Cultura

HAIFA AL MANSOUR, CINEASTA SAUDÍ

Habla la pionera del cine saudí: "Tenemos que buscar vías para contar historias como hacen en Irán"

YEDA (Enviado especial)

Haifa al Mansour, cineasta saudí, durante la entrevista. FRANCISCO CARRIÓN

Es un torbellino y se percibe a leguas que está pletórica. “Una tormenta en una taza de café”, recuerda que dijo de ella un productor de televisión. Haifa al Mansour jamás podría haber imaginado que ella, la primera cineasta de Arabia Saudí, acabaría siendo galardonada por su trayectoria en su propio país, en los mismos confines en los que rodó, con no pocos obstáculos y sobresaltos, “Wadjda” –proyectada en España bajo el título de “La bicicleta verde”-, la sencilla y cautivadora historia de una niña de 10 años que se enfrenta al conservadurismo que le ahoga en busca de una bicicleta con la que ganarle la carrera a su amigo Abdalá.

“El cine me proporcionó voz. Como mujer, crecí en un país en el que ni las mujeres ni la cultura estaban en el centro. Ahora sí lo estamos. Es una nueva página y seremos nosotras las que lideraremos este país”, responde Mansour en el marco del festival de cine internacional del Mar Rojo, que se celebra en Yeda, la segunda capital del reino. La cita, la primera de la historia saudí, ha saldado, con años de retraso, una deuda pendiente: la de exhibir “Wadjda”, el primer largometraje rodado íntegramente en el país.

Cuando fue estrenada allá por 2012, los saudíes interesados debieron viajar a los países vecinos para descubrir la cinta. “Si los saudíes quieren verla en una sala, tendrán que desplazarse a Bahrein”, denunció Al Mansour. “Es triste que se tenga que viajar al extranjero para ver una película que fue rodada y producida aquí”, deslizó sobre un filme que mereció en 2013 el BAFTA a la mejor película de habla no inglesa.

Hija del poeta Abdelrahman al Mansour, la cineasta conoció el séptimo arte a través de los vídeos que su progenitor alquilaba en Blockbuster. La joven, que quiso ser cantante y estudió literatura comparada en El Cairo, acabó encontrando en el celuloide su lenguaje. “Me siento muy emocionada y muy orgullosa”, reconoce Al Mansour en una entrevista con El Independiente. A punto de cumplirse una década de aquel título, la directora es hoy una referencia internacional, con una carrera prolífica.

Afincada en Estados Unidos, acaba de concluir una serie que retrata un mundo distópico en el que 35 jóvenes son enviadas a palacio para ganarse el corazón del príncipe y que Netflix estrenará el próximo febrero. “Y he terminado el rodaje de 'Florida Man', con Abbey Lee, una actriz australiana que es estupenda”, advierte. Su próximo reto será, avanza, una cinta de zombies.

P.- Para alguien que, como usted, ha luchado tanto por hacer cine en este país, asistir al primer festival debe ser una experiencia muy especial…
R.- Así es. Es hora ya de que este país se abra al mundo y permita a la gente de fuera que venga y conozca nuestra cultura. Arabia Saudí es un lugar importante a nivel internacional, especialmente en el mundo musulmán. Traer el arte y el cine ayudará a forjar seres humanos llenos de empatía y amor por la vida. Y eso es lo que realmente todo el mundo quiere para sí.

"En 2011 estaba mal visto encontrar a una mujer en la calle y tuve que dirigir la película desde una furgoneta"

P.- ¿Cuán de diferente es hoy su país?
R.- Es increíble. Son muchas las diferencias. Hoy tenemos salas de cine y se puede hacer cine, algo que es una perspectiva apasionante para cualquier director. Si yo quiero rodar aquí, hay ya una oficina para tramitarlo y, de algún modo, una industria que demuestra que es viable en términos comerciales. Antes era muy duro hacer películas porque nadie sabía dónde estrenarlas. En su momento, yo lo hice en Europa. España, por cierto, ha sido siempre un lugar impresionante para mis obras. Pero la sensación que quedaba es que no había lugar en tu casa, que era imposible enseñarlo aquí a pesar de ser un país inmenso y con una población considerable. Todo eso ha cambiado.

Hice posible que una película saudí pudiera tener una buena acogida internacional

P.- ¿Qué dificultades tuvo al rodar “Wadjda”, su debut en el largometraje?
R.- Muchísimas. Durante el rodaje, entre los años 2011 y 2012, el país aún segregaba por sexo. Estaba mal visto encontrarse a una mujer en la calle y tuve que dirigir desde una furgoneta siempre que estábamos en público. Ahora solo tienes que ver a las mujeres. Están ya en todas partes y ha cambiado todo. Incluso cuando filmé “La candidata perfecta” en 2019, la vida era ya diferente y pude estar con los actores en las calles y dirigir. La policía nos escoltó porque había siempre mucha gente que venía a vernos y que estaba sorprendida y emocionada de ver un rodaje. Hoy existe una legitimidad para el arte en la calle de la que carecíamos antes y eso me da fuerzas para grabar en la calle, algo que era durísimo en el pasado.

Fotograma de "Wadjda"

P.- ¿Tiene la sensación de haber contribuido a la apertura de Arabia Saudí?
R.- Sí. Contribuí de algún modo e hice posible que una película de aquí pudiera tener una buena acogida internacional. Que la gente fuera a las salas para verla. Siempre pensamos que nuestras producciones eran locales y que nadie iría a ver una película saudí. “Wadjda” rompió moldes porque muchos espectadores tenían curiosidad y les ofreció a los directores saudíes un ejemplo de que sus obras pueden viajar y que es posible hacer cine que llegue a una audiencia muy amplia.

Hacer cine es como un oficio: si no lo practicas, no puedes llegar a ser bueno en eso

P.- ¿Se considera la pionera?
R.- Sí. Fue la primera, pero siempre digo que lo importante no es serlo sino esforzarse por ser la mejor y nunca es fácil. Hay que trabajar en el oficio y no desistir jamás. Hacer cine es como un oficio: si no lo practicas, no puedes llegar a ser bueno en eso. Ser la pionera es fascinante y estoy orgullosa de llevar ese título, pero luego hay que seguir luchando para mantenerse y estar al día y lograr que la gente quiera ir a verte sin importarle el tema que tratas.

P.- El cine saudí es aún muy incipiente, sujeto todavía a muchos tabúes y líneas rojas…
R.- Por supuesto. Procedemos de un lugar muy conservador y eso quizás hace que nuestro cine sea más poético. Yo creo que tenemos que encontrar fórmulas como las que emplea el cine iraní, que cuenta con una cinematografía excepcional a pesar de tener incluso más restricciones que las nuestras. Las mujeres iraníes no pueden mostrar el pelo y hay mucha más censura. Y a pesar de todo eso, sus películas son conmovedoras y están llenas de vida. Eso mismo podemos hacer aquí. Lo que sí supone realmente un desafío es tener una visión y ceñirte a ella. Necesitas decir algo muy único sobre tu lugar en el mundo. Ése es el reto de cualquier cineasta.

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