Durante décadas, la izquierda española se presentó como la voz ética del Congreso de los Diputados, como la conciencia incómoda que no se vendía ni se callaba. Hoy, esa misma izquierda guarda silencio —cómplice y acomodado— ante una de las traiciones diplomáticas más graves de la historia reciente: la entrega política del Sáhara Occidental al chantaje de Marruecos.
Sumar, Podemos, Izquierda Unida… todos, sin excepción, disponen de tribunas, escaños, redes, medios y capacidad para poner en jaque al Gobierno de Pedro Sánchez. Tienen los votos, la legitimidad y, sobre todo, la responsabilidad moral de alzar la voz contra la violación flagrante del derecho internacional. Y sin embargo, eligieron el murmullo frente al rugido, el gesto simbólico frente al compromiso real, la crítica tibia frente a la dignidad.
Sumar, Podemos o IU, sin excepción, disponen de tribunas, escaños, redes, medios y capacidad para poner en jaque al Gobierno de Pedro Sánchez
Frente a una causa —la saharaui— que representa el último bastión anticolonial del siglo XXI, la izquierda optó por los matices diplomáticos, los hilos de Twitter y las enmiendas que no incomodan a nadie. Se lavaron las manos mientras el PSOE arrastraba a España por el fango del servilismo, hipotecando su nombre al precio de unas relaciones “estratégicas” con una dictadura ocupante.
Lo que está en juego no es una promesa electoral, ni siquiera una postura ideológica: es la coherencia histórica de una izquierda que, cuando tocó poder, prefirió gobernar con traidores antes que plantar cara. El silencio sobre el Sáhara Occidental no es omisión: es traición activa. Y no hay discurso de derechos humanos que pueda sostenerse sobre las ruinas de un pueblo abandonado.
El silencio sobre el Sáhara Occidental no es omisión: es traición activa
¿De qué sirven los escaños si no se usan para defender lo justo? ¿De qué sirven las pancartas si no desembocan en acciones? ¿De qué sirve llamarse progresista si se pacta con quienes pisotean pueblos enteros por intereses geoestratégicos?
No se trata ya de exigir coherencia a Sánchez, un líder que dejó de fingir principios hace tiempo. Se trata de exigir valentía a quienes aún afirman tenerlos. Porque cuando la izquierda se calla ante una injusticia, deja de ser izquierda. Y eso —para quienes aún creen en las luchas justas— es imperdonable.
Taleb Alisalem (Campamentos de refugiados de Tinduf, 1992) es activista saharaui. @TalebSahara
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1 Comentarios
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hace 18 horas
«Porque cuando la izquierda se calla ante una injusticia, deja de ser izquierda.».
No has entendido nada. Nada de nada.
No sólo calla ante la injusticia, es que la produce.