Fue una de las pocas notas discordantes de una noche sin grandes sorpresas. Jonathan Glazer ganó el Oscar a la Mejor Película Internacional con La zona de interés y aprovechó sus pocos segundos de agradecimiento para pronunciar el discurso más polémico de la noche:

"Todas nuestras elecciones se hicieron para reflejarnos y confrontarnos en el presente. No para decir 'Mira lo que hicieron entonces' sino 'Mira lo que hacemos ahora'. Nuestra película muestra hacia dónde conduce la deshumanización. Llevada a su peor versión ha dado forma a todo nuestro pasado y presente. Ahora mismo estamos aquí como hombres que rechazan que su condición de judíos y el Holocausto hayan sido utilizados para una ocupación que ha arrastrado al conflicto a tanta gente inocente, ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o del actual ataque en Gaza. Todas las víctimas de esta deshumanización, ¿cómo resistimos?"

Visiblemente afectado y con las manos temblorosas, Glazer leyó un alegato contra la guerra y la deshumanización, recordando el conflicto que la Academia quiso silenciar, blindándose contra cualquier protesta por Palestina. De hecho, fueron tímidos los aplausos que se dejaron oír tras discurso, y durante la alfombra roja, tan solo unas chapas rojas pegadas en los vestidos y trajes de algunos de los protagonistas de la noche (Billie Eilish, Ramy Youssef o Mark Ruffalo) hicieron alusión al "ceasefire" (alto al fuego).

'La zona de interés', el Holocausto que no se ve

Con permiso de Oppenheimer, el cineasta británico fue uno de los grandes triunfadores de la noche alzando dos estatuillas (Mejor Película Extranjera y Mejor Sonido) por La zona de interés. La película llegó a la última gran gala del año tras haber impresionado primero en Cannes (Gran Premio del Jurado) y haber brillado en los BAFTA (Mejor Película Británica, Mejor Película de Habla no Inglesa y Mejor Sonido).

La propuesta de Glazer fue una de las más arriesgadas y vanguardistas en estos premios, una película sobre el Holocausto donde la cámara no muestra el horror, pero este está tan presente que revuelve las tripas. Tal y como afirma en su discurso, el filme no es una advertencia sobre lo que fuimos, sino sobre lo que podemos llegar a ser. Un alegato sobre la potencialidad del ser humano para deshumanizar y deshumanizarse.

El cine como "espacio político radical"

"Por supuesto, coincidiendo con este estreno, lo que ocurrió el 7 de octubre en el sur de Israel y las atrocidades que se han llevado a cabo desde entonces están absolutamente en primer plano en mi mente. Y la película puede ser utilizada por propagandistas de uno u otro bando. Pero espero que haya algo en ella que trace su curso a través de eso, porque de lo que habla estaba ahí mucho antes y estará ahí, trágicamente, mucho después... Es la deshumanización del otro", contaba el cineasta en una entrevista para el Financial Times.

El posicionamiento de Glazer llama más la atención y hace más potente su discurso, si cabe, por sus raíces judías. Una demostración de que la denuncia de las barbaridades que están ocurriendo en diversos puntos del planeta no tiene por qué estar reñida con el origen y la raza.

"Para mí, el cine debería ser un espacio político radical en los tiempos que corren. Ese es el cine que me interesa. Ser lo más audaz posible, lo más radical posible, lo más político posible. Esa es la oportunidad. Tienes a 200 personas en la sala, tienes su atención durante dos horas. ¿Qué vas a decir? Porque si no tienes nada que decir, no les hagas perder el tiempo", reconocía en la misma entrevista. Y con esa intención de aprovechar el escaparate mundial que pueden ser unos Premios Oscar, Glazer se atrevió a alzar la voz en contra de lo que su propia película está denunciando.