Entre sus muros pasó las sucesivas temporadas de excavación, las que resultaron infructuosas y las que a partir de noviembre de 1922 sirvieron para desenterrar el gigantesco tesoro de la tumba de Tutankamón. La casa se terminó convirtiendo en una pieza de la leyenda, maldiciones incluidas, que arrastra el arqueólogo británico Howard Carter, el descubridor del faraón niño.
La vivienda de Carter en la sureña ciudad de Luxor, a unos 600 kilómetros de El Cairo, es hoy una de las atracciones turísticas del enclave, aunque los peregrinos continúen prefiriendo los templos y tumbas faraónicas que pueblan por doquier la piel árida de la antigua Tebas, la apodada ciudad de las mil puertas.
Y es que pocos son los turistas que se dejan ver por la casa de planta baja que alojó a Carter. El inmueble se halla ubicado a unos metros de la carretera que conduce al Valle de los Reyes. Por un módico precio, los curiosos pueden adentrarse por las sencillas estancias de la casa de Carter y regresar a otra época, la que dominaron los arqueólogos europeos.
Su interior bien merece una visita, un alto en la ruta hacia la tumba de Tutankamón y otros faraones. Dispuestas sobre las diferentes estancias, se hallan objetos originales que una vez pertenecieron al arqueólogo británico. Desde libros e inventarios del inmenso ajuar hallado en la tumba del faraón niño hasta un transistor, una colección de sombreros o un ventilador con el que tratar de soportar la canícula del estío egipcio.
La casa reconstruye un tiempo ya extraviado
En la vivienda destacan espacios que han permanecido inalterados durante décadas, a la espera de los forofos de Tutankamón que buscan reconstruir un tiempo ya extraviado. Una vieja hornilla, una habitación empleada para el revelado fotográfico o un modesto cuarto de baño, un auténtico lujo para las escasas comodidades de la época en un lugar lugar recóndito de África.
Una azarosa historia
Tras el fallecimiento de Carter, la vivienda pasó a manos del entonces Departamento de Antigüedades egipcio y se modificó para utilizarla como casa de descanso para los inspectores. Fue su uso hasta 2009, cuando se convirtió en museo. Su falta de mantenimiento, muy común en la tierra de los faraones, aceleró su deterioro. Durante años, además, se hicieron añadidos de objetos y muebles que nada tenían que ver con Carter y su estancia.
En los últimos meses una agencia de cooperación cultural estadounidense en Egipto ha trabajado en su remozado, reparando lo dañado y reorganizando la visita a partir de los documentos y el inventario original. Se ha buscado desarrollar nueva información para los visitantes así como una presentación renovada e históricamente precisa del interior de la casa.
"Lo más importante es que se eliminaron las reparaciones y alteraciones modernas e inapropiadas realizadas en el exterior del edificio", explican los responsables del proyecto, que abre sus puertas este 4 de noviembre, coincidiendo con el centenario del hallazgo de la tumba. También se ha modificado el exterior, para que recuperara la apariencia de casa de ladrillos de barro sin pintar y se le devolviera el color marrón original.
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