Está sobre una nube, pero se ve que está cómoda, como en su casa. Paloma Sánchez- Garnica se ha convertido en la última finalista del Premio Planeta que además de una importante suma de dinero -200.000 euros- es una puerta para acceder a más público. Recibe a El Independiente justo después de la cena literaria en la que se ha anunciado el galardón. A diferencia de sus compañeros de viaje- el trío ganador de autores que firman como Carmen Mola- ella conoce Planeta, ha vendido muchos libros con el sello y sabe que le espera una larga gira promocional, pero con recompensa: “Ser finalista del Planeta es una forma de llegar a lectores que de otra manera no hubieran llegado a mis historias. Es un escaparate en el que me muevo de una forma mucho más amplia”. 

Una familia de padre español y madre rusa a la que la Revolución Rusa arrebata todo y divide la familia en dos es el punto de partida de Últimos días en Berlín, una novela histórica que atravies varios momentos clave de la historia de Europa y cómo los vivieron personas corrientes. “Quería comprender desde el punto de vista de la sociedad cotidiana, no desde los grandes personajes históricos, cómo vivieron esa época”, explica. Acontecimientos como el ascenso al poder de los nazis, “quería analizar cómo fue posible que el pueblo alemán no se diera cuenta de esa amenaza. Incluso de los 500.000 alemanes judíos en el 38 había huído140.000. Por qué se quedaron los demás y por qué los alemanes comunes, no especialmente fanáticos, apoyaron aquella locura”.

La finalista del Planeta es historiadora y abogada de formación. Sánchez-Garnica dejó Madrid, escenario de novelas previas, para ir a Berlín en La sospecha de Sofía (Planeta) que fue un éxito de ventas. Ahora repite en la capital alemana como lugar clave en el que se produce un trío amoroso en el año 1933 y que sirve a la autora para poner sobre la mesa “las dos caras de la moneda del totalitarismo, el ascenso del nazismo y las purgas estalinistas”.

En la búsqueda de la escritora para entender lo ocurrido en el nazismo se encontró con una “una sociedad alemana muy confrontada y dividida a la que Hitler prometió un país unido y una nación grande. Eso les deslumbró, era una sociedad muy vulnerable, con problemas de paro y sociales. Y caló, caló el mal”, asegura.

Errores del pasado de la sociedad que, según la escritora, no están exentos de repetirse. “El peligro del totalitarismo siempre existe, no deberíamos bajar la guardia, deberíamos tener la necesidad de proteger lo que tenemos, porque nos lo pueden quitar en un instante. La humanidad repite siempre sus mismos errores y no estamos exentos de ningún peligro que haya ocurrido en el pasado. El totalitarismo puede volver bajo formas diferentes, pero podemos llegar a los mismos resultados trágicos que se vivieron entonces o se viven ahora en otras latitudes”, asegura la escritora.

En este sentido Sánchez-Garnica considera la literatura como un antídoto. “La literatura es un mecanismo para entender el mundo y es una manera de prender la alerta en nuestra cabeza, como ciudadanos, para ser libres, críticos, con opinión, difíciles de manipular y con capacidad para plantar cara al poder. Eso lo hacen muchas cosas pero, sobre todo, lo hace la lectura”.