¡No!, no quiero seguir batiéndome en un duelo perpetuo y sin sentido. No nos merecemos esta inquina, esta persecución, este no terminar nunca.
Dos compañeros de batalla, dos húsares de la época napoleónica se ven envueltos en un constante encontrarse en duelo sin más finalidad que, irremediablemente, uno de los dos acabe muriendo.
Josep Conrad es el autor que idea esta trama en una novela de 1908 en la que nos va a relatar con su clásico estilo modernista, simbolista, ofreciéndonos dos puntos de vista, dos conciencias diferentes, dos maneras de afrontar la vida.
Hace la adaptación teatral, nada fácil por otro lado, Javier Sahuquillo, trayéndonos al propio escritor a escena como personaje, que después se desdoblará en otros necesarios para la continuidad de la historia, añadiéndole humor e incluso algunas referencias actuales.
Emilio Gutiérrez Caba es el encargado de poner en pie y dirigir este espectáculo de duelos con esgrima, de música de piano en directo, de vídeo escenas, de teatro libro, a un despertar escénico de acción y palabras en vivo. No hubiera estado mal verlo a él interpretando a Conrad.
Ya no es tanto el tema del honor, varias veces repetido a lo largo de la función, sino de la obsesión, de la desconfianza, de la competición entre dos iguales, de la sinrazón de las guerras, del odio y la amistad, del orgullo, de la autoestima, de los enfrentamientos personales.
El elenco está más que solvente. Daniel Ortiz, como un Josep Conrad irónico y algo escéptico, junto a Aurora García Agud, que interpreta varios personajes con desparpajo y cercanía y los dos húsares, Francisco Ortiz y José Juan Sevilla ejerciendo un auténtico esfuerzo físico, coordinados y entregados a la frialdad de sus personajes, a la disciplina de sus personajes, a la inquietud de sus personajes.
Los duelistas, tratando de verse alejados siendo próximos, tratando también el tema de la envidia y la competición entre iguales, el honor, ¡ay, la patria!, desventurados en sus ascensos, un enfrentamiento que no parece acabarse nunca.
Alguien que no deja vivir el destino del otro, la vinculación forzosa por un ámbito profesional donde es complicado evadirse, el no desfallecer a pesar de inconvenientes, el mundo está lleno de duelistas, de rencores sin sentido, de celos y competición, de treguas sin final porque se acaba volviendo a lo mismo, a las traiciones, al continuismo del rencor.
En Los duelistas se abren las formas de comportarse desde dos puntos de vista que no están tan alejados uno de otro, puesto que hay aceptación, respeto por las reglas del juego, del duelo en este caso, rehaciendo el presente y la forma de ser de cada cual, rechazando el cambio, recurriendo, una vez más, a la permanencia, a supuesto tributos a quien gobierna, aunque estos provoquen ruinas, aunque cercenen la voluntad, disfracen la libertad, y cada cual piense en sí mismo. La historia, de las personas, que se repite, con sus errores, sus culpas, sus aflicciones y sus deseos de triunfar en una competición sin sentido.
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