Estas últimas semanas han comenzado a conocerse detalles de Megalopolis, el último –y megalómano– proyecto cinematográfico de Francis Ford Coppola, en el que el mítico realizador habría invertido toda la fortuna familiar y que competirá en el próximo Festival de Cannes. Si es un éxito, como El Padrino, o un fracaso, como Corazonada, ya no podrá verlo la mujer que ha acompañado al director norteamericano en las alegrías y las penas de su proteica carrera. Este viernes fallecía a los 87 años en el valle de Napa, California, su esposa, la documentalista y escritora Eleanor Coppola.
Nacida en Los Ángeles en 1936, Eleanor Jessie Neil conoció a su futuro marido en 1963 en el rodaje de Dementia 13, película del director de cine de género Roger Corman. Coppola era el guionista y ella trabajaba como ayudante de dirección artística. Comenzaron una relación y se casaron ese mismo año en Las Vegas, cuando Eleanor ya estaba embarazada del primero de sus tres hijos, Gian-Carlo. El mismo que falleció en 1986, con solo 22 años, en un trágico accidente náutico durante el rodaje de Jardines de piedra, en una lancha pilotada por Griffin O'Neal, hijo del actor Ryan O'Neal.
Un rodaje de pesadilla
En 1979, su marido le pidió que documentara el rodaje de Apocalypse Now, la epopeya de la guerra de Vietnam basada en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad con la que Coppola debía consolidar su condición de gran maestro contemporáneo de Hollywood alcanzada pocos años antes con las dos primeras entregas de la saga de El Padrino. Ciertamente lo consiguió, con una de las películas más turbadoras y fascinantes sobre la guerra y la condición humana, pero después de un rodaje de pesadilla en Filipinas marcado por el alcohol, el sexo, las drogas y los monzones, en el que un tifón arrasó los decorados y el actor principal, Martin Sheen, sufrió un infarto.
Aquella experiencia puso al matrimonio al borde del divorcio, pero el trabajo documental de Eleanor funcionó como una suerte de catarsis. En 1979 se publicó en inglés su libro Con el corazón en tinieblas, y en 1991 se estrenó un celebrado documental homónimo. "El matrimonio", escribió el filósofo Eugenio Trías en su libro De cine, "sufrió una transfiguración similar a la que Willard (y el propio Martin Sheen) en ese viaje iniciático y transferencial hacia los dominios de Kurtz", el desquiciado coronel interpretado por Marlon Brando al que Willard tiene que liquidar. "La piel de serpiente de los esposos se transmutó, ambos a la búsqueda de un yo más hondo y radical".
Catarsis creativa
"Somos radicalmente opuestos" y ha habido "muchas fricciones", reconocía Elaine sobre su matrimonio, "pero es una fricción positiva, creativa", de la que te permite "crecer y no dormirte al volante". En efecto, superado el trance de Apocalypse Now, los Coppola pudieron con todo. Incluida la muerte de Gio, que sumió a su madre en un pozo de "rabia indescriptible" del que salió realizando una instalación artística. Otra catarsis creativa.
Y cuando la familia Coppola decidió comprar unos viñedos y crear una bodega en Rutherford, en el valle de Napa, fue ella la que se puso al frente de la empresa, Rubicon Estate, hoy rebautizada como Inglenook. También prosiguió con su empeño de documentar los rodajes de su marido –en películas como Legítima defensa (1997)– y de su hija Sofia. Si Francis estuvo a su lado para sacar adelante su ópera prima, Las vírgenes suicidas (1999), su madre fue la encargada de recoger el proceso. E hizo lo propio en María Antonieta (2006). Siempre vestida de negro, para pasar inadvertida.
Eleanor Coppola escribió un libro de memorias, Notas sobre una vida (2008) y en los últimos años probó suerte dirigiendo sus propias películas, París puede esperar (2016), protagonizada por Diane Lane, y Love is Love is Love (2020).
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