En el Reino de Redonda no hay agua dulce. Tampoco hay personas. Sus únicos habitantes son las aves, aunque hace ya bastantes años, desde finales del siglo XIX, su rey es un escritor.

Su historia comienza en 1865, cuando un magnate caribeño quiso celebrar que su noveno hijo fuese su un barón comprando una isla. Se trataba de un islote de poco más de kilómetro y medio, ubicado en Barlovento, en Antigua y Barbuda, y que había sido avistado por Colón durante su segundo viaje, en 1493. El descubridor la vio tan pequeña que no dudo en apuntarla y pasar de largo sin poner ni un pie en ella.

"Shield y la reina Victoria llegaron a un acuerdo a finales de 1800, mantendrían el título si este no le otorgaba ningún derecho sobre la isla"

Pero el banquero caribeño no sólo la compró sino que además le otorgó a su hijo el título de rey de este territorio, convirtiendo a M. D. Shield en el rey Felipe I de Redonda cuando tenía 15 años de edad. Aunque su trono no tardó mucho en ponerse en peligro. Los ingleses, que ya le habían echado el ojo al saber que había fosfato de aluminio, se la quisieron anexionar provocando un conflicto entre el recién nombrado rey y la Corona británica. Al final Shield y la reina Victoria llegaron a un acuerdo a finales de 1800, mantendrían el título si este no le otorgaba ningún derecho sobre la isla y ella incorporaría el territorio a su corona.

Y así fue, de negociación en negociación, como Felipe I mantuvo su reinado mientras Shield se convertía en un brillante escritor de aventuras en las que la isla y la monarquía fueron fuertes protagonistas. También cómo, gracias a él, comenzó a relacionarse la isla con otros escritores y poetas.

Su reinado duró casi siete décadas, pero murió sin descendía en 1947 y le pasó la corona al poeta británico John Gawsworth, que reinó como Juan I y que dependiendo de la situación de su cuenta bancaria vendió y compró el título, lo que provocó nuevos reyes no legítimos; además de nombrar nobles del reino a otros escritores amigos suyos como Lawrence Durrell, Henry Miller o Dylan Thomas.

Al final, casi por supervivencia, el trono acabó en manos de Jon Wynne-Tyson, autor y escritor inglés, que se convirtió en tercer rey (más o menos oficial) de Redonda bajo el nombre de Juan II, aunque no por mucho tiempo. Decidió abdicar en 1997 a favor de Javier Marías cuando leyó Todas las almas, del español, donde se menciona a Gawsworth. La corona ficticia se le había hecho demasiado pesada.

"Quizá el reinado de Redonda ha sido un empeño que Javier llevó a cabo solo, pero la editorial era un proyecto compartido con su esposa"

MARÍA LYNCH

Fue Marías el que más en serio se tomó su mandato y el que internacionalizó su reino. Coronado como Xavier I de Redonda fundó junto a su mujer, Carmen López Mercader, la editorial Reino de Redonda, donde además de sus derechos se encuentran los de los anteriores monarcas y que se inauguró en el año 2000 con el volumen de cuentos La mujer de Huguenin, de Shield. «Quizá el reinado de Redonda ha sido un empeño que Javier llevó a cabo solo pero la editorial era un proyecto compartido con su esposa», explicó María Lynch, de la agencia Casanovas & Lynch, que se encarga de los derechos.

Pero no sólo de su rey vive la leyenda de Redonda, sino de todos los que le rodean. Cada uno de ellos nombró a escritores, cineastas o artistas como duques, duquesas, maestros de armas e incluso un Comisario de Agitación y Propaganda, que en la época de Marías fue el periodista Juan Cruz, y un cónsul.

Aquí aparecen nombres tan conocidos como el de Pedro Almodóvar, que fue nombrado duque de Trémula, Coppola, como duque de Megápolis, Steiner, duque de Gerona, o Eduardo Mendoza, que participó bajo el título de duque de Isla Larga y, como no, Milan Kundera.

El escritor que acaba de fallecer fue el primer checo en entrar en la nobleza del Reino de Redonda como duque de Amarcord ya que fue el elegido como ganador del premio de la isla “por la gran calidad de su obra de ficción, que refleja las ambigüedades y contradicciones de los individuos de nuestro tiempo, tanto bajo regímenes dictatoriales como democráticos”, un galardón que diez años antes había puesto en marcha Xavier I, el Premio Reino de Redonda, y que estaba dotado con 3.000 euros y un título nobiliario.

El jurado estaba formado por parte de la nobleza de la isla, que era parte de la nobleza intelectual: António Lobo Antunes, John Ashbery, Antony Beevor, A. S. Byatt, J. M. Coetzee, John Elliott, Pere Gimferrer, Claudio Magris, Eduardo Mendoza, Orhan Pamuk, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa, Pedro Almodóvar y Agustín Díaz Yanes.

Kundera murió como duque, igual que Marías lo hizo como rey. Un año más tarde, su trono sigue sin encontrar sustituto. El ducado de Kundera parece que llevará la misma suerte.