La dermatóloga y divulgadora Ana Molina responde a esta entrevista coincidiendo con los primeros días sin mascarilla obligatoria en interiores. Como dermatóloga, afirma, es un “motivo de celebración”. “Las mascarillas provocan un microclima, diríamos un amazonas, debido a la humedad del vapor de nuestra respiración junto con la del sudor de la piel. Acumuladas y mantenidas, provocan dos cosas: por un lado, irritaciones y por otro, inflamaciones e infecciones del folículo piloso, una especie de acné irritativo, el famoso maskné del que tanto se ha hablado últimamente”.

Molina acaba de publicar Piel sana, piel bonita (Planeta), un manual de salud de la piel en el que recorre las funciones del órgano más grande del cuerpo (la piel pesa cinco kilos) o qué hábitos seguir para que luzca bonita y sana. Su libro empieza por la referencia a la salud porque afirma que “cuando contemplamos una piel bonita, una piel bella, lo que estamos contemplando realmente es salud, una piel sana”.

Uno de los primeros aspectos en los que es posible cuidarse es en la alimentación. “La alimentación influye muchísimo en nuestra piel y sobre todo en dos aspectos. El azúcar añadido es lo que más nos envejece mediante un fenómeno denominado glicación, en el que se daña colágeno, elastina, y esto provoca flacidez a largo plazo. Y por otro lado los ultraprocesados, hay estudios que reflejan que las dietas ricas en ultraprocesados cambian radicalmente el aspecto de la piel en cuanto a color y luminosidad”.

El bronceado saludable no existe

En su libro se pueden leer algunas noticias que seguramente entristecerán a algunos. “Para un dermatólogo, ponerse moreno es malo siempre. Porque ese moreno al final nos indica que la radiación solar ha llegado a la piel, la ha dañado y nuestras células están intentando protegerse a través de la secreción de melanina, que es el pigmento que secretamos para protegernos del sol y que nos pone morenos”.

Molina reconoce, no obstante, que el sol ayuda a sintetizar la vitamina D y por tanto hay que encontrar un equilibrio. “Recomendamos tomar 15 minutos de sol para sintetizar vitamina D o que nos dé el sol cuando vamos por la calle, pero con una serie de higiene o hábitos: siempre consultar el índice ultravioleta, que es lo que nos dice la radiación ultravioleta que está llegando a la superficie de la tierra, evitar las horas centrales del día, usar fotoprotectores adecuados, etcétera. Y recordar que la cara no es negociable, en la cara hay que ser estrictamente cuidadosos porque al final es nuestro reflejo, nuestra carta de presentación y el sol es lo que más nos envejece”.

La cara es nuestra “carta de presentación” y Molina afirma que hay algunos trucos para que parezca más joven. La clave está en los “puntos de luz”. “Son zonas de la cara que con el envejecimiento van hundiéndose y mostrando sombras que nos envejecen. Suelen estar debajo de los ojos, coincidiendo con la ojera, o a ambos lados de la boca, esas arrugas del surco nasogeniano, o debajo de las comisuras labiales o en la zona del temporal. Si rellenamos esas zonas o las maquillamos con algún iluminador conseguiremos un rejuvenecimiento mucho más eficaz que si lo hacemos en otras zonas de la cara”.

La autora defiende las posibilidades de conseguir efectos con los cosméticos pero, advierte, “no hay milagros”. “Hay mucho marketing con el concepto del tiempo: se habla mucho de resultados visibles en siete días o en tres semanas y yo creo que hay que ser muy cautos con estos mensajes porque al final, el mínimo, mínimo, mínimo tiempo que necesitamos para notar los efectos de un cosmético en la piel es un mes, que es lo que tarda en renovarse la capa más superficial de la piel, la epidermis. Aun así, los resultados visibles del tratamiento cosmético de verdad, los vemos al cabo de tres a seis meses”. Salvo el maquillaje o los productos “efecto flash” que tienen un efecto inmediato pero también se van deprisa, tocará esperar.

