La historia de amor de Lara Antipova y Yuri Zhivago no era una historia corriente. Así lo entendieron las autoridades soviéticas, de hecho iba contra la corriente de la URSS. Un amor que trasciende el peso de la historia de Rusia y en la que los intereses individuales persiguen sus fines en medio una revolución donde priman los intereses colectivos. El argumento de El doctor Zhivago no podía ser publicado en la URSS de la posguerra, en plena guerra fría, por más que su autor fuese el poeta más conocido del país como era el caso de Boris Pasternak (1890-1960).

Al otro lado del Telón de Acero, se percibió justo al revés. Por los mismos motivos, la novela del conocido poeta debía ser publicada. La CIA, la agencia de Inteligencia estadounidense, promovió su publicación y su difusión en su lengua natal con la idea de introducir ejemplares en el país de manera clandestina.

La novela había salido del país para publicarse en la editorial comunista italiana Feltrinelli, y a pesar de que las autoridades soviéticas solicitaron que se les devolviera la copia del libro para proceder a su revisión, Feltrinelli decidió publicar el libro en italiano. Ese mismo mes, en abril de 1958, la editorial Pantheon Books publicará la novela en inglés.

“En Estados Unidos no hay estatuas gigantescas como en Rusia de grandes escritores como Tolstoi o Dostoyevski. Tenemos esculturas de generales y presidentes”, explica la escritora Lara Prescott. “El arte y la literatura están muy imbricados en el alma de los rusos Pasternak era uno de los más famosos escritores soviéticos, la gente de todo el país podía recitar sus poemas de memoria ya fueran trabajadores de una fábrica o altos cargos del partido. Cuando escribió su novela y fue prohibida todos querían leerla. Aquí la CIA vio una oportunidad para usar su novela como un arma”, explica a El Independiente la escritora Lara Prescott. Es la autora de Los secretos que guardamos, una novela en la que que Prescott relata entremezclando con ficción los hechos reales tras la operación AEDINOSAUR, como la bautizaron en la agencia de inteligencia americana.

Los detalles de esta operación fueron revelados al desclasificarse los documentos de la CIA, salvo nombres de personas que fueron eliminados. Lara Prescott conoció esta historia en la prensa, “llevaba muchos años conectada con la historia y, por otro lado, yo había trabajado en campañas políticas como propagandista. Me fascinaba como las palabras y las imágenes podían cambiar las mentes y los corazones de la gente y el hecho de que un libro hace décadas pudiese ser utilizados como propaganda en la Guerra Fría me cautivo”, señala la autora. 

En el año 1958 diez mil ejemplares de El doctor Zhivago impresos en ruso en Holanda, se repartieron por Europa de distinta manera. Se regalaban a los asistentes rusos de la Expo 58 en Bruselas, se enviaban directamente a ciudadanos rusos en en Alemania y a los turistas que viajaban en avión.

Uno de los memorándum de la CIA aconseja que se edite en el mayor número de países a fin de que “obtenga el mayor número de elogios posibles en el mundo libre y a su autor se le considere un candidato apto para recibir  premios como el Nobel de Literatura”.

Así fue: “El nobel para Boris Pasternak [1958] fue utilizado también como un arma. Pasternak rechazó el premio bajo la presión del gobierno soviético, lo que tuvo, de nuevo, un efecto rebote para las autoridades porque el libro llamó más atención en todo el mundo. En vez de enterrar el problema lo amplificaron”, explica Prescott. Su hijo, en 1989, 30 años después pudo recoger el galardón, ya que la academia sueca nunca aceptó retirarle el Nobel.

La mujer clave 

Olga Vsévolodovna Ivinskaya, amante de Boris Pasternak fue clave en la producción de la novela, pues el personaje de Lara en Doctor Zhivago está inspirado en ella. Vsévolodovna sufrió en su piel la persecución que la URSS no pudo ejercer directamente sobre Pasternak por ser una figura internacional. Fue acusada de haber sido la causante de que la novela se extendiera por el mundo, lo que era falso y estuvo en dos ocasiones confinada en el Gulag por su relación con el poeta.


La película de El Doctor Zhivago de 1965 terminó de catapultar la historia “a un estatus de icono. Mucha más gente conoce la película que el libro y creo que esto ha empujado la existencia de este libro más allá de la muerte de Pasternak”, explica Prescott.  La estadounidense visitó la tumba de Boris Pasternak en Rusia, “tiene una tumba modesta en un pequeño cementerio, no hay un museo construido para él, ni nada. Creo que ha permanecido vivo por su trabajo Pero se ha marginado mucho la historia de su persecución es algo que no se habla demasiado”, concluye.