En una conversación con Jairo Perera (Santa Coloma de Gramanet, 1975), alias Muchachito Bombo Infierno, nunca falta una buena risa. Sus ojos arrugados revelan años de práctica, aunque su actitud vacilona y bromista tampoco entorpece su capacidad para charlar sobre otros temas más serios.
Por ejemplo, no tiene ningún problema para criticar cómo Madrid, ciudad en la que vivió durante 10 años, "está siguiéndole los pasos a Barcelona para convertirse en un parque temático para turistas". También recuerda con una mezcla entre cariño y nostalgia los orígenes de su familia jienense, que acabó encontrando su sitio en un barrio periférico de Barcelona, donde la palabra vecino significaba que cuando a alguno le faltaba algo, siempre había alguien a quién podía acudir.
Cuando dice Santa Coloma, la mueca de orgullo que refleja su rostro es prácticamente imborrable. "Es una de las ciudades más feas, pero tenemos varios referentes poderosos. Ahí están las historias de Pedro Pico y Pico Vena, Makoki y también se dice que estuvo viviendo Gilbert Shelton, el dibujante de los Freak Brothers. Está el barrio de Singerlín, que se llama así por la fábrica de las máquinas de coser Singer, también teníamos la Estrella Damm, que cuando estaba buena se hacía en Santa Coloma. Aparte de eso, es una ciudad donde uno todavía puede encontrar el sentido del término del vecino y sentir que forma parte de algo. Y eso, para mí, hoy en día es un tesoro", explica en una entrevista con El Independiente.
Para Muchachito, las cosas importantes de la vida van más allá de lo material. Prefiere valorar intangibles como la empatía que produce una sonrisa o un saludo amable, el ver la luz del sol en un día de trabajo y, sobre todo, la capacidad de compartir. El artista de Santa Coloma acaba de lanzar Qué puede salir mal (El Volcán), un álbum que recupera el concepto de la música de marching band de Nueva Orleans, hecha en conjunto y para disfrutar en cuanta más compañía, mejor. Un disco entre la rumba, el swing y el rock, sin perder ese estilo callejero que ha caracterizado a la banda barcelonesa durante toda su carrera.
Pregunta.- En Qué puede salir mal hay algo que es muy común en tu música y es ese ida y vuelta donde las influencias vienen y van de uno y otro lado del Atlántico, ¿cómo ha sido ese proceso?
Respuesta.- Cuando dicen que hago rumba a veces me incomoda un poco, porque es verdad que tengo el acento y la actitud de rumbero. Y eso implica un sentido del humor, un dormir poco, un amor por los bares, una pasión por los barrios. Pero a mí me gusta mucho la música anglosajona y mi toque viene mucho del rock, es en las cadencias de la letra donde está la rumba, porque yo soy una mezcla de muchas cosas, pero en ese estilo es donde puedo ser más irónico, porque es muy fácil hacer canciones de amor, entre comillas, pero lo guapo de las canciones es que sean naturales, pero después llevan mucho trabajo, es un proceso de mucho tiempo y que a veces no lo entiendes hasta después de haberlo hecho.
P.- Han pasado siete años desde tu último disco y pasaron seis entre aquel y el anterior, ¿Cuesta meter a Muchachito en el estudio?
R.- No, buah a Peret sí que costaba meterlo. Yo tenía un estudio y una vez vino con el Ramonet, que para mí era una emoción absoluta porque eran los capos, los titos. Cuando llegaban, me decían en catalán: "Qué bien lo has hecho todo, madre mía, qué bonito, está guapísimo... ¿Nos vamos al bar?" Y ya está, ahí se acababa el estudio. En mi caso, tardo mucho porque soy un poco peculiar. Por ejemplo, para hacer este disco he estado un año haciendo el sitio donde lo hemos grabado, que no era esa la idea, pero se me fue de las manos, porque la obra era bastante complicada. Llevamos muchos años trabajando y lo que yo no puedo hacer ya es meterme en un boquete, necesito luz, quiero ver el sol. Estoy cansado de meterme a las 9 en un local y salir a las 12 de la noche sin haber visto el sol. Por eso estamos muy contentos con cómo ha salido el tema de la nave, el Bombo Loco lo hemos llamado. Está hecho todo a base de dobles ventanas y dobles puertas de cristal para que entre la luz, pero con una separación bastante bestia, para que sean cajas dentro de cajas y no molestar a nadie con el ruido.
