Es fácil acomplejarse cuando uno entrevista a un buen entrevistador. Alguien capaz de sacar oro de los noventa minutos que duraban aquellas cintas de casete seguro que me daría un buen baño y lección, por mucha transcripción del audio y resumen por IA que utilice yo de nuestra conversación, para no perder detalle.
Esa magia de la síntesis humana desde la óptica de quien vivió todas la épocas de un gran artista es la que ha de ponerse de manifiesto para poder empaquetar, en una sola publicación, el enorme legado de un ser humano único al que llamamos Serrat.
Volvamos al presente. Estoy grabando. ¿Por qué? Porque forma parte de la última entrega de nuestro podcast La Mejor Playlist. Se sienta frente a su ordenador Juan Ramón Iborra (Granada, 1954), ese periodista y escritor al que me refería y que aceptó el encargo editorial de publicar A propósito de Serrat (Libros Cúpula). Una obra que viene a ser, además de un libro indispensable, la biografía de un tiempo y de un país.
Además de leerla, escuchar la voz de Juan Ramón Iborra, el timbre de su pasión y el tono de sus recuerdos, aporta una dimensión extra a esta historia que es parte de la leyenda de nuestra música.
Habla su autor con propiedad del artífice de canciones que nos han acompañado desde siempre, de un trovador de cada uno de sus tiempos; desde aquellos en los que llevó pantalones de campana hasta sus conversaciones vía móvil con mi entrevistado. Da para varias vidas y muchos libros. Juan Ramón se ha encargado concienzudamente de edificar piedra a piedra, golpe a golpe y verso a verso, un excelente trabajo nutrido con aportaciones que van desde sus propios encuentros con Joan Manuel y su grabadora, hasta otros momentos capturados con minuciosidad gracias a la enciclopedia moderna que es la red global.
Pregunta.- Se me atraganta hablar de Serrat con la grandilocuencia de la palabra “genio”, pero… ¿lo es?
Respuesta.- Es un ser con un don. Los hay que lo tienen para el deporte, y él lo tiene para la creación. Dicen que la sabiduría está en la ancianidad, pues ahora tiene más razones para que podamos considerarlo así. Artista, compositor… tiene muchos ángulos. Yo prefiero el de “buena gente”. Su principal genialidad para mí ha sido saber estar siempre donde él ha preferido estar.
P.- ¿Cómo empieza la aventura de este libro?
R.- Yo descubrí a Serrat siendo un joven en Granada que también era aficionado a cantar, con mi guitarra. Durante toda mi vida le entrevisté en varias ocasiones. Cuando se acercaba el momento de que cayera el telón y El Nano se despidiera de su público, me habló de ello el mismo editor que me encargó en 2004 Detrás del arcoiris: en busca de Terenci Moix. Yo, que estoy en el límite de tener que despedirme de mi profesión, he de escribir sobre cosas que me muevan mucho. Y Serrat lo es. Hablé con él sobre esto el año pasado, mientras estaba de camino a uno de sus bolos en América. Me dijo que no quería saber nada del proyecto hasta que no terminase su última gira. Yo me puse a trabajar por mi cuenta y encontré que salió de mis cintas un material enorme. Le pasaba los capítulos según los escribía y poco después de despedirse de los escenarios, vino a mi casa con una mochila y unas cuantas fotos. Repasamos el libro entero y fue un momento muy especial para mí, que acababa de pasar un momento delicado de salud. No me puso ni un solo pero, y eso que hay muchos temas en los que podría no haberme metido.
P.- Uno de los momentos importantes en la vida de Joan Manuel ocurrió en Eurovisión 1968. La canción “La, la, la”, con la que Massiel ganó el concurso, tenía que haberla cantado Serrat, pero aceptó echarse a un lado. Seguro que este episodio está reflejado de manera detallada en el libro.
R.- Creo que hasta me extiendo demasiado en este tema. Hay un juego de intereses muy intrincado en todo aquello. Él se ha declarado arrepentido muchas veces por haber aceptado, pero hay que ponerse en su lugar en aquel momento, con su experiencia y aquellas circunstancias. Creo que hay un episodio más importante en su vida, que fue su condena desde México a los últimos fusilamientos del régimen. No fue un exilio amable, y se le boicoteó mucho tiempo. Durante años estuvo recibiendo amenazas de esos simpáticos muchachos reaccionarios que tanto quieren hacernos la vida mejor.
P.- Sin embargo, se salvó de la quema y sobrevivió a todo eso. ¿Fue gracias a su talento y al clamor popular que había ya con él?
R.- Eso es indudable. Cuando él regresa, tiene muchos conciertos. Desde actuaciones en salas de fiesta y acabando con estadios. Fui testigo de esa época de éxitos continuos hasta ser el fenómeno que todos conocemos.
P.- Es costumbre de este diario buscar las canciones más representativas de un artista para añadirlas a nuestras playlists. ¿Cuáles serían las propuestas?
R.- Siendo muy joven, escuché "Cançó de bressol" (Canción de cuna) y me pareció una de las más hermosas que había escuchado jamás.
Y uno de los momentos culminantes en todos los conciertos del Nano siempre fueron sus "Paraules d’amor" (Palabras de amor)
Aún no lo ha dicho todo como artista, y creo honestamente que merece un Premio Cervantes. Voy a luchar para que lo consiga.
P.- Es curioso que siendo tan grande en todo el mundo, ha sido el artista que mejor ha cantado a esas pequeñas grandes cosas que hacen que la vida lo sea. Despidámonos con una sonrisa. ¿Cuál es la anécdota recogida en el libro que mejor le representa?
R.- Al final de la calle Conde del Asalto de Barcelona, en la que vivía su abuela, había un quiosco de neules (barquillos). Se podía elegir entre un dulce o una canción dedicada. Siendo él un niño muy pequeño, su yaya le preguntaba “neules o música” y él siempre elegía la música. No hay mejor retrato.
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