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Derribando prejuicios: los niños de hoy no son más impacientes que los de antes

En la era de la inmediatez, tres de cada cuatro adultos creen que los niños de hoy tienen menos capacidad para esperar y menos autocontrol. Pero un estudio de la Asociación Americana de Psicología apunta justo a lo contrario.

Los niños de hoy son más capaces de esperar que los de antes.

Los niños de hoy son más capaces de esperar que los de antes.

Se le llamó el “test de la nube” y lo hizo la Universidad de Stanford (EEUU) en los años sesenta y ochenta en Estados Unidos. Se les ofrecía a niños de entre tres y cinco años un premio – una nube de azúcar, una galleta o similar – inmediatamente, el doble si eran capaces de esperar. La mayoría escogía el premio inmediato.

La repetición de este test en la era de la inmediatez ha dejado un resultado que ha sorprendido a los investigadores de la Asociación Americana de Psicología, que se plantea ahora si la digitalización, la educación preescolar y la educación familiar han fomentado el autocontrol.

“Aunque vivimos en una era de la gratificación instantánea, en la que todo parece estar al alcance inmediato a través del Smartphone o internet, nuestro estudio indica que los niños de hoy son capaces de posponer la gratificación más tiempo que los pequeños de los años sesenta y ochenta”, afirma Stephanie M. Carlson, autora principal del estudio. “El hallazgo contradice la creencia de que los niños de hoy tienen menos autocontrol que los de generaciones anteriores”.

Respecto al test original que se realizó en los sesenta, se hicieron réplicas en los ochenta, y al inicio de los 2000. Contra pronóstico, los niños del siglo XXI fueron capaces de esperar dos minutos más que los de los años sesenta, y un minuto más que los de los ochenta, según se ha publicado en la investigación recogida en Journal Development Psichology.

La capacidad para esperar por una mayor gratificación en la primera infancia se asocia con cualidades positivas en la adolescencia y edad adulta, como mejores competencias académicas, peso más saludable y mejor gestión del estrés y la frustración, además de responsabilidad social y relaciones más positivas con los iguales.

De hecho, los adultos de hoy creen que los niños son ahora más impulsivos y menos capaces de esperar. En una encuesta realizada por los investigadores a 358 adultos, el 72% afirmó que los niños de hoy esperarían menos que los de los sesenta y tres de cada cuatro creían que los niños de hoy tendrían menos autocontrol que los de antes.

“Nuestros hallazgos son un ejemplo de cómo la intuición puede fallar y cómo de importante es investigar”, asegura Yuichi Shoda, doctorando de la Universidad de Washington y coautor del estudio, “si no hubiéramos ido recogiendo los datos de los niños periódicamente, no seríamos conscientes de estos cambios”.

“La habilidad de esperar no parece depender de la metodología delo estudio, del lugar, de la edad, el sexo ni el estatus socioeconómico de los niños”, dice Carlson, “nos aseguramos además de que ningún niño estaba en medicación o tratamiento por TDAH en el estudio”.

Los investigadores plantean varias hipótesis sobre por qué los niños cada vez tienen más paciencia en este sentido. Además de un aumento de las puntuaciones en los test de inteligencia, lo que se ha asociado con la globalización y la tecnología cambiante. Además, también podría relacionarse, según ellos, una mejora en el pensamiento abstracto.

Otra explicación que encuentran puede ser la creciente importancia de la educación temprana. Mientras en los años sesenta sólo el 15,7% de los niños estadounidenses de tres y cuatro años acudían al colegio, el número aumentó hasta el 50% en los 2000.
Aunque el estudio se realizó en Estados Unidos, la evolución de la escolaridad en España ha sido aún mayor. Mientras en 1990 el número de niños escolarizados de tres años no llegaba al 40%, en 2015 el porcentaje llegaba al 96,2%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.

El estudio también recoge el cambio en la paternidad, que ha evolucionado hacia la promoción del desarrollo y la autonomía del niño. “Creemos que la mejora del pensamiento abstracto, con el avance de la escolarización, los cambios en la paternidad y las habilidades – paradójicamente – asociadas a las nuevas tecnologías pueden estar influyendo en esa capacidad para retrasar la gratificación”, afirma Carlson.

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