No es la primera que escribe una novela en solitario, pero es la primera que presenta novela tras el éxito de los libros publicados junto a Agustín Martínez y Antonio Mercero. Jorge Díaz, uno de los autores detrás del seudónimo de Carmen Mola, publica nueva novela: El espía (Editorial Planeta). Los tres escritores se han organizado para lanzar sus novelas a lo largo del año. Tras El Esplendor de Martínez llega su turno.
Jorge Díaz se adentra en el thriller histórico con una obra que mezcla la intriga, la historia y la ficción. Díaz recurre a la historia como en anteriores novelas suyas, pero esta vez lo hace una vuelta de tuerca: ha aprendido a matar. “Mi manera de matar en esta novela sí que le debe mucho a Carmen Mola”, admite. “Antiguamente habría matado de cualquier manera y ahora busco muertes como la del inicio de La Bestia, con el perro jugando con la cabeza de la niña”.
El barón Von Rolland, el enigmático espía protagonista de su nueva obra, muere en la primera página. “Le mato en el primer capítulo y lo hice pensando en cómo lo habrían hecho estos salvajes”, dice en referencia a su compañeros de seudónimo. El hecho de trabajar tanto tiempo en equipo le ha enseñado a desechar las primeras ideas y a darle a todo una segunda vuelta más. “Soy mejor escritor después de Carmen Mola”, afirma contundente. “Y ya era muy bueno, imaginaos cómo va a ir ahora” añade.
De Barcelona a Mojácar
El espía está muy ligado a la ciudad de Barcelona. Una elección que no es casual. “Con Carmen Mola siempre escribimos en Madrid pero a mí Barcelona me da mucha envidia porque tiene muchos escritores que escriben sobre ella”, confiesa Díaz. “Quería escribir sobre la Barcelona de esa época porque todo ese mundo de las drogas, el barrio chino, los cabarets me encanta”.
Se quedó atrapado en la Barcelona de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza. “Me encantó y años después la retomé y descubrí que estaba basada en hechos reales, encontré a Joseph Albert Barret, asesinado en Barcelona, y supe que quería escribir sobre eso”. Ahí conoce al personaje del barón von Rolland, sobre quien construye El espía. Un personaje ambiguo, traidor y carismático con el que el autor recorre medio siglo de historia europea, desde la Primera Guerra Mundial hasta la posguerra.
El barón Von Rolland, cuyo nombre real era Isaac Ezratty, era un alemán de origen judío nacido en Tesalónica que entre 1914 y 1918 operó como espía al servicio de Alemania en Barcelona, con el objetivo de obtener información para sabotear los suministros de los aliados durante la Primera Guerra Mundial.
Díaz novela gran parte de las peripecias de este espía, al que lleva a Mojácar donde se inventa que allí se avituallan los submarinos alemanes. Algo que el autor asegura que pudo ocurrir perfectamente porque se sabe que los alemanes usaban la península para abastecer a sus submarinos. El autor usa un Mojácar que no tiene nada que ver con el destino turístico que conocemos para ofrecer un contrapunto con Barcelona. “Si os fijáis en la novela hay un judío nazi, está Barcelona, que es el lugar más sofisticado de de esos años, y está Mojácar, que es un paraíso, pero es un paraíso que está en la Edad Media. A mí la ficción me sirve para eso, para crear esos contrastes”, explica.
Buenos villanos
Díaz destaca la importancia de contar con un buen villano en una novela. “Los malos me caen bien en las novelas. Pero no pueden ser de cartón piedra, tienen que ser atractivos, complejos, creíbles”. Von Rolland, espía judío al servicio de los nazis, es seductor, culto, multilingüe, brillante. “Durante toda la novela me cae bien, y tuve que trabajar mucho para que el lector, al final, entienda que se merecía morir”.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Von Rolland se unió al ejército alemán, pero fue rápidamente reclutado por la inteligencia militar para misiones especiales. Adoptó una identidad falsa como barón y espía, siendo enviado a España, donde tejió una vasta red de informantes en Barcelona. Se convirtió en un personaje clave del espionaje germano en el Mediterráneo.

Junto con el comisario Brabo Portillo, dominó el submundo del espionaje en la ciudad, enfrentando a enemigos de Alemania con estrategias que incluían sabotaje, asesinatos y ataques a barcos. Manuel Bravo Portillo fue una figura clave en la Barcelona convulsa de la época. Colaborador del espionaje alemán y protagonista indiscutible de la guerra sucia contra los sindicatos, dirigía un temido grupo de pistoleros conocido como la Banda Negra. En 1919 fue asesinado en circunstancias sin clarificar, no se sabe con certeza si fueron activistas anarquistas quienes acabaron con él, o si su implicación con los servicios secretos alemanes fue la que selló su destino. Bravo Portillo era candidato a ser el villano de la novela, pero se cruzó el judío alemán.
Durante la Guerra Civil española, la relación de Von Rolland con el jefe de inteligencia nazi Wilhelm Canaris lo mantuvo cerca del poder. Aunque de origen judío, Von Rolland había renunciado por completo a su identidad y religión. Fue protegido por Canaris del antisemitismo nazi, colaborando con el régimen desde América del sur a través de actividades encubiertas. Tras la Segunda Guerra Mundial, fue capturado por los Aliados, pero evitó ser juzgado gracias, probablemente, a la información valiosa que compartió durante los interrogatorios. En 1949, aprovechando una ley española a favor de los sefardíes, obtuvo la nacionalidad española y desapareció misteriosamente.
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