Esta semana se cumple el 75 aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas por parte de Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto). Por ello, se recuerda el sufrimiento que padecieron los habitantes de las dos poblaciones, y también las historias de supervivencia a estos hechos. Como la de Eneko Kawaguchi, un ingeniero de la fábrica Mitsubishi de Hiroshima capaz de contar cómo salió con vida de estos acontecimientos. Eso sí, no lograría recuperarse.

Esa mañana del 6 de agosto de 1945, Eneko Kawaguchi era un hombre de cuarenta años que sacaba fuerzas para hacer deporte a pesar de su agobiante trabajo, y que no imaginaba lo que estaba a punto de suceder, cuando oyó desde su despacho que un avión se acercaba. Aunque no sonó la sirena que alertaba del peligro de la llegada de un bombardero estadounidense, los trabajadores de la fábrica decidieron ir a los refugios. Kawaguchi, que era uno de los últimos, estaba acostumbrado a avisos como ese, aunque Hiroshima no había sido una ciudad muy castigada por los norteamericanos, algo que no podían decir los habitantes de Tokio, que habían sido víctimas de los bombardeos en "alfombra".

Justo antes de llegar a un lugar seguro, todos los empleados de la fábrica se vieron envueltos por un ruido ensordecedor, motivo por el que, probablemente, el ingeniero Eneko Kagawuchi perdió el conocimiento. Cuando trató de comprender lo que pasaba a su alrededor, descubrió que estaba desnudo en medio de una fábrica arrasada y envuelta en unas llamas de fuego gigantescas. A pesar de encontrarse aturdido y con heridas en la espalda, fue capaz de percatarse de que un "viento candente" procedente del centro de Hiroshima, se dirigía hacia el mar.

Decidió ir a un río cercano, el cual cruzó nadando hasta llegar a la orilla opuesta, para descubrir que la desolación estaba por todas partes. Una vez fuera del agua, se subió a una pequeña elevación, desde donde vio que "la ciudad era un inmenso brasero que estaba destruyendo de golpe 35.000 viviendas", según su testimonio, años después.

¿Qué había ocurrido? A cinco kilómetros de la fábrica Mitsubishi de Hiroshima en la que trabajaba Eneko Kawaguchi, había explotado la primera bomba nuclear de la historia, lanzada por el bombardero estadounidense Enola Gay. El presidente Truman tomó la decisión con el objetivo de acortar la Segunda Guerra Mundial, una vez ya vencido el nazismo, a costa de sacrificar las vidas de inocentes en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

Pero esto no lo sabía el protagonista de esta historia, ya que su única idea era la de sobrevivir, pues a las heridas se estaban sumando las sensaciones de frío y hambre. Ya de noche, haciendo un esfuerzo sobrehumano, se dirigió a una estación ferroviaria de Hiroshima en la que, a pesar de encontrarse completamente destrozada, logró subirse a un tren que se mantenía intacto. Sin tener noción del tiempo transcurrido, se despertó cuando estaba siendo atendido en uno de los vagones, por unas enfermeras que trataban a heridos graves como él.

La mañana del 9 de agosto el tren llegó a la estación de Nagasaki. Al no haber sido una ciudad especialmente bombardeada con anterioridad, se encontraba en esos momentos tranquila. Kawaguchi no podía imaginar que iba a ser testigo de un acontecimiento de las mismas dimensiones en el lugar al que acababa de llegar. Permaneció en todo momento junto a los compañeros heridos, con los que había viajado en el tren, hasta que escuchó de nuevo el sonido de un bombardero estadounidense que se aproximaba. Miró al cielo de manera instintiva y se lanzó a una cuneta, hundiéndose en el fango todo lo que pudo, mientras los que le rodeaban se quedaban atónitos.

La bomba cayó a casi 4 kilómetros de donde se encontraba, pero Kawaguchi pudo ver perfectamente el resplandor provocado por la bomba atómica, ese hongo horroroso, sinónimo de devastación, ruina y, en definitiva, de muerte. Como él mismo confesó: "Conocer dos veces el infierno en pocos días es demasiado para un hombre".

En los años sucesivos, el brillante proyectista de la fábrica Mitshubishi de Hiroshima, no pudo recuperar la normalidad, ya que fue incapaz de asimilar lo que le había ocurrido. Acabó vagando completamente aturdido, y siempre con el miedo de ver de nuevo la silueta de un B-29 con su carga mortífera. Esta pesadilla llegó a su fin en 1957, cuando no pudo resistir por más tiempo la contaminación atómica, y falleció con el número 163.341 en una cama de hospital.

Esta es la historia de una de las personas que sobrevivió a las dos bombas atómicas lanzadas en Japón. Aunque es muy probable que haya más casos como el de Eneko Kawaguchi, la derrota en la Segunda Guerra Mundial dejó al país nipón en una situación tan desastrosa que el Gobierno apenas realizó registros. El Museo de la Paz en Hiroshima calcula que hubo 160 Nijū Hibakusha (personas doblemente bombardeadas).

El productor nipón, Hidetaka Inazuka, quiso investigar sobre estas personas, y, en un documental de 2011 titulado Nijuu Hibaku (Doble Irradiación), recogió el testimonio del último superviviente, Tsutomu Yamaguchi, y que había muerto en 2010 a los 93 años. El documental se puede ver a través de la plataforma Netflix, con el siguiente título: Twice bombed, the extraordinary life of Tsutomu Yamaguchi.