Pilar del Río andaba buscando unas conferencias de José Saramago (1922-2010). Fue de madrugada, a principios de este año, y ella rebuscaba por todos sus archivos hasta que se dio cuenta de que a lo mejor estaban en el ordenador antiguo. Ese que había dejado de lado porque le recordaba todo lo que tenía pendiente cada vez que lo abría. Entonces, Cuando entró en el archivo que ponía Cuadernos vio, que además de los cinco que ya estaban publicados, había un sexto. Pinchó.

Estaba casi listo. Era el cuaderno de 1998, las notas del año en el que ganó el Premio Nobel.  "Las obligaciones, los viajes y las conferencias surgidas a raíz del Premio Nobel le quitaron el tiempo, el ánimo y la paciencia para corregir y revisar el texto", asegura su viuda en la presentación de El cuaderno del año del Nobel, que aunque el portugués prometió publicar en su quinto volumen, jamás llegó a ver la luz.

En cuanto lo encontró, Pilar llamó a la editora del portugués de Alfaguara. Ambas guardaron el secreto durante meses y decidieron parar la publicación de sus conferencias para sacar este libro justo el año en el que se cumplen 20 de la entrega del Nobel. Lo han dividido en tres partes, y en la primera, el prólogo, su viuda cuenta como fueron los días de antes a que le concediesen el premio.

Su obra se visibilizó más pero no le hizo sentarse en mesas mejores, él no cambió"

"Yo lo supe un día antes. Me llamó el señor que tenía que traducir parte de su obra por orden de la Academia y tuve que guardar el secreto. Imagínense", confiesa. A él, a Saramago, lo intentaron localizar antes de que el fallo se hiciera público, pero se encontraba en el aeropuerto de Frankfurt y fue imposible.

"Claro que hubo un antes y un después de la entrega del Nobel. Su obra se visibilizó más pero no le hizo sentarse en mesas mejores, él no cambió", añade. Este cuaderno, según Pilar, es más denso que los anteriores. "Más de 200 páginas, a veces en forma de apuntes sueltos, a veces en la de certeras y precisas reflexiones filosóficas, en artículos políticos o literarios muestran el pensamiento del portugués contemporáneo más famoso", explican desde la editorial.

El libro comienzo el 1 de enero de 1998, "cuando consigue salvar un pino de su casa de Lanzarote de un feroz vendaval", y termina el 14 de enero cuando va a comprar unos calcetines a El Corte Inglés. Como el mismo relata, el vendedor se quedó desconcertado de "que un premio Nobel de Literatura estuviese comprando calcetines como cualquier mortal, sin contar, por lo menos, con la ayuda de dos secretarios y la protección de cuarto guardaespaldas".

Entre estos dos días, el resto de su año. Desde su preocupación por la corrupción política de su país a sus reflexiones sobre literatura pasando por todos los viajes que realizó en ese año. Además, cientos de anécdotas que nos revelan la personalidad el Nobel, siempre fiel a sus ideas políticas, a sus blogs de notas y a su racionalidad.

Un país levantado en alegría

Este último cuaderno se presenta justo el año que no se entrega el Nobel de Literatura. Por eso, para acompañarlo Ricardo Viel publica Un país levantado en alegría, que se ha presentado junto a El cuaderno del año del Nobel. "Se trata de un libro que relata los momentos previos al premio y cómo reaccionó toda la comunidad lusófona. Un reportaje que pensé que iba a empezar ese 8 de octubre, cuando le concedieron el premio, pero que comienza seis días antes", asegura Viel que ha ha incluido las cartas que políticos, escritores, actores y gente anónima envío a Saramago tras conseguir el galardón.

"La alegría en Portugal fue tan fuerte que es como si, de la noche a la mañana, hubiéramos crecido tres centímetros", afirmó entonces Saramago. "No quise quedarme en casa. Sería absurdo hacerlo ahora, si nunca lo he hecho. Nunca he sido capaz de dedicarme solo a mis libros sin querer saber de nadie más", añadió.

Ricardo Viel subraya al respecto que aquel premio era "el Nobel de la lengua portuguesa, el Nobel de millones de lectores de Saramago repartidos por los cinco continentes y también el Nobel de quienes, no habiendo leído ni un solo libro del autor, se reconocían en sus orígenes y en su forma de ver el mundo"