Hace más de 10 años según sentencia firme dejó parapléjico, privado de habla y de autocontrol a un Guardia Urbano de Barcelona que acudió a la llamada de unos vecinos por el ruido de una fiesta ilegal en un edificio okupado de la ciudad Condal.

Le dedicaron un reportaje, Ciutat Morta (Ciudad Muerta), donde fue exhibido como una víctima de la corrupción policial y de los montajes judiciales. El film fue premiado en varios festivales. Gran trabajo periodístico.

Tras la condena por el atentado contra el policía de Barcelona, Rodrigo trasladó su residencia a Zaragoza y abrió un taller de bicicletas. Temía que le embargaran por la responsabilidad de 1,5 millones que debe sufragar. Quería rehacer su vida después de la injusticia a la que había sido sometido.

Esta semana le han detenido por matar a palos a Víctor Láinez en Zaragoza junto a algunos colegas machos y hembras. Se llama Rodrigo Lanza Huidobro, tiene 33 años, nació en Chile y se define antifascista. Qué ironía. Se dice antifascista mientras aniquila por las calles. Pobre su madre que tanto le defendió.

El gran facha es un delincuente nocturno disfrazado de defensor de los débiles

Lo último en lo que me quiero fijar es en el motivo por el cual parece que empezó la reyerta que acabó con la vida de Víctor. Unos tirantes con la bandera española. ¿Y? Los testigos afirman que Rodrigo le acusó de facha por exhibir esos suspensorios. Le siguió hasta la calle, le aporreó la cabeza con una barra de hierro y le propinó, él y sus acompañantes, algunas patadas en el rostro y cuerpo. Todo presuntamente, claro.

Recuerdo el estreno de Ciutat Morta en Cataluña. Si no lo aplaudías también eras un facha y un siervo del poder y de la policía. Sólo los autores del reportaje y sus protagonistas tenían razón. Su razón. Pues bien, la historia se repite. El que se ha demostrado como el gran facha es un delincuente nocturno disfrazado de defensor de los débiles. Mentiroso.

Pero lo peor, dejando a un lado la muerte de Víctor obviamente, es que la excusa de los tirantes españoles ha servido para acercar a muchos españoles al precipicio de los prejuicios contra los catalanes. Porque la mayoría de los medios han sustentado su titular en los tirantes.

En Cataluña no apaleamos a nadie por llevar tirantes rojigualdos o hablar castellano

Pues no. En Cataluña no apaleamos a nadie por llevar tirantes rojigualdos, por hablar en castellano o por lucir una bandera española tan grande como quiera. Porque en Cataluña la mayoría nos sentimos identificados con Rosa García y su esposo, José Salas, el urbano casi inmóvil después de aquella repugnante agresión de Febrero de 2006.

Es de esperar que algunos de los compañeros antifascistas de Rodrigo esputen discursos refiriéndose a la militancia de la víctima de Zaragoza a la Falange. Incluso harán referencia a que esa organización (a mi juicio sorprendentemente legal) se va a personar como acusación particular en el proceso judicial.

Víctor no debía morir esta semana. No debía morir ni por sus tirantes ni por su militancia a cualquier causa por cuestionable que nos parezca. Esta semana el fascista ha sido quién decidió acabar con su vida. DEP.