A Clara Usón (Barcelona, 1961) le obsesiona el mal, cómo se manifiesta, sus caras, su frivolidad. Es un tema que ha ocupado ya muchas de las páginas de este Premio Nacional de la Crítica y que ahora vuelve con su nueva novela Las fieras (Seix Barral). Aquí narra el País Vasco de los ochenta a través de varios personajes ficticios y de una de las etarras más famosas de aquella época: Idoia López Riaño, La Tigresa. Una mujer que alcanzó mucha fama por ser una de las más sanguinarias y, también, por su belleza.

Portada de 'Las fieras', de Clara Usón.

Para ello se adentra en su día a día, intenta no deshumanizarla porque considera que si "al mal le ponemos hasta halitosis" nunca seremos capaces de identificarlo. Y también pretende desentrañar los porqués de la fuerza de los dogmas, cómo estos nos arrastran hacia lugares cada vez más oscuros en nombre, en este caso, de una patria. Y cómo en el País Vasco de los ochenta estos fueron absolutos.

"Me obsesiona cómo a su amparo seres mediocres cometen atrocidades. La fuerza del dogma hasta te permite romper el tabú de matar. Por ejemplo, Idoia López Riaño tiene una visión de sí misma de ser una buena persona, de que ella quería ser bombera para salvar a gente y que pensó que era mejor meterse en ETA para salvar a todo un pueblo. Eso le llevó a matar a 23 personas antes de cumplir los 23 años. Todo por una idea", explica en una entrevista con El Independiente.

También que ella le sirvió para adentrarse en un tema que le gusta mucho y es el de la influencia de la belleza en lo que se espera de una mujer y sobre todo como esta parece contraria a la maldad. "Ver a una mujer tan guapa en la cárcel impresionaba a la sociedad y no lo habría hecho si fuese fea. Además, la gente decía: '¿Pero con lo guapa que es por qué se ha metido en esto si tenía la vida solucionada?'. Ahora ya menos pero en esos años 80 la belleza en una mujer era sinónimo de éxito o así lo veía la gente. Así que a Idoia la convertimos en una femme fatale, en una celebrity", asegura y explica que aquello provocó un interés absoluto por su persona, de la que se ha documentado a través de sus escritos, de entrevistas y de todo lo que contaban sobre ella.

Idoia López Riaño, 'La Tigresa'. | EUROPA PRESS

"Se la llamó devoradora de hombres, que se acostaba con policías... No sé qué es verdad de todo lo que se dijo. Al final, Idoia creó tanto interés que la prensa iba a la cárcel para preguntar qué había comido ese día y con quién, hasta pusieron cámaras para ver cómo se sacaba el carnet de conducir", añade. Y hace especial hincapié en cómo ella al final asumió que no se podía matar en nombre de la liberación. "Me interesa mucho ver cómo, en el caso de Idoia, cuando su dogma se resquebraja, cuando se da cuenta de esas muertes ya no tienen sentido, deja de ser Juana de Arco y pasa a ser una asesina. Al final, fueron un grupo de militantes en los que las consecuencias de sus actos fueron más grandes que ellos mismos".

Y, para que la historia esté completa, crea a un personaje ficticio, a un policía metido en los GAL que también cree que el fin justifica los medios. "También he querido mostrar el terrorismo de Estado. Con los GAL se jodió la Transición y aún lo seguimos arrastrando. Sería muy bueno para la convivencia que se reconocieran como víctimas del terrorismo a la víctimas de los GAL. Lo de Lasa y Zabala fue peor que lo de Jamal Khashoggi [el periodista asesinado por el gobierno saudí] y creo que desde el punto de vista ético está igual de mal ETA que los GAL, aunque en números lo de ETA fue muchísimo más terrible", asegura.

"Una vez que llega la democracia, ¿cómo justificas que sigues matando para conseguir tus intereses cuando lo puedes hacer ya a través de las urnas?"

CLARA USÓN

Y añade que el terrorismo etarra lo que quería era acabar con la democracia. "Ellos con Franco vivían mucho mejor. Una vez que llega la democracia, ¿cómo justificas que sigues matando para conseguir tus intereses cuando lo puedes hacer ya a través de las urnas?", se pregunta.

Y para que entendamos mejor el contexto y cómo se vivió crea a otro personaje más. Esta vez a una adolescente, Miren, que es inmigrante como lo era La Tigresa y que su padre es el enemigo público del País Vasco del momento: "un policía, por lo que ella intenta ocultarlo todo el rato". "En un ambiente tan hostil fuera de casa, este llega hasta dentro. Intento explicar cómo vivieron los jóvenes aquella época, en unos ochenta que queríamos salir de fiesta, drogarnos para evadirnos... y encima ellos convivían con un entorno terrible".

Y a través de ella, de esa gente que vivió con miedo aquellos años y tuvo amigos en ambos bandos, narra los años 80 del País Vasco. "Al final con esta novela lo que quiero es mostrar una realidad poliédrica, contarlo y que el lector se haga su idea. Nunca hablo yo, les dejó hablar porque es la mejor forma de conocer lo que pasó. No me gusta predicar", asegura y sentencia cada vez que escucha la palabra 'patria' se pone a temblar.