Holocausto hayan sido utilizados para una ocupación que ha arrastrado al conflicto a tanta gente inocente, ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o del actual ataque en Gaza", dijo entonces el cineasta.

Se suele dar por hecho que el mundo de los artistas es abierto, progresista y reivindicativo con cada causa social que se le presenta. Sin embargo, Glazer sabía que su discurso no era una denuncia más sobre los horrores de la guerra, algo que en la edición de 2022, con el conflicto ucraniano de fondo, fue motivo de multitud de homenajes y repulsas. Esta vez el dedo acusador apuntaba a Israel y, con él, una gran parte de la comunidad judía en Hollywood se dio por aludida.

Nadie más se atrevió tocar el asunto palestino, y ya en aquel momento los aplausos fueron tímidos. El discurso, sin ser especialmente incendiario, se convirtió en lo más polémico en una gala prácticamente sin sorpresas ni grandes sobresaltos. Al día siguiente, ya hubo varias voces que se pronunciaron, primero lo hizo el periodista Ben Saphiro y después, el director de El hijo de SaúlLászló Nemes, una película a la que, curiosamente, se ha comparado en numerosas ocasiones con La zona de interés.

Ahora, diez días después y con la resaca aparentemente superada, la maquinaria cinematográfica en Estados Unidos ha dado una contundente respuesta a su alegato. No hay que olvidar que, en el segundo país del mundo con mayor población judía después de Israel (seis millones), donde además tienen la consideración de ser los "padres fundadores" de lo que conocemos hoy en día como Hollywood.

A colación de estas primeras críticas, el medio especializado Variety ha publicado el contenido de una carta, inicialmente firmada por 450 personas, aunque este martes ya iba por el millar. En ella, actores, directores, guionistas, productores y personas de todos los estamentos de la industria han cargado duramente contra el discurso del realizador inglés:

Rechazamos que nuestro judaísmo quede secuestrado con el propósito de establecer una equivalencia moral entre un régimen nazi que trató de exterminar a una raza de personas y una nación israelí que trata de evitar su propio exterminio. Cada muerte civil en Gaza es una tragedia. Israel no tiene a los civiles como objetivo. Su objetivo es Hamás. En el momento en el que Hamás libere a los rehenes y se rinda, terminará esta desgarradora guerra. Esto es cierto desde los ataques de Hamás del 7 de octubre. El uso de palabras como ocupación para describir a un pueblo judío indígena que defiende una patria que se remonta a miles de años y que ha sido reconocida como un Estado por las Naciones Unidas distorsiona la historia. Da crédito al libelo de sangre moderno que alimenta un odio antijudío creciente en el mundo entero, en Estados Unidos y en Hollywood. El actual clima de creciente antisemitismo no hace sino subrayar la necesidad del Estado judío de Israel, un lugar que siempre nos acogerá, como no lo hizo ningún otro Estado durante el Holocausto descrito en la película de Glazer.

Entre los firmantes se encuentran actores como Debra Messing (Will & Grace), Michael Rapaport (Prison Break), Julianna Margulies (The Good Wife), Lisa Edelstein (House), Eli Roth (Malditos Bastardos) o Jennifer Jason Leigh, nominada al Oscar a Mejor Actriz de Reparto en 2016 por su papel en Los odiosos ocho. También figura uno de los apellidos más reconocibles del cine hollywoodiense con la participación de la productora Nancy Spielberg, hermana del director Steven Spielberg, aunque este haya preferido mantenerse al margen de la polémica.

Caras menos conocidas, pero igual o más relevantes del audiovisual, como la guionista Amy Sherman-Palladino (Las chicas Gilmore, La maravillosa señora Maisel), productores como Amy Pascal (Mujercitas, Spider-Man), Gary Gilbert (La La Land) y Lawrence Bender (Pulp Fiction, Malditos bastardos), y peces gordos como Gary Barber, que fue presidente y director ejecutivo de Metro Goldwyn Mayer.

“Tristemente, se ha impuesto el odio contra los judíos. Por eso tantos de nosotros en la industria nos pusimos en contacto unos con otros. Fue una noche muy triste, aterradora. Escribir la carta no solo fue catártico, sino algo que teníamos que hacer”, explica Ilana Wernick, productora entre otras de Modern Family y Hasta que la muerte nos separe, en el artículo publicado por Variety.

De izquierda a derecha: James Wilson, Leonard Blavatniken y Jonathan Glazer en el escenario tras ganar el Oscar a Mejor Película Extranjera durante la 96ª ceremonia anual de los Premios Oscar.

Las críticas al discurso de Jonathan Glazer han llegado incluso desde su propio equipo. Danny CohenLeonard Blavatnik, productores de La zona de interés se han desmarcado de las palabras del director reafirmando un "desacuerdo total". De hecho, Blavatnik estuvo presente en el escenario durante la recepción del premio, aunque admitió no tener ni idea de lo que iba a decir el cineasta.

De esta forma, Glazer se ha convertido en una especie de enemigo público número uno en la capital del cine. Más allá del enérgico aplauso de Mark Ruffalo, quien también mostró su apoyo al pueblo palestino durante la alfombra roja, o las lágrimas de Sandra Hüller durante el discurso, el apoyo al cineasta se puede contar, prácticamente, con los dedos de una mano.

Una respuesta que explica ese temblor nervioso en las manos de un director experimentado como Jonathan Glazer, cuyo discurso hubiese pasado más o menos desapercibido en cualquier otro país europeo. Al pronunciar aquellas palabras el cineasta británico sabía que estaba desafiando las reglas de Hollywood y con ello jugándose un posible veto en el futuro. De momento, ya ha conseguido posicionar a una parte importante de la industria en su contra y está por ver cómo puede afectar esto a su carrera.