P.- Mientras escuchas el álbum, da la sensación de que ha sido una fiesta hacerlo, donde la música es muy alegre, mientras las letras mantienen esa picardía de la que hablabas antes.
R.- Sí, alguna perlita voy soltando, sobre todo hay alguna canción, como la de Pues no.
P.- Cantas: "No soy un robot", ¿eso de dónde sale?
P.- Pues eso me pasó mientras estaba buscando un piso y de repente me ponía: marca nosequé para saber que no eres un robot. ¿Cómo me dices a mí que yo pruebe que no soy un robot?, pero si el robot eres tú. Habla de que somos de carne y hueso, imperfectos y también de la tristeza que arrastran las ciudades, donde cada vez hay más cosas que no se permiten. A mí no me gustan las prohibiciones, no me gusta esto de los tiempos modernos, que parece que llevemos un palo metido de abajo arriba, hay gente que ya no dice ni hola. Es importante sonreír y saludar, ya no por educación, sino por empatía, son muestras de confianza hacia la otra persona. No hay nada más bonito que una persona sonriendo, siempre está mucho más guapa.
P.- Música popular hablando de los problemas terrenales, poco tiene que ver con todo eso que se escucha en la radio donde los cantantes hablan de si tienen coches y relojes caros, haciendo apología de una vida que la mayoría nunca llegaremos a conocer.
Es muy triste que hoy en día tenga más éxito una foto tuya que un libro que hayas escrito, un cuadro que hayas pintado o un disco que hayas producido
R.- Es que todo está montado para ensalzar el ego y eso es muy cansino. Yo ya tengo casi tengo 50 palos y la verdad es que hay cosas que no me veo cantando, ni me veré. Tampoco nunca fui así. Es muy triste que hoy en día tenga más éxito una foto tuya que un libro que hayas escrito, un cuadro que hayas pintado o un disco que hayas producido. Que los niños digan: "Yo quiero ser famoso", eso es triste. ¿A costa de qué? ¿a qué precio? ¿Y qué has hecho? ¿El contenido dónde está?
Muchas cosas que vivimos hoy en día nos llevan hacia eso. El estar conectados todo el rato a través de una pantalla para poder comunicarnos hace que lo primero que veamos antes de que aparezca el otro sea nuestra cara. Todo eso no tiene nada que ver con encontrarse y charlar en los parques o en los bares. Estamos en un tiempo donde no para de crecer el ego y parece que además es algo que se premia. Cuanto más ególatra sea uno, mejor le va a ir. Qué quieres que te diga, a mí eso no me interesa lo más mínimo. Yo pienso seguir a mi bola, tocar orgánicamente y sudar hasta que me vaya de este mundo tocando. Y compartir, porque este disco sin mi gente hubiese sido imposible. Creo que estamos en una época en la que estamos totalmente perdidos, con referentes muy trillados. No tengo hijos, pero hablo mucho con los chavales, porque me interesa saber qué piensan, y la verdad es que tienen un panorama bastante jodido, saben que estudiar no significa pillar un buen curro, que el amor se acaba y muchas otras cosas que uno tendría que descubrir de otras maneras, o por lo menos no a esas velocidades.
P.- En este trabajo reivindicas la música swing de Nueva Orleans, ¿por qué has decidido "irte" allí para hacer Qué puede salir mal?
