Por mucho que algunos se empeñen en negarlo, remover en la historia siempre tendrá algo de epifánico. Recuerdos perdidos sobre los que volver a arrojar luz y memoria, protagonistas olvidados que merecen el reconocimiento se les negó. A la ristra de estos últimos pertenece Miguel de Molina, el "faraón de la copla" desterrado por el franquismo que encontró en Argentina, gracias al amparo de Eva Perón, un lugar donde seguir desarrollando todo su arte.
Una ausencia de reconocimiento que ahora las instituciones están tratando de subsanar, como se pudo ver en el pleno del Senado del miércoles pasado, cuando se aprobó una moción registrada por el Grupo Parlamentario Socialista para el reconocimiento de la figura de Miguel De Molina como víctima represaliada del franquismo, así como para la preservación y exhibición de su legado para su exposición permanente.
Sin embargo, este gran paso institucional y político en lo que a recuperar su legado se refiere, muy probablemente no hubiera tenido lugar sin la intervención de una de esas benditas coincidencias que culminó en la exposición que presenta estos días la Casa de Velázquez en Madrid bajo el título de Embrujo, los mundos de Miguel de Molina.
En ella, esta institución francesa ubicada muy cerca de la Ciudad Universitaria, ofrece la muestra inédita sobre el Archivo Miguel de Molina como una reivindicación de la vida y la obra del artista como un relato esencial de la historia de España. "Estudiarle a él es estudiar toda la vida artística, cultural y política de la España previa a la guerra civil y en el exilio", reconoce la investigadora Stéphanie Demange en una conversación con El Independiente.
La exposición recoge el trabajo de un año entero colaborando mano a mano con Alejandro Salade, sobrino nieto del artista y director de la Fundación Miguel de Molina, junto a un equipo formado por cuatro investigadoras, la propia Stéphanie Demange (Université de Toulon, EHEHI), Laurie-Anne Laget (Sorbonne Université, IUF), Begoña Riesgo (École Normale Supérieure de Lyon) y Jean-François Carcelen (Université Grenoble Alpes).
Embrujo, los mundos de Miguel de Molina se divide en dos partes, por un lado tiene la parte más biográfica en la que se reflejan las distintas facetas creativas de un "artista total", mientras que la otra ofrece una pequeña muestra del valor de su legado a nivel investigación: correspondencia, recortes de periódicos, dedicatorias y muestras de cariño de la élite cultural de la época, escritos inéditos y recuerdos personales.
La vida de película de Miguel de Molina, el gran renovador de la copla
Miguel de Molina fue el gran renovador de la copla, hasta su llegada este género era prácticamente exclusivo de mujeres y en el que los pocos hombres que lo cantaban lo hacían travistiéndose. Pero apareció De Molina con sus coloridas blusas de manga ancha y su ostentosa elegancia para colmar los escenarios con sus interpretaciones y convertirse en el "faraón de la copla".
De orígenes humildes, nació en la Málaga de 1908 en la miseria más absoluta, según relata en sus memorias (Botín de guerra). Su padre era epiléptico y no podía trabajar y su madre hacía lo que podía para sacar la familia adelante. Desde muy pequeño, el joven Miguel aprendió a buscarse la vida con picardía e inteligencia. Su primer empleo fue en un burdel, la mancebía de Pepa La Limpia, como chico de los recados. Y sus primeros contactos con el artisteo flamenco se produjeron como organizador de juergas flamencas en Granada y en Sevilla, empapándose de ese arte de forma totalmente autodidacta.
Una vez se subió a un escenario, prácticamente no se bajó. Comenzó así una meteórica trayectoria que alcanzó su pico más alto en España actuando en el Liceo de Barcelona para representar El amor brujo a las órdenes de Manuel de Falla en 1934. Junto a la bailarina Antonia Mercé, La Argentina. En su voz se inmortalizaron canciones como Ojos verdes o La bien pagá y en 1935 para la prensa de la época era "el artista del año". De cantante y bailarín pasó a artista de variedades y empresario del espectáculo.
Represión y exilio
Todo cambió para Miguel de Molina después de la guerra. Homosexual y republicano declarado, el malagueño había actuado en numerosos conciertos benéficos de apoyo al bando republicano. Con la llegada del franquismo, la vida se volvió cada vez más difícil para él, bajando su caché y protagonizando tristes altercados como "el secuestro del Pavón" cuando en noviembre del 39 tres falangistas entraron en su camerino, lo metieron en un coche y se lo llevaron a los altos de la Castellana. Allí le aplicaron una forma de tortura reservada para mujeres que consistía en raparle la cabeza y hacerle beber aceite de ricino, aparte de dejarle al borde de la muerte después de una paliza.
De Molina siguió actuando, aunque cada vez menos y con más incidentes, le confinan a lo que él llamó un "exilio interior" entre Cáceres y Buñol en el que prácticamente no puede trabajar, condenándole como artista "a morir de hambre". Finalmente pudo huir a Argentina gracias a un salvoconducto en forma de contrato ofrecido por su amiga la actriz Lola Membrives.
Cuenta la leyenda que a Buenos Aires llegó con dos duros que tiró al río para darle suerte. Se instaló en el hotel más lujoso de la capital, buscó los apellidos dobles de las familias más adineradas y se encargó flores a su nombre para sí mismo. Cuando llegaron los enormes ramos le dijo al portero que era alérgico y que las dejara detrás de la puerta, donde se amontonaban mientras la gente que pasaba se preguntaba quién sería este artista tan aclamado.