El “olor a anciano”, el mito de las feromonas y “el fin” de las canas

Alrededor de la piel también hay muchas creencias, no todas verdaderas, que Molina desgrana en su libro. Una que es cierta es que las personas mayores desprenden a través de su piel un olor característico. Es decir, que existe el olor a anciano y tiene base científica. “Se debe a una molécula que se va produciendo en nuestra piel a partir de los 30 años, pero que se dispara sobre todo a partir de los 60. Es una molécula que se llama 2-nonenal, producida por la oxidación de los ácidos grasos de nuestra piel a partir de estas edades, y que provoca un olor diferente”. Sin embargo, la dermatóloga subraya que “no es un olor desagradable y es importante desestigmatizar esto y entender que existen olores diferentes a lo largo de la vida por determinadas moléculas o procesos químicos, pues igual que los bebés huelen diferente, los ancianos también”.

Sin embargo, aquello de que hay personas que desprenden feromonas capaces de atraer sexualmente es un mito. “Es cierto que las feromonas son moléculas que constituyen un canal de comunicación dentro de una misma especie. Hay determinadas especies o animales, como los perros o los ratones que, efectivamente, ligan, se comunican mucho, sobre todo en la atracción sexual, a través de las feromonas. Lo que pasa es que en humanos se ha visto que la atracción sexual se debe sobre todo a otros factores como lo que vemos, lo que hablamos o lo que percibimos en muchas otras facetas y las feromonas tienen un impacto mínimo, si es que tienen algo de impacto. Se duda mucho que los humanos produzcamos feromonas y seamos capaces de detectarlas”.

Espaciar los lavados para que el pelo aguante más tiempo limpio es "un gran mito"

Otro de los mitos que desmota Molina es que por dejar el pelo varios días sin lavar sea posible que aguante más tiempo limpio. “Es un gran mito. El pelo al final se ensucia por la contaminación exterior, y obviamente por la grasa y la descamación que se va produciendo en nuestro cuero cabelludo. Por tanto depende de cada uno y por mucho que nosotros aguantemos sin lavarnos el pelo, eso no va a condicionar que las glándulas sebáceas de nuestros folículos pilosos produzcan más o menos grasa. Es decir, nada de lo que hagamos por fuera realmente va a poder interferir en que nuestro pelo se ensucie antes, más o menos rápido. Entonces, ¿podemos lavar el pelo todos los días? sin ningún problema, no por ello se nos va a caer más. Debemos lavar el pelo cuando nosotros consideremos que debemos hacerlo”.

Otras falsas creencias en torno al cuidado del cabello están relacionadas con tres ingredientes que últimamente están muy denostados: sulfatos, parabenos y siliconas. "Yo les llamo los tres jinetes del Apocalipsis porque son algunos de los ingredientes más demonizados en cosmética. Es una pena este marketing del miedo en el que se habla de la cosmética sin parabenos, sin silicona, sin sulfatos, cuando hoy en día sabemos que todos los ingredientes que se utilizan en cosmética son seguros, están regulados por un reglamento muy estricto a nivel nacional y europeo, y no tenemos que preocuparnos para nada".

"Los parabenos son conservantes muy seguros que se llevan usando desde hace muchos años y que apenas dan alergias cutáneas. Además son necesarios para que no se contaminen los productos", explica la dermatóloga. De los sulfatos asegura que "los necesitamos para limpiar, para arrastrar la suciedad y es cierto que algunos pueden resecar la piel y quizá de ahí venga la mala fama, pero lo importante no es un ingrediente único sino es la fórmula final: un champú puede llevar sodium lauryl sulphate, que es un sulfato que limpia bien, que limpia mucho, que podría incluso resecar la piel, pero si lo lleva dentro de una fórmula que además lleva ingredientes hidratantes, ese champú va a limpiar la mar de bien sin resecar nuestro cabello ni nuestra piel". Y por último, las siliconas, que se critican sobre todo por su daño al medio ambiente. "Las que se usan hoy en día en cosmética están reguladas y sabemos que el impacto que tienen en el medio ambiente es controlado y además son necesarias para el brillo, la suavidad en el cabello, etc".