Un documental lo denominó "el crimen del siglo". La crisis de los opioides en Estados Unidos ha dejado medio millón de muertos por sobredosis de analgésicos opiáceos entre 1999 y 2019, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU, ya fueran recetados por un médico o comprados ilegalmente. El fentanilo era el fármaco más consumido.

Esta epidemia de los opiáceos ha costado miles de vidas en EEUU y también cientos de millones de euros a distintas farmacéuticas. Ambos elementos parecen haber contribuido a sensibilizar a la sociedad, pues las cifras han remitido significativamente entre 2015 y 2019, según el informe "Tendencias globales, regionales y macionales en el consumo de analgésicos opioides de 2015 a 2019: un estudio longitudinal" publicado en la prestigiosa revista The Lancet, donde tres países de Europa, España entre ellos, han aumentado vertiginosamente su consumo hasta superar a EEUU.

La publicación analiza 66 países en las distintas regiones (que aglutinan al 75% de la población mundial) y refleja las grandes diferencias entre territorios. Mientras que América del Norte y Europa están a la cabeza con cifras que plantean sobreutilización, en África o América del Sur hay lugares donde prácticamente no se consumen. La Organización Mundial de la Salud considera desde 1977 que los analgésicos opioides son medicamentos esenciales en el uso del dolor agudo, especialmente en el cáncer y en cuidados paliativos.

El estudio consideró 25 principios activos de opiáceos, entre ellos la morfina, el fentanilo, el tramadol, la codeína u oxicodona, y trasladó la equivalencia a miligramos de morfina, que se midieron en cada país en miligramos de morfina por 1.000 habitantes (MME). El país del mundo con un mayor consumo - medido en ventas a través de la base de datos IQVIA- en 2019 fue Canadá, con 987,6 MME. El segundo fue Suiza (897,60), Alemania con (879,60) y España, (863,14).

El consumo de este tipo de opiáceos en España duplica con creces al de países del entorno como Portugal (356), Francia (438) o Italia (344). No obstante, la tendencia es al aumento del consumo. En España, durante los cinco años aumentó un 6,15%, en Portugal un 13,4%, en Francia un 1,47% y en Italia, un 4,8%.

Estas tendencias vienen de lejos y entre 2011 y 2013 el 15% de la población mundial acaparaba el 95% del consumo, según una publicación previa en The Lancet. Los investigadores subrayan que mientras en muchos países hay barreras o es directamente imposible acceder a estos fármacos cuando se necesitan, en los otros han resultado en una epidemia de daños colaterales, dependencia y muertes por sobredosis.

Los territorios donde el consumo de estos fármacos es prácticamente inexistente (por debajo de 1 MME) son Emiratos Árabes Unidos, Egipto, el oeste africano, Chile, Venezuela o Colombia. Los investigadores ponen el foco en algunos países con una alta prevalencia de cáncer, como Kazajstán, donde el consumo de estos fármacos es muy bajo (5MME) y lo relacionan con un acceso inadecuado.

El informe advierte del incremento en España, que viene de lejos y se ha disparado en los últimos años. Y lo había hecho también en 2018 la Agencia Española del Medicamento sobre el fentanilo - el responsable principal de la crisis de EEUU -, cuando informó de que se había duplicado su consumo entre 2010 y 2016, en cantidades "muy superiores a las de países del entorno" y que un 60% del "abuso" detectado era en "indicaciones no especificadas en la ficha técnica", restringida al dolor oncológico.

Globalmente, el consumo de analgésicos opiáceos aumentó un 4% entre 2015 y 2019, lo que la investigación relaciona con un aumento del desarrollo de los territorios (índice de desarrollo humano) y de la mortalidad por cáncer. El reporte sitúa la actitud de médicos y pacientes como determinante en el volumen de consumo y habla también, en determinados lugares como Emiratos Árabes Unidos, del papel de la cultura y la religión como frenos.

También se hace eco del trabajo de EEUU donde achaca a los cambios legislativos, los programas educativos o la formación de profesionales en la reducción de la prescripción de estos fármacos. Por último señalan la limitación del estudio, que analiza las ventas al público y en hospitales (esto último en la mayoría de países) pero no recoge las ventas ilícitas. No obstante supone una llamada de atención sobre un problema que ya se había advertido en nuestro país.