No apareció de la nada para escribir 'Mujercitas'. No fue su primera novela, como hicieron creer al público, no fue ni siquiera la décima. La autora llevaba décadas con las manos manchadas de tinta, con la imaginación como bandera y con una ansiedad política desmesurada. Pero las líneas que había escrito hasta entonces no eran aptas para ser leídas por cualquiera y aún menos para ser concebidas en una cabeza femenina.

Fue durante muchos años A. M Barnard, un seudónimo que no se descubrió suyo hasta 1942, cuando una historiadora encontró unas cartas de Alcott con su editor. Así firmó, como ella los denominó, libros de "fuego" donde se introdujo en la novela gótica, en los incestos, en los amantes, en todo aquello moralmente inaceptable.

Hoy su vida se cuenta cada vez más a través de uno de sus grandes personajes, el que le dio el éxito y el dinero necesario para dejar de ser pobre y desconocida. Jo es el alter ego de esta escritora, más rebelde, insumisa y libre incluso en la realidad que sobre el papel. También muestra cómo se libró de lo que fue obligatorio hasta para su protagonista, por petición de su editor y de sus lectores, pasar por el altar para cuadrar con el mundo.

Louisa May Alcott (Estados Unidos, 1832-1888) nació en Pensilvania, fue la segunda de cuatro hermanas del matrimonio formado por Amos Bronson Alcott y su mujer. Él fue escritor, filósofo y un activista político que intentó abolir la esclavitud, conseguir el sufragio femenino y realizar una reforma educativa. Así educó a sus cuatro hijas, en las que poco a poco se fue generando una conciencia social fuerte y sólida, sobre todo en Louisa.

Ella fue la que mejor entendió su posición de debilidad, la que creció sabiendo que partía de una desventaja y pensando en cómo poder superarla. Las cuatro hermanas leían con constancia, pero en Louisa se desató una obsesión. Cuentan que de los libros sacó ideas para obras de teatro que escribía constantemente y hacía interpretar a sus hermanas. También que las dificultades económicas llegaron demasiado pronto para una familia que se había acostumbrado a vivir holgadamente.

El padre de las Alcott, que siguió la corriente filosófica del fundamentalismo, realizó varios experimentos educativos que dejaron los ahorros en una miseria y que provocaron que sus hijas tuvieran que ayudar a la economía familiar. Así que mientras estudiaban en casa, mientras sus visitas eran personajes tan ilustres como Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson y Nathaniel Hawthorne, las cuatro hermanas se pusieron a coser, a enseñar a otros y Louisa, además, se puso a escribir.

Allí vivieron con frío y miedo, porque al poco tiempo se comenzaron a tensionar las relaciones

Empezó con la poesía. También con relatos cortos que iba sacando de su vida y de su imaginación. Y su padre siguió organizando utopías que provocaban salidas fuertes de dinero. La más conocida fue la de Fruitlands, en Harvard, una comunidad vegana que creó en 1843 y donde se llevó a su familia (los Alcott vivieron en 30 casas distintas). Allí estaba prohibida la leche, el queso, la carne, incluso encender una vela ya que el combustible era grasa de ballena y no querían dañarlas. Tampoco se podía consumir azúcar o café, para no promover la esclavitud. Allí vivieron con frío y miedo, porque al poco tiempo se comenzaron a tensionar las relaciones. Pero, un año más tarde, en 1944, fracasó, para alivio de la madre de las Alcott, y tuvieron que volver a empezar de cero.

Fue con Louisa se puso a colaborar con escritora para el Atlantic Monthly, aunque lo tuvo que compaginar durante bastante tiempo con otros empleos, como el de sirvienta. Tardó en publicar, porque hasta 1954 no apareció Fábulas de flores, un libro de cuentos para niños. Y llegó la Guerra de Secesión.

Un país dividido en dos, Norte y Sur, y los Alcott con su lucha por la abolición de la esclavitud, por el sufragio femenino, por una libertad distinta. Louisa se apuntó como voluntaria en un hospital, en el Union Hospital de Georgetown, donde estuvo seis semanas y donde se infectó con fiebres tifoideas y tuvo que tratarse con calamia.

Sería uno de los pocos de esa década con su nombre, ya que en los sesenta comenzó a publicar novelas góticas bajo el seudónimo de A. M. Barnard

Fue la cura peor, incluso, que la enfermedad, ya que la segunda de las Abott sufrió un envenenamiento de mercurio y enfermó para el resto de su vida. Pero de aquella experiencia, de aquel trató con los heridos de la guerra, surgió un libro: Escenas de hospital, que sí que llevaba su firma. Sería uno de los pocos de esa década con su nombre, ya que en los sesenta comenzó a publicar novelas góticas bajo el seudónimo de A. M. Barnard. Se publicó Detrás de una máscara, o el poder de una mujer; El fantasma del abad, Una larga persecución fatal del amor, El Crimen y Castigo De Pauline... y así decenas de libros en los que "el fuego y la sangre", como ella decía, eran los principales protagonistas.

Pero aquellas novelas no congregaron demasiados lectores aunque si que llamaron la atención de un editor que sabía quién estaba detrás. A finales de 1860 llamó a Louisa y le propuso escribir un libro de chicas, algo que estimulase a las jóvenes de entonces. Al principio, ella se negó pero la suma de dinero que le ofreció, además de la promesa de publicar un libro de relatos de Alcott que nadie había querido sacar, le llevaron a aceptar y a presentar en tal solo 10 semanas la historia de cuatro hermanas, su historia. La de una familia que vivió la Guerra Civil estadounidense de fondo y a fondo.

Transcurría de 1861 a 1865 y cuentan que cuando la leyó el editor, a este le pareció una novela «tonta». Pero que se la pasó a los días a su sobrina y que a esta le enamoró. Había conseguido lo que quería.

Lo publicó en 1868 bajo el título de Mujercitas y la sociedad enloqueció. En tan sólo dos semanas se vendieron 2.000 ejemplares, los lectores pedían más y más, los personajes se hicieron iconos y Louisa May Alcott, hasta entonces camuflada en un nombre ambiguo, en una estrella.

Hace 150 años se publicó el primer ejemplar de Mujercitas. Fue en 1868, el 30 de septiembre, y el éxito […]