Casa sin casa, barco anclado, barco a la deriva, calle refugio, elementos decorativos, zapatos blancos, roto el cascarón, casas de cartón o de muñecas, castillo de naipes, libros cerrados, diálogos sin respuesta, monólogo de silencios que ya no esperan a nadie.

Paredes de papel que dejan escuchar las voces de los vecinos, de los transeúntes cabizbajos, rincón de sentir, espacio común y sucio y descuidado, mi casa es la ciudad que no me quiere.

Mi casa eres tú, mi gente, mis vecinos, si me dejaran, pero mientras, seguimos a la intemperie.

Estamos arraigados como árbol a la tierra, al asfalto, en torres de viviendas infrahumanas, aguantando los envites de la vida, hasta que lo talen, hasta que lo derriben, hasta que nos echen y haya que buscar otra tierra, otra identidad. Una casa inundada por el temporal, una casa a la deriva y, para colmo, la tormenta, ya no siento mis pies en el suelo, aunque limpie zapatos, soy del viento ahora y llegaré donde él quiera. No me dejes sola. 

A fuerza de golpes y palabras, a trompicones de tiempo esclavo, a dentelladas de abusos de poder, a toneladas de esfuerzo encima, para echarme a los ojos polvo y desierto y que se sequen las lágrimas, y la boca se quede seca, y las manos estén entumecidas por los callos.

Total, solo será un momento. El del roce de la piel que roba un sueño, el de las palabras escritas con los labios en cuerpo ajeno, el del sabor de la intemperie en la desnudez de la ausencia.

Y así la vida pasando, no irrelevante ni estacionada, al contrario, cargada de memorias y recuerdos, pero en un mar de dudas por el tiempo que queda por venir todavía.

Para ello son necesarias las ideas, sentarse a la orilla del futuro, y atravesarlo cuando llegue el horizonte. Y romperlo. Romperlo de soledad y apretando los dientes, porque ya no se puede volver hacia atrás, aunque nos aten las manos y no se anote en ningún libro que estamos desahuciados.

Y aun así, seguiremos intentándolo. 

Y por eso Begoña Caparrós escribe, interpreta y se dirige en Archipiélago. Islas que se mueven, no hay estabilidad, somos frágiles, dependemos de los demás, de las autoridades, de la caridad, de la suerte, del vaivén de las olas, de las tormentas políticas, de las relaciones inestables, de Caronte pasándonos a la otra orilla, de La barca sin pescador, del óbolo que hay que pagar, de nuestras soledades que, juntas, no forman compañía, el hogar no es tan dulce, hogar, es amargo. 

Vuelvo a casa, a mi casa, estable (afortunadamente), a escribir esta crónica con cierta sensación de mareo y vacío en el estómago. 

ARCHIPIÉLAGO

Texto, interpretación y dirección: Begoña Caparrós

Asistente de dirección y coreografía: Patricia Roldán

Espacio visual: Adrián Arias

Producción: Begoña Caparrós

Teatro Lara (sala Lola Membrives) todos los martes hasta el 31 de octubre