"Una revista que lanza una mirada nueva sobre la cultura contemporánea. Un símbolo para los nuevos tiempos, en que los productos masivos se han olvidado de las ideas". Así se presenta Matador, uno de los proyectos culturales más ambiciosos, únicos y fructíferos que, como prometió desde su inicio en 1995, ha pronunciado su último canto de cisne a finales de 2023 con su número Z.

Su fundador, Alberto Anaut, figura esencial del periodismo en nuestro país, falleció el pasado mes de julio antes de ver el último número de su criatura. Anaut, que dejó su huella en revistas como El País Semanal o La Revista de El Mundo, creó Matador partiendo de un amor incondicional por la cultura y la necesidad de ofrecerle a la fotografía un papel protagonista. Desde su nacimiento, la revista se presentó con unas características muy especiales, no solo por su formato absolutamente inusual (30 x 40 cm) o por la calidad de sus materiales, su diseño y sus colaboradores, sino también por su propia naturaleza de artefacto finito, ya que se trataba de una publicación anual que se desarrollaría durante 28 años. Un número al año por cada una de las letras del abecedario.

Un proyecto concebido desde su nacimiento con un principio y un final cerrado, a prueba de su propia decadencia, y con el compromiso de no quedar incompleto. "Matador fue el origen de la La Fábrica, PhotoEspaña o el Festival Eñe, es el gran proyecto de Alberto Anaut. Más que una revista es un objeto que se puede disfrutar como fotografía, ya no solo por el tamaño, sino por el uso de las tintas o la fotomecánica, lleva una producción exquisita, sin cabeceras, la imagen va a sangre y no hay ningún texto impreso encima. Una publicación donde las fotografías no conviven con el texto, van cada una por un lado", explica César Martínez-Useros, director editorial de La Fábrica y responsable de Matador, en conversación con El Independiente.

César Martínez-Useros, director editorial de La Fábrica.
César Martínez-Useros, director editorial de La Fábrica.

Reflejo de una época

De la A a la Z, incluyendo la CH y por supuesto la Ñ, 28 entregas en 28 años que resumen los grandes cambios culturales y estéticos que han tenido lugar en las tres últimas décadas. Todo ello pasado por el filtro de su fundador, que proyectó cada número en función de sus propias inquietudes. Desde la A, dedicada a un tema tan amplio como el arte, a otros más concretos o personalistas como el número N, dediado a Barceló, o el Ñ de Ferrán Adriá en el año que anunció el cierre de El Bulli.

"Cada año el número representaba y era un reflejo de las inquietudes y los intereses de Alberto (Anaut) en ese momento de su vida. Es casi como una biografía suya. Él siempre dirigió la revista de forma muy personal. Pero también se va viendo la evolución de las modas y las tendencias a nivel gráfico. De hecho, cada número va con una tipografía distinta. Los temas están muy pegados al mundo, sobre todo en los últimos años", con homenajes como el dedicado al Museo del Prado por su bicentenario en el número U, o el X, dedicado a la mujer y protagonizado exclusivamente por mujeres –pensadoras, fotógrafas, poetas, artistas–, de Emilia Pardo Bazán a Nan Goldin.

Una identidad a prueba de crisis

Matador ha culminado imperturbable su travesía a través de uno de los periodos más convulsos y transformadores de la historia. Concebida con fecha de caducidad, ha afrontado la crisis de las publicaciones sin intención de reinventarse y aferrándose a su propia identidad. "La revista nunca ha tenido una versión digital ni de web, manteniendo un incuestionable compromiso con el papel", explica Martínez-Useros. Algo que se extiende al resto de la editorial, ya que ninguno de sus libros está en formato digital.

Tierra de Campos, Valladolid, 1962.

El hecho de que más que una revista al uso se trate de un objeto de culto hace que Matador no haya acusado tan fuerte los vaivenes de la crisis del papel. Aunque sí ha sufrido las consecuencias de las sucesivas crisis que han afectado a uno de los principales sustentos de cualquier publicación, la publicidad. "Ahí sí que existió el riesgo de que Matador no pudiera continuar, pero los suscriptores de la revista han sido un apoyo fiel y en los malos tiempos es lo que nos ha ayudado a sobrevivir".

