El dolor y la violencia pueden adoptar muchas formas. El trío de autores detrás del pseudónimo de Carmen Mola -Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero- ha hecho de la exploración de la violencia su seña de identidad. En su serie de novelas La novia gitana, La Red Púrpura y La Nena dejaron en shock a cientos de miles de lectores, con La bestia -novela ganadora del Premio Planeta de 2021- trasladaron la acción al Madrid del siglo XIX para sumar a la violencia de sus tramas un fondo histórico que redoble su dureza.

Ahora van un poco más lejos con su nueva novela El Infierno (Planeta), viajan hasta la Cuba colonial española donde la violencia institucional es todavía más aguda que la del Madrid del siglo XIX. Allí la esclavitud es el pilar sobre el que sustenta el desarrollo de una burguesía criolla que mira con recelo a la metrópoli y en donde la explotación humana alcanza a africanos, chinos y hasta españoles de Galicia y Asturias que emigran a la isla del Caribe como trabajadores y terminan siendo esclavizados. Y esto no es ficción, ni es leyenda negra, forma parte de una verdad histórica que, sencillamente, hemos ignorado  y que ahora es un ingrediente esencial del cóctel de violencia de los controvertidos Carmen Mola.  

“Esta historia transcurre en el Madrid de 1866, en la España de la Revolución de Gloriosa de 1868 y también en la Cuba colonial. Las muchas revoluciones que hubo en el Madrid del siglo XIX, por fin, dieron su fruto en la Revolución de la Gloriosa, que terminó con la expulsión de Isabel II de España. Mientras tanto, en La Habana se estaba produciendo algo similar, en el sentido de que hubo muchos conatos revolucionarios para independizarse de la colonia”, explica Antonio Mercero. El Infierno arranca en Madrid, pero se traslada a Cuba para establecer un paralelismo por los momentos convulsos que atravesaban ambos territorios con una violencia omnipresente.

“A Carmen Mola le gusta la exploración de la violencia. Esta es una historia violenta porque era el siglo XIX fue muy violento, en los años 60 particularmente, y porque también era muy violenta la esclavitud en La Habana que todavía regía. España tiene el oprobio de ser el último país europeo en abolir la esclavitud y a nuestros personajes los metemos ahí”, añade Mercero. 

Los Mola se ayudan de este contexto histórico para enriquecer su trama, no hay otra intencionalidad. “No es una cuestión de si los americanos y los ingleses son más malos que los españoles”, reflexiona Jorge Díaz, cerebro historiador del trío. “Los americanos y los españoles tenemos que estar un poco arrepentidos, dentro de que han pasado muchos años y que tampoco tenemos que pedir perdón ni nada, pero sí estar un poco arrepentidos de esa parte de nuestra historia. Cuando los ingleses estaban impidiendo llegar barcos con esclavos africanos nosotros buscábamos modelos de barcos más veloces como los clípers para traer esclavos desde África y evitar el bloqueo de los ingleses”, explica.

Dentro de los capítulos vergonzosos de esta historia, Díaz recuerda las “múltiples fortunas españolas que están basadas en el negocio de la esclavitud. De hecho, la reina Isabel II tenía intereses en el mercado de esclavos cubanos con Julián de Zulueta, un terrateniente criollo con el que mantenía negocios”.

El escritor considera que si no hay que pedir perdón, tampoco “hay que escurrir el bulto” respecto a aquel pasado bochornoso. Ellos como novelistas se apoyan en la riqueza de la historia de España para su relato, “pero no enarbolamos banderas, ni hacemos nunca tesis en las novelas. No estamos insinuando que España tenga que pedir perdón ni nada de eso. Yo creo que eso no es el cometido de un escritor”, concluye.

Los americanos y los españoles tenemos que estar un poco arrepentidos de esa parte de nuestra historia

CARMEN MOLA

El atractivo de la violencia

La violencia de los Mola atrae a lectores y espectadores, porque sus novelas se están llevando a la pantalla con éxito. “Nos gusta consumir esas historias desde la comodidad del sofá sin que nos salpique a nosotros la sangre ni la violencia”, considera Mercero. “A mí me gusta como lector y como escritores estamos haciendo de la violencia nuestro principal tema de exploración”, incide.

En esta novela cubana la violencia se recrea en un ritual en el que a las víctimas se les abre la cabeza y se les remueve el cerebro con unos palos. Esta bestialidad no se la han inventado ellos. Fue Jorge el que trajo la idea del revoltijo de sesos, porque esto viene de una hacendada americana dueña de plantaciones de algodón en Nueva Orleans que hacía esto con sus esclavos”, apunta Agustín Martínez.