R.- Siempre me ha gustado mezclarlo, ya había hecho cosas así en los anteriores discos, pero este quería que fuese todavía más lejos. De hecho, la banda es una una marching band, al estilo New Orleans, chirigotas o de carnaval, como quieras llamarlo. Quería buscar ese sonido, aunque hay alguna canción que la hemos dejado que tire por otros derroteros. Pero básicamente la raíz del disco es eso, el New Orleans, una música que las bandas de calle hacen tanto para entierros como para fiestas. De hecho, cuando se toca en entierros es algo muy curioso porque se acompaña con canciones lentas y tranquilas, con arrastres de viento largo. Y cuando se acaba eso y todo el mundo se va al festín a comer, esas mismas canciones se aceleran y se hacen alegres. En plan: "¡Venga, vamos, vamos, vamos, tenemos que animarnos!". Y aquí, por ejemplo, en los entierros somos muy dados a acabar riendo o contándonos chistes. Después de tanto llorar, hay que reír, porque es una válvula de escape. Yo tengo una foto con mi primos del día que vinimos de despedir a mi abuela, y ahí salimos todos riendo. La risa es un antídoto y una necesidad.
P.- Tanto la rumba como el swing son músicas de lugares muy distintos, pero ambas se encuentran en el mismo sitio, la calle, que es ahí de donde viene Muchachito.
R.- Es que la música tiene una cosa y es que existe desde antes que el habla, es un primer teléfono, es una comunicación y un idioma. Yo no hablo bien el castellano, el catalán, peor, imagínate el inglés. Pero he tocado con un montón de gente con la que no podía comunicarme de otra forma que no fuese tocando y nos hemos llegado a conocer mucho mejor. Es una cosa muy mágica.
P.- Hablabas de la importancia de compartir y de juntarte para crear, ¿qué significan para ti proyectos como el G5 o La pandilla voladora?, ¿volveremos a verlos en activo?
R.- Son muy distintos los dos. Con el G5, mientras estábamos haciendo ese disco, pensaba: "¿Qué estamos haciendo? esto no lo va a entender nadie", nos poníamos a escribir y de repente se nos caía la copa encima, y de ahí sale Se mojó el papel. Como esta, el G5 tienen muchas cosas, porque lo que hicimos fue juntarnos alrededor de una mesa con vino de Jerez y jamón, disfrutando del momento con los colegas. Yo soy un admirador de esos cuatro personajes al 100%, qué decirte de Kiko (Veneno), que es una influencia abismal en mi vida desde que lo vi La bola de cristal cuando salía vestido de Frankenstein. Y a los demás les pasaba igual, Los Delinqüentes se llaman así por una canción suya. De todos modos, el G5 sigue vivo de alguna forma. Nos llamamos, nos buscamos, a veces nos hemos juntado aunque no nos hayamos hecho ni una foto para la gente, simplemente nos hemos ido a comer, a reírnos y a disfrutarnos. Y si hemos tocado algo, lo hemos hecho para nosotros y ya.
La Pandilla era una cosa mucho más cafre, más pensada para hacer en directo. Fue algo graciosísimo y al mismo tiempo un esperpento, con aquellos trajes de antihéroes. Lo que me sabe mal de las movidas de La Pandilla es que hay muchos días de los que no me acuerdo. Fue muy divertido, pero después para recuperar el cuerpo... Lo del G5 era más liviano.
P.- ¿Más profesional?
R.- No tanto, porque también tiene ese gamberrismo de juntarte y a ver qué sale, porque cada uno de nosotros dirige su proyecto y lo tiene más o menos, pero cuando estamos juntos, ahí no hay director. Eso es una veleta y el gallo va para arriba, para abajo, dando vueltas hacia todos los lados. Ya te digo que cuando acabamos el disco de 'Tucaratupapi', yo pensaba que habíamos hecho un surrealismo que nadie iba a pillar, pero yo mismo escuchando un día las letras, pensé: "Joder este disco es un canto a la amistad y a la libertad".
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