La creación de un objeto de culto

La creación cada número se iniciaba siempre tras la publicación del anterior. Anaut escogía un tema y a partir de ahí empezaban las consultas para saber qué temas y colaboradores entrarían en el número. Una manera de trabajar sin comité editorial en la que el contenido iba basculando entre lo deseable y lo posible.

Por otro lado, más allá de la revista en sí, su leyenda y prestigio se ha ido construyendo a partir de todo lo que ha rodeado a Matador. El Cuaderno de Artista, por ejemplo, que se inició con Chillida y se ha concluido con Antonio López. Una publicación en la que grandes creadores vivos muestran las claves de su trabajo. Chema Madoz, Ai Weiwei o Louise Bourgeois son solo algunos de los nombres que se incluyen en esta forma de colaboración a la que solo David Hockney se resistió.

A los Cuadernos de Artista se le sumaron nuevas patas para completar el proyecto inicial, como el Club Matador, la Bodega Matador o los Diccionarios de Vidas Ilustres, que durante algunos años se editaron al mismo tamaño que el magacín.

La distribución también tiene sus particularidades. "Llega a la casa de los suscriptores, nacionales e internacionales (casi un 20%), en una caja que también es mítica, diseñada por Fernando Gutiérrez, que la abres y tiene el abecedario. Y esto es otra historia: enviarla por mensajero, teniendo en cuenta su tamaño, también es un esfuerzo económico adicional", detalla Martínez-Useros. Mientras, su distribución en librerías se ha ido reduciendo debido en parte a sus dimensiones, a prueba de cualquier estantería.

Matador no puede entenderse sin su componente social. Las fiestas del Club Matador fueron pioneras en hacer de Madrid un lugar atractivo para este tipo de eventos. Empezando por la primera en unas Torres Kio aún en construcción y sin olvidar aquella en el Palacio de los Deportes (actual Wizink) en la que llegaron a meter una noria en su interior. "Estas grandes fiestas hicieron que la gente quisiera suscribirse a la revista, porque era la manera de poder asistir".

El número Z no es solo el final

El número Z ha sido algo más que el punto y final para esta revista, pues ha llegado también en un año ensombrecido por la muerte de su creador, Alberto Anaut, dos meses antes de su publicación. "El día que llegaron las cajas con la versión beta nos emocionamos todos ", recuerda el responsable de la revista. Una número final, o letra mejor dicho, dedicado al continente europeo y sus raíces.

En un tren, Rumanía. 1975.
En un tren, Rumanía. 1975.

"Alberto lo tenía pensado desde hace mucho tiempo. Yo creo que fue preparando la Z en su cabeza todos estos años", resalta Martínez-Useros, "como un homenaje a nuestro continente y a un mundo ya casi en desaparición. Creo que Alberto quería hacer este homenaje porque, de alguna manera, la idea de Matador a le vino por esta tradición".

Las 198 páginas del número de despedida giran en torno a distintos trabajos fotográficos inspirados por Los americanos , el emblemático libro que Robert Frank creó recorriendo Estados Unidos a finales de los años 50: Los italianos, de Bruno Harvey, Los alemanes de René Burry y Los europeos de Cartier-Bresson. Matador añade una nueva versión "inventada" de Los españoles de Ramón Masats, a partir del proyecto Visit Spain, libro también editado por La Fábrica.

Cubierta del número Z de 'Matador'.
Cubierta del número Z de 'Matador'.

Además, incluye los textos de grandes autores como Philippe Claudel, Julio Llamazares, María Fernanda Ampuero, Juan Mayorga o Antonio Muñoz Molina, pero también de emblemas europeos como Mosco de Siracusa, Stefan Zweig o Robert Schuman. En la portada, una expresiva imagen de la mano de un pelotari (por Luis de las Alas), en un guiño al Volumen A de Matador, y el puño de un boxeador fotografiado por Jimmy Fox. 

Sin embargo, a pesar de que parezca una despedida, todo lo que ha ayudado a crear una revista tan icónica como Matador no morirá con este número Z. "Tenemos una grandísima comunidad de lectores, con más de 4.000 personas, y de anunciantes también, por qué no decirlo, a los que no queremos dejar huérfanos. Por eso nuestra intención es seguir, y estamos trabajando en una nueva propuesta que mantendrá su concepto", termina revelando el director de La Fábrica.