Ximo Puig está condenado a vivir entre un nacionalismo de Papa Luna y un internacionalismo fallero, y a lo mejor por eso le ha dado por inventarse la Commonwealth mediterránea, una mezcla de medievalismo y línea de cruceros. Al socialismo borderline, ése que está siempre haciendo equilibrios entre la moderna España repensada y el cromañonismo nacionalista, seguramente le parecía demasiado fuerte mencionar aquello de los Països Catalans, pero en realidad no se refiere a otra cosa. Disimulada como economicismo multilateralista o quizá sólo como proyecto hotelero polinesio, lo que está es esa alianza santa, guerrera, sentimental y marinera contra la España mesetaria con su corazón de imperio y queso. Diría uno que también contra Ayuso, a la que han tomado por Isabel la Católica.
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