Con la llegada del verano y el incremento de la temperatura, se hace imprescindible brindar una atención especial a nuestra piel para poder enfrentarnos al mismo tiempo al sol y al calor de forma saludable. La llegada del verano se puede apreciar en la piel, que empieza a reaccionar al incremento de la radiación solar, a la humedad ambiental, a los cambios de la rutina diurna, etc. Preparar la piel oportunamente no solamente ayuda a que el aspecto sea luminoso, uniforme y bello, sino que además evita sufrir daños a largo plazo.

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La piel frente al calor: claves para adaptarse

En verano, si hay algo que puede afectar la dermis es el sudor y la producción de sebo, lo que muchas veces se traduce en brillos, brotes de acné y piel sensible. Hay que tener en cuenta que la hidratación siempre es importante en verano; que la dermis sude no significa que esté hidratada ni mucho menos. Las texturas ligeras como geles o lociones son más adecuadas y favorecen que la piel esté hidratada pero sin una sensación de grasa.

La importancia de la exfoliación suave

La exfoliación se establece como un gesto necesario para eliminar las células muertas y las huellas de los productos como el protector solar. Ejecutarla de forma suave de una a dos veces a la semana mejora la textura de la piel y refuerza la eficacia de los tratamientos posteriores.

Cómo proteger la piel del sol de forma progresiva

La piel requiere un periodo de adaptación a la potenciación del sol, lo que justifica la idea de una exposición al sol gradual. Al iniciar la época estival es mejor limitar el tiempo al sol y evitar las horas del día que se consideran peligrosas, es decir, las centrales. De este modo, se disminuye la probabilidad de sufrir quemaduras solares de forma importante y se deja a la piel activar de forma natural sus mecanismos de defensa.

La elección del protector solar y su aplicación

El uso del protector solar debe realizarse antes de salir de casa, sobre la piel previamente seca y en cantidades considerables. El mismo ha de ser nuevamente aplicado tras los baños o tras ejecutar alguna actividad física fuerte. Las zonas sensibles incluyendo los labios no han de olvidarse. Un protector adecuado previene el fotoenvejecimiento y las manchas, haciendo que la piel esté más sana con el paso del tiempo.

Alimentación para cuidar la piel

Los nutrientes que ingresan en el organismo a diario determinan la salud de la piel y su atractivo. En verano, los alimentos que son ricos en antioxidantes, como los arándanos, el tomate o el pimiento rojo, favorecen la protección de las células de la piel del daño oxidativo causada por los rayos UVA. Los ácidos grasos omega 3 de los alimentos como el aguacate, las semillas de chía o el pescado azul promueven la conservación de la elasticidad y evitan la sequedad.

Hidratación a través de la dieta

Aparte del agua, las frutas y las verduras según la época como la sandía, el pepino o el melón, que poseen gran cantidad de agua, son aliados para mantener el nivel de hidratación que la piel necesita en los días más calurosos. Esta ingesta de alimentos no sólo ayuda a combatir la deshidratación, sino que además aportará las vitaminas esenciales que las refuercen a la hora de combatir las agresiones externas sobre la piel.

No hay que dejar para el final preparar la piel para el sol y el verano. La mejor forma para garantizar un verano sin sorpresas y tener una piel brillante y saludable es combinar una adecuada rutina de cuidados, una exposición progresiva al sol y una alimentación equilibrada.

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