"Yo creo que la gente tiene que morir en su cama". "Naturalmente, pero si existe la pena alguien tendrá que aplicarla".
La discusión entre Amadeo (Pepe Isbert) y José Luis (Nino Manfredi) en El Verdugo (1963) acerca de las diversas formas de penitencia en la España aperturista terminó aplicándose a la realidad de Luis García Berlanga (1921-2010), que fallecía, precisamente, de la forma más natural posible: en la cama de su vivienda madrileña un 13 de noviembre.
El centenario de Berlanga ha venido acompañado de numerosas tribunas, de aperturas, de exposiciones y de un amplio revisionismo de la obra de uno de los grandes cinematógrafos de la escuela española. Marshall llegó con la mesa puesta. La vaquilla sigue jugando en la plaza y hace cuestión de horas se descubría Viva Suecia, el guion de la que hubiese sido la cuarta parte de su trilogía más conmemorada (y que conforman La escopeta nacional, Patrimonio Nacional y Nacional III).
José Luis García-Berlanga apuesta por recordarle como el "narrador del siglo XX, como un Galdós, además de un gran intelectual que retrata como nadie la soledad del individuo frente a la sociedad", afirma para El Independiente con motivo del centenario del nacimiento de su padre. Su compañera de aventuras y productora de muchos de sus éxitos, Marisol Carnicero, prefiere que "los más jóvenes no se pierdan ese tesoro que son sus películas". "Que se vean en las escuelas", añade a este medio.
Una picardía solitaria
Se dice que una de las grandes virtudes del director valenciano fue la de retratar a una España quemada por la guerra y revitalizada por la picaresca, por el egoísmo de quien tiene que sobrevivir entre la muchedumbre y la pobreza cultural y económica del país.
La mirada de Berlanga es punzante y benévola porque nos mira a todos como se mira a él mismo"
MARISOL CARNICERO, PRODUCTORA
"El Verdugo trata de cómo la sociedad "obliga" al protagonista a matar legalmente a otro ser humano para poder conseguir un piso de protección familiar", indica García-Berlanga. Para Carnicero, la mirada "crítica e indulgente" del currículum de Berlanga sigue intacta a pesar del transcurso de los años y de la aparición de nuevas generaciones adheridas a preceptos y principios alejados de la sencillez vital de sus cintas. "Es punzante y benévola porque nos mira a todos como se mira a él mismo y se encuentra en cada uno de nosotros, con nuestras miserias y nuestras pequeñas grandezas".
"Sus películas siguen siendo brillantes y entretenidas, aunque hayan pasado 50, 60 o 70 años", apostilla García-Berlanga. "Revisándolas nos damos cuenta de que los españoles seguimos siendo los mismos".
Aunque heredó la pasión por el celuloide de parentesco, admite que la admiración del séptimo arte es más "generacional". "Durante mi juventud éramos muy cinéfilos, mis amigos no pertenecen al mundo del cine y compartimos el entusiasmo de descubrir, no solo a los coetáneos, también nos tragábamos todo el cine clásico que podíamos encontrar". A su favor, tuvo a un gran maestro en casa.
100 años después, ni el cine de Berlanga ha cambiado ni la España que retrata en sus cintas es mucho más diversa de la actual. "No cambia la lectura, ni las películas, cambia el paisaje, pero la profundidad de su mirada sigue ahí", explica Carnicero, reiterando, de nuevo, el profundo conocimiento que el director valenciano acumulaba del comportamiento de la sociedad española.
Piel fina e indeseada corrección
"Os vais los dos a Biarritz: cocina francesa, una playa elegante... porque desengáñate, el Mediterráneo ha sido siempre un mar de pobres". El clasismo mordaz que lideraba gran parte de su obra se convirtió en elemento definitorio de su cine. Siempre ha habido clases, sobre todo en el cine de Berlanga. "Su cine no deja títere con cabeza y hoy hay pieles muy finas que enseguida se sienten ofendidas", afirma su hijo.
Pese al pesimismo que destila toda su filmografía, Calabuch (1956) refleja el idealismo que fue perdiendo con la edad"
JOSÉ LUIS GARCÍA-BERLANGA, HIJO DEL DIRECTOR
Este pensamiento es secundado por Marisol Carnicero, que admite sería "muy difícil" replicar el humor y la. "libertad de pensamiento" berlanguianas en la actualidad. Carnicero fue directora de producción de grandes obras satíricas como La escopeta nacional, Patrimonio nacional, Nacional III y La vaquilla, así como una de las personas más cercanas a Berlanga. "Eso que llamamos corrección política no deja de ser una censura almibarada para que entre mejor", añade.
Para García-Berlanga, la extensa obra de su padre culmina con Calabuch (1956), su favorita: "Pese al pesimismo que destila toda su filmografía y de presumir por ser un fanfarrón negativo, en esta película se refleja su espíritu mediterráneo y cierto idealismo que quizás fue perdiendo con la edad".
Un homenaje de altura
El Cine Doré, la luz dorada de la calle Santa Isabel de Madrid, se ha convertido en lugar de peregrinaje para los amantes del séptimo arte. Con motivo del centenario del director valenciano, el centro cultural ha preparado una programación especial para conmemorar los títulos más emblemáticos de Berlanga y promover, de nuevo, la labor de preservación que la institución efectúa para mantener viva la esencia, la historia y la trayectoria de grandes cinematógrafos.
"La Filmoteca tiene la misión de mantener viva la llama de la discusión y de recuperar el cine clásico", indica a El Independiente Josetxo Cerdán, director de la Filmoteca Española. "Tenemos dos centenarios muy importantes este año, el de Berlanga y el de Fernando Fernán Gómez", añade.
Tanto Marisol Carnicero como García-Berlanga reivindican que los títulos del director puedan ser más democráticos entre televisiones y grandes salas. "Estaría bien poder verlas en pantalla grande más a menudo", apostilla su vástago.
"Las televisiones difícilmente soportan el cine en blanco y negro, y para nosotros es una obligación como institución pública el velar porque eso se pueda ver", indica Cerdán. No es "nada fácil y barato", puntualiza.
Berlanga será protagonista indiscutible en las butacas de velvet rojo del Doré durante el mes, un escenario idóneo para que los acérrimos del humor berlanguiano puedan revivir sus grandes cintas en un ambiente que retrotrae a la España que tan bien supo plasmar entre escenas y guiones.
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