En Argentina volvió a reinventarse y empezó a cosechar sus primeros éxitos, pero un año después de su llegada fue expulsado del país por una orden de la Embajada española en colaboración con el funcionariado argentino. Continúo su exilio en México, pero ahí tampoco pudo trabajar a gusto por el boicot del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (encabezado por Mario Moreno "Cantinflas").
Fue ahí cuando apareció su gran salvadora, Evita Perón, una admiradora sincera que le prometió que mientras gobernasen los Perón en Argentina podría trabajar con total libertad. Y así lo hizo llenando teatros con todo vendido hasta que en el año 60, el esfuerzo físico y la edad hacen mella en la calidad de los espectáculos y se retira.
Miguel de Molina, un artista total
Era Miguel de Molina un artista total capaz de tener bajo control todas las ramas creativas y productivas de sus espectáculos: la interpretación, la coreografía, el diseño de vestuario, la escenografía, la dirección, la producción y la comercialización. Un prodigio artístico que montó compañías en España y Argentina llegando a tener hasta 150 personas a su cargo.
Música, danza, teatro y cine, pocos registros se le resistían al malagueño. Algo que se puede ver en la forma en la que trabajaba los decorados y las escenografías de sus actuaciones. Igual podía partir de un estilo minimalista, depurado y efectista, a uno mucho más barroco, suntuoso y recargado, pero siempre manteniendo la noción del buen gusto. Miguel de Molina es tradición y vanguardia, con un gran mimo a la hora de representar el folclore español empezando por la confección de los vestidos.
Ahora nos parece una cosa de divas modernas al estilo Rosalía o Taylor Swift, pero los costosos espectáculos de De Molina eran un auténtico torbellino visual de escenarios y vestuario, en los que cambiaban su decorado en cada canción, el telón bajaba y subía y todo era distinto.
Se bañaba en perfume para que, al elevarse el telón la experiencia sensorial inundase toda la sala. Su atención al detalle era lo que hacía de sus números momentos únicos. También dejaba ramilletes de flores en las primeras filas provocando que al terminar la función se las lanzaran al escenario.
Reencontrando su lugar en la historia de España
En Argentina el rastro de su legado es toda una institución, gracias a la popularidad de sus espectáculos y especialmente por su película biográfica Ésta es mi vida (1952), considerada como el primer filme gay argentino, pero en España aún sigue sin encontrar su hueco. En 1992, un año antes de su muerte, recibió la orden de Isabel la Católica. Un reconocimiento agridulce que no terminó de compensar la injusticia y la nostalgia que sintió toda su vida con respecto a su tierra.
Por eso, lo que está ocurriendo desde que su archivo se abrió a la investigación y a la exposición al gran público a través de la Casa de Velázquez supone una especie de justicia poética para uno de los artistas españoles más importantes del siglo pasado. Algo que se puede ver a simple vista gracias a los mensajes llenos de cariño y dedicatorias que algunas de las figuras más relevantes de la cultura española le dedicaron. Desde Rafael Alberti a Manolete, pasando por Juan Ramón Gómez de la Serna, Margarita Xirgu, Paco de Lucía o Joan Manuel Serrat quien le escribió: "Te empujaron afuera de tu tierra, Miguel pero, ¿cómo pensarían sacarte de nuestra memoria y de nuestros corazones".
Este archivo, recogido durante años por su sobrino nieto Alejandro Salade se encuentra en unas sorprendentes muy buenas condiciones, indican sus investigadoras. Como si el propio Miguel de Molina hubiera tenido especial mimo en conservar toda su historia. "Las cosas llegan cuando tienen que llegar, pero la verdad es que me hace muy feliz haber encontrado este equipo de trabajo y todo lo que hay por delante", responde Salade a este periódico cuando es preguntado por qué ahora es el momento de reivindicar la figura de su querido tío.
"El marco ahora es trabajar con investigadores españoles, que ya hay todo un equipo conformado y luego abrir una una pauta americana en Argentina y México. Es un programa plurimanual de trabajo colectivo y multidisciplinar, en el que hay expertos en historia de la moda, de literatura, de política, historia de las artes escénicas, evidentemente musicología...", anticipa Stéphanie Demange.
Ambos se conocieron gracias a un amigo común al que Salade le dijo que quería confiar el archivo de su tío. Una vez el equipo de investigación tuvo acceso a él, quedaron maravillados y a través de la exposición Embrujo, los mundos de Miguel de Molina han podido dar cuenta de ello.
Ahora, tras la trascendencia institucional a través de la moción registrada en el Senado, la creación de un museo de Miguel de Molina permanente es una realidad muy cercana. "Nos encantaría llevar la exposición a a París, Bruselas a México, Buenos Aires por supuesto", asegura el heredero y director de la fundación Miguel de Molina que no limita ni concreta un lugar geográfico para la conservación del archivo y un futuro museo dedicado a su tío. "Uno entendería que por ser malagueño debería ser Málaga, pero creo que puede estar perfectamente en Madrid o en otro sitio, porque la historia que hay que contar puede alcanzar a mucha gente con la misma emoción, independientemente de dónde se encuentre".
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hace 2 meses
LAS COSAS DEL QUERER
Miguel de Molina era tan amanerado que resultaba incómodo para todo el mundo verlo cantar o bailar.
Personalmente creo que esto es un mito prefabricado para un artista que nunca hubiera realmente triunfado