A medida que van pasando los años nos vamos dando cuenta de cómo nuestros horarios se han ido transformando. La hora de dormir se adelanta, las mañanas avanzan más pronto y el organismo parece seguir unas normas diferentes. Esta adaptación no se produce por costumbre o por una opción voluntaria. Lo que explicaría lo anteriormente mencionado es la consecuencia de ciertas transformaciones internas que se producen a medida que van pasando los años y las cuales cambiarían la manera en la que el cuerpo organiza el tiempo del sueño. Y el hecho de profundizar en dicho conocimiento nos podría ayudar a convivir mejor con los cambios que van ocurriendo y a mantener también la calidad del sueño.
Nuestro reloj interno y el envejecimiento
El reloj biológico subsiste en todo momento de la vida, pero con el paso del mismo, ese sistema interno deja de ser tan exacto e incluso reacciona con menor vigor a las señales que le llegan del entorno. La luz, la oscuridad, el ritmo del día a día, dejan de marcar el compás con la misma firmeza. El cerebro se percata antes de que es el momento de dormir, igual que se percata antes de que el momento del sueño se ha acabado. Esta modificación, por tanto, hace que los despertares precoces acaben siendo lo habitual con el envejecimiento.
Un sistema que ajusta sus propios ciclos
El cuerpo adelanta de manera gradual el inicio de la producción de melatonina, la hormona que nos lleva a dormir. Debido a que la señal y su respuesta pueden producirse antes de lo esperado, la actividad puede comenzar a decrecer antes. En muchas personas mayores se produce un desplazamiento habitual en los horarios, por lo que dormir antes y despertarnos al amanecer se convierte en lo habitual. No se trata de dormir menos, sino de dormir en un ciclo que está adelantado en relación a etapas más tempranas de la vida.
La luz al despertar
La retina va perdiendo su potencial captador de luz con el paso del tiempo. Si, además, hay problemas oculares comunes, como las cataratas, la cantidad de luz que penetra en el ojo se ve aún más reducida. Esa menor sensibilidad origina un adelanto en la percepción cerebral del anochecer. En ese momento, se produce un mecanismo generador del adelanto en el inicio del sueño y del cambio en la relación de actividad y de parada.
Consecuencias en los horarios diarios
Si hay menos luz, ya sea por el entorno o por la captación del ojo, puede hacer que el cuerpo inicie el encadenamiento de sus procesos internos. Al pensar que la noche empieza antes, la mente pone en funcionamiento el estado de reposo en un momento en el que, quizá, todavía falta mucho para dormir respecto a la juventud. La consecuencia es también el adelantamiento del despertar. Para muchos mayores, abrir los ojos antes de que amanezca se convierte en una pauta repetida.
Cómo afrontar los ritmos de sueño
Exponerse a la luz natural por la mañana ayuda a reforzar el comienzo del ciclo diario. También es buena idea buscar luz intensa al final de la tarde para retrasar la hora de dormir. Mantener una actividad física constante puede favorecer un sueño de mayor calidad y más coordinado. Evitar el alcohol por la noche ayuda a prevenir las interrupciones durante el descanso y ofrece sensación de mayor recuperación matutina.
Adaptarse a una nueva etapa del sueño
La vejez es capaz de generar cambios inevitables en el sistema circadiano. Dormimos de distintas formas en cada una de las etapas de la vida. Esos cambios son un indicador de un proceso natural. Conocer el funcionamiento del cuerpo nos permitirá crear los ambientes confortables para obtener un sueño reparador. Acostumbrarse a una modificación de horarios algo más anticipada no será un problema en la medida en que el reposo se mantenga estable, sea de calidad y se adapte a las necesidades de cada uno